Finalmente, el presidente Morales viajó a Nueva York, no sin antes expresar sus temores por un eventual “montaje” norteamericano para implicarlo en el narcotráfico. En la Asamblea General de la ONU, Evo fue protagonista de un deslucido show sobre el “derecho al agua”, ya que el auditorio de las Naciones Unidas fue abandonado por la gran mayoría de las delegaciones, que por alguna razón se negaron a escucharlo.
¿Será que la imagen romántica del “primer presidente indígena” se ha diluido a nivel internacional, siendo sustituida por otra, mucho más real, de primer gobernante cocalero?
Lo cierto es que Evo ya no convence ni convoca como antes, desgaste que sólo puede atribuirse a él mismo, tanto por sus recurrentes e infelices declaraciones sobre los temas más diversos, como por la permisividad de su gobierno hacia el narcotráfico.
En su gris travesía por la Gran Manzana, el mandatario también dio una entrevista a la red CNN, en la cual acusó a la agencia antinarcóticos estadounidense -la DEA- de haber intentado matarlo años atrás.
Además, reiteró su animadversión hacia el último embajador de Estados Unidos en Bolivia, Phillip Goldberg, de quien dijo que “comandaba una conspiración” porque “se reunía con opositores” y cuestionaba la alianza de Bolivia con Irán.
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¿Torpedea el propio presidente los intentos del canciller Choquehuanca de alcanzar el famoso “acuerdo marco” con EEUU?
Adicionalmente, como para enriquecer el creciente corpus de las “evadas”, Morales también se despachó una frase sobre la enfermedad de su “hermano solidario, revolucionario, anticapitalista, antiimperialista” Hugo Chávez, señalando que su mal podría solucionarse “combinando la medicina científica con la originaria-natural”. Así que tal vez muy pronto veamos a algún yatiri o narco-amauta viajando rumbo a Caracas.
En resumen, el viaje presidencial osciló entre la indiferencia y el improperio, entre la contradicción y la bufonada…