”Entre ustedes hay un sedicioso”

Mauricio Aira

Reunido el gabinete de Luis XV en las postrimerías de su reinado sin poder ocultar su cólera el monarca estalló en rabia “entre ustedes hay un sedicioso que está complotando para despojarme de la corona”. No lo hubiese hecho, los ministros se reunieron sin el Rey y decidieron matarlo, cada uno de ellos se sintió señalado. Le expresión “entre ustedes hay”, provocó una reacción de autodefensa.

La ministra de Transparencia (curioso denominativo destinado a desaparecer) Nancy Suxo acaba de lanzar su sentencia “entre ustedes” les ha dicho a los altos cargos de la Policía, hay grupos mafiosos que quieren destruirme y evitar que continúe denunciando la corrupción existente.



Nada raro que los aludidos de forma indirecta y general se reúnan en conciliábulo, “seré yo, serás tú” y decidan liquidar el dedo acusador. Moraleja. No generalices jamás, si tienes una denuncia concreta y probada acusa al culpable, no a los inocentes.

En efecto de todos es sabido que entre militares y policías existen grupos de poder privilegiados y considerados de élite. Entre “los plomos” militares por el color del uniforme están por ejemplo los del arma de caballería que se han considerado así mismo como lo más granado del ejército. De entre ellos se elije a los edecanes, a los becarios, a los puestos de comando. Entre “los verde olivos” existen los Beverly Hills, que van a dar en los barrios de alto confort de las grandes ciudades y que la ciudadanía los ha calificado de tales porque imitando a los magnates de Hollywood se han rodeado de lujo y seguridad allí donde han construido residencias fuera de lugar, gracias “al dinero mal habido” de bonos e ingresos extras de que disfrutan cuando ascienden toda la escala de grados en la institución, sin embargo, de ahí a que existan “mafias que quieran destruir” a la ministra Suxo es poco dudoso.

La segunda parte de la acusación se refiere a los grupos de empresarios que administran los juegos de azar que están prohibidos en Bolivia y que funcionan en forma clandestina unos y otros, como las maquinitas tragamonedas, con autorizaciones precarias generalmente de autoridades “coimeadas” quienes según la denunciante habrían reunido una gruesa suma para ejecutar un plan contra la seguridad física de la ministro Suxo. “han dispuesto de un fondo de 3 millones de dólares para causarme daño”. Aspecto también dudoso por cuanto, si de malas intenciones se tratase bastaría contratar algún pandillero de Colombia o Brasil que por 10 mil dólares o menos elimina al blanco deseado en lugar de gastarse millones como fantasea la titular de Transparencia. Un dramático ejemplo del funcionamiento de éstos grupos de sicarios es lo que viene ocurriendo especialmente en Santa Cruz donde es permanente el asesinato de personas desconocidas que la policía explica como “ajuste de cuentas” entre bandoleros.

La lucha contra la corrupción que Suxo pretende ejecutar hasta ahora es un descomunal fracaso. Miles de denuncias llegaron a su despacho de las que apenas unas pocas han sido procesadas y más pocos aún de los malhechores han caído en manos de la justicia. Al desperdicio han ido a parar los ingentes recursos del Tesoro de la Nación invertidos para sostener un ministerio creado con fines propagandístico, para la galería, para asustar a los verdaderos denunciantes de ilícitos cometidos dentro del propio gobierno de Evo Morales, de las instituciones oficiales. Denuncias que no prosperan por razones políticas, claro está mientras que se pone la tinta en perseguir a opositores con cargos generalmente inventados. La ciudadanía percibe un show en el accionar de la ministra y sus denuncias son para salir al paso de las acusaciones que se le ha formulado de estar su entorno familiar (esposo y hermana) bajo acción judicial por delitos diversos.

Es posible que la funcionaria incondicional del régimen esté padeciendo de “delirium in tremens” o de complejo persecutorio como fruto de su incapacidad de atacar el mal de la corrupción que azota a Bolivia, nunca como antes y que está impulsando dentro de la camarilla gobernante asumir dos medidas: 1) el control total del poder judicial porque entonces sí, teniendo jueces y fiscales totalmente funcionales podrá encarcelar a quién le venga en gana y 2) reformar la policía y coparla desde dentro, porque hasta ahora se ha estrellado contra el muro impenetrable de las “lealtades y obediencia” que son más poderosas que las reglas pasajeras o instrucciones de autoridades civiles y políticas que van y vienen, mientras que “la institución supervive por encima del mando” que emerge desde un ministerio o el Palacio Quemado