El ‘socialismo especial’ chino

Tuffí Aré Vázquez

tuff Uno de los agentes turísticos que guía estos días en la capital china a la misión de 60 empresarios bolivianos, que buscan ejecutar negocios en la potencia asiática, ha expresado una idea que sintetiza la posición ideológica de un importante segmento de sus compatriotas. “Soy comunista, pero no creo en el comunismo. En China para encontrar trabajo hay que ser comunista”, sostiene el inquieto joven. La capital del dragón asiático rebalsa todos los días de turistas de las diversas nacionalidades del planeta. Compite por el liderazgo chino con Shanghai, la otra ciudad más poblada del país. La fiebre por los negocios se siente entre las grandes transnacionales que colocan sus marcas en lo más alto de los rascacielos y también entre los humildes ciudadanos que ofertan por 10 yuanes (alrededor de 10 Bs) unos volantines cerca del imponente Nido de Pájaros, sede de los Juegos Olímpicos.

En China hay muchos ricos pero también millones de pobres. La creciente desigualdad es un problema que no resuelve aún el comunismo chino, al que otros prefieren llamar ‘socialismo especial’, por la convivencia de un Estado fuerte y regulador con el modelo que cree en el mercado. La desigualdad se la nota en los ingresos de los asiáticos. Mientras en Pekín y Shanghai el sueldo mínimo de un trabajador llega a 2.000 o 3.000 yuanes (alrededor de 400 dólares), en Guanzhóu y otras ciudades menos influyentes como Fonzhan, un fabril gana un sueldo promedio de 1.200 yuanes (menos de 200 dólares), debiendo dormir y comer en las fábricas donde trabajan, a veces de domingo a domingo. Un funcionario público, un comerciante o un profesional chino también ganan mucho más que un campesino. La informalidad es otro de los fenómenos visibles en algunos mercados, tipo La Ramada, y en las zonas turísticas donde se venden desde frutas en carretillas hasta miles de souvenirs.



Lo que no pasa desapercibido para nadie es la ansiedad china por los negocios. El acoso a los turistas por los comerciantes es inaguantable en algunas de las áreas comerciales y el regateo es todo un arte. Algunos ofrecen productos por 1.000 yuanes y los terminan vendiendo en 100.

Definitivamente, China ya es capitalista, pero también intenta inspirar a otras naciones con su Estado fuerte, que controla todas las empresas. Tiene claro que compite con EEUU, pero no se la ve hostil con la primera potencia. Por donde se camina hay abarrotados locales de MacDonalds, de Starbucks y hasta pretende tener en Pekín su propio Disney.

Estos días nuestros empresarios se ponen a pensar en China si están listos o no para ocupar los pocos asientos que quedan del tren del desarrollo chino, que arrancó con fuerza en el año 2000, tras un periodo de profundas reformas impulsadas desde 1978 por Deng Xiaoping. También cabe preguntarse si el Gobierno de Morales busca como modelo el ‘socialismo especial’ chino o preferirá el comunismo cubano o el nacionalismo revolucionario chavista.

El Deber – Santa Cruz