Mar… de confusiones

Cayetano Llobet T.

cayetanollobet101_thumb1110x110 No deja de ser de una ingenuidad sorprendente el creer que Evo Morales ha dado un giro espectacular a la política boliviana con Chile. Bolivia ha vivido girando en esa política. Ha sido una suerte de veleta en permanente movimiento de acuerdo al viento que soplaba y ese viento dependía de los intereses del gobierno de turno. La noción de Estado y, en consecuencia, la definición de políticas de Estado, es una dimensión inexistente en éste y en la mayoría de los temas esenciales que tienen que ver con el interés del país.

Lo que pasa es que hay ciertos temas a los que se puede acudir con mayor facilidad. La más fácil de las demagogias es la que se apoya en los sentimientos populares y en una sus expresiones más primarias: la del patriotismo. Tan fácil, que es el sentimiento que se puede alimentar y manipular desde la niñez con cosas tan sencillas como banderas, uniformes, bandas de música, poemas que en la mayor parte de las veces relatan hazañas inexistentes, exaltación de héroes, estampas y oraciones, evocaciones de lo que fuimos y debemos volver a ser… ¡Lo más elemental convertido en idea de Patria!



Evo y algunos de sus asesores han hecho una buena evaluación del mal momento gubernamental derivado de la inflexión política que supuso el gasolinazo de diciembre, la impresionante baja de popularidad del Presidente reflejada en la inmensa rechifla recibida en el estadio, la sucesión de conflictos sin posibilidad de resolver, las consecuencias de la carencia de inversiones en el país, el descontento por los precios de la canasta familiar -las amas de casa comen con lo que compran en el mercado y no con los discursos y justificaciones de los ministros- y decidieron cambiar el escenario, siguiendo una vieja práctica nacional en tiempos de dificultad: a partir de este 23 de marzo, nuestro problema vuelve a ser Chile. Todo reclamo, toda petición, todo planteamiento que se oponga o critique la obtención de una salida soberana al mar, es una suerte de traición a la definición histórica de nuestro objetivo central.

Y aparecen en fila los protagonistas del patriotismo vestidos de ex-presidentes, de ex-cancilleres, de comentaristas de prensa y de TV, llamando a la gran unidad nacional. Tarea doblemente sencilla porque ya no es -esta vez por lo menos- una causa del Presidente o de su partido, ya no es la idea de una persona, sino la concreción de una estrategia que une a todos, que los congrega, que borra las diferencias y marca, sin discordancias ni diferencias, la ruta hacia la recuperación del mar. Y aquel que se interponga en ese glorioso camino, tendrá que asumir su calidad de traidor.

Todo lo demás es consecuencia de esa elementalidad. En la Asamblea Plurinacional cumplieron, por costumbre, por inercia, por instinto de obediencia, la orden del Ejecutivo. Las posteriores convocatorias a expertos, nombramientos de plenipotenciarios especiales, la Dirección de Recuperación marítima, son los adornos que hay que ponerle al nuevo escenario. Macetas, flores, cortinas, que son muy buenas para hacer creer a los actores que están viviendo la nueva realidad de la reconquista marítima.

Extraordinaria maniobra gubernamental para cambiar el campo de visión, el horizonte de conflictos, la inmensidad de dificultades políticas, económicas y sociales. Maniobra extraordinariamente ingenua respecto de países que hace años tienen definidas sus políticas de Estado y más respecto de Chile que, desde hace cinco o seis años, con romances ideológicos, Bachelet, o sin ellos, Piñera, se viene matando de risa de Evo y de nuestro brillante futuro marinero.