Armando Méndez Morales*
Una idea muy generalizada en nuestro medio es que el desarrollo económico requiere de políticas de incentivos, de fomento y de apoyo, que los gobiernos implementen, con lo que se justifica la intervención del estado sobre la economía, el aumento del gasto público y con ello el problema del endeudamiento. En definitiva esta visión implica que el desarrollo económico vendría como consecuencia de las adecuadas políticas públicas. En tal caso, lo fundamental es que se requieren “buenos” gobiernos. Esta visión politizada del desarrollo económico está equivocada, sin decir con ello que el estado, en una sociedad moderna, no tiene roles de ineludible cumplimiento y de necesidad para que la economía se desarrolle.
Sin embargo, incluso con gobiernos deficientes la economía puede tener buen comportamiento y con buenos gobiernos lo contrario. La respuesta a esta paradoja viene como consecuencia del ciclo económico. Hay gobiernos con suerte, buenos o malos, que les toca gobernar una sociedad en la parte ascendente del ciclo económico, época que se caracteriza por el “boom económico” que a todos gusta. En cambio hay gobiernos que les toca la parte descendente del ciclo, les toca “bailar con la más fea”.
Pero el desarrollo depende, ante todo del comportamiento y la capacidad de los “jugadores económicos” que continuamente se desplazan en los espacios de juego. El desarrollo es un tema de “fundamentos” más que de políticas. Los verdaderos incentivos vienen por el lado del comportamiento libre de los precios determinados en los mercados. Si esto no se comprende vienen las decepciones.
En el inicio del hombre, más aún con sus antepasados, la única actividad económica que se realizaba era buscar alimentos para sobrevivir. No había ningún tipo de acumulación. La comida lograda se la consumía de inmediato. En algún momento el hombre comenzó a guardar, por unos días, el alimento que había conseguido al cazar algún animal, dándole muerte, para comérselo después o para intercambiarlo con “un par de hachas de piedra” que algún otro humano podía haber construido antes, y que requería con urgencia intercambiarlo por algún alimento. En toda la prehistoria del hombre, lo normal no fue el intercambio, sino la apropiación violenta, el más fuerte arrebataba con violencia lo que poseía el más débil.
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En algún momento del avance evolutivo del hombre se dio el intercambio, que es el antecedente histórico para lo que hoy se denomina economía de mercado, dando origen al precio. ¿Por qué se originó el intercambio? Es la única manera pacífica de disponer algo que uno no produce pero que necesita. Miles de años lo dominante fue que las personas producían poco y sólo para sobrevivir, el intercambio era esporádico y que tomaba la forma de trueque, no había dinero.
Pasaron miles de año, tiempo en que el proceso de intercambio avanza, cuando nace el mercado del trabajo. En algún momento una persona voluntariamente trabajó para otra a cambio de algo. En este momento surgió el salario. Cuando este intercambio se generaliza es que se habla del mercado del trabajo, y que se convierte en la forma en que la mayoría de la población de cualquier sociedad moderna vende su capacidad de trabajo a cambio de un ingreso, con lo cual obtiene los bienes y servicios que producen otros, de manera tal que el intercambio voluntario se convierte en algo generalizado, en la relación social por excelencia. Este proceso debe tener algo más de tres siglos de antigüedad. Es algo nuevo. A este proceso también se denomina “Sistema económico de mercado” o capitalismo.
El intercambio generalizado es un proceso que se desarrolla de manera natural y se autorregula. Cuando algún bien económico escasea en un determinado espacio económico, que no tiene relaciones económicas con otro, entonces, en ausencia de inflación, su precio normalmente sube y con ello se incentiva la producción de ese bien, con lo que en el tiempo el precio del bien se retrotrae a su nivel inicial. Caso contrario, si algún bien relativamente se hace menos escaso su precio tiende a bajar con lo que se desincentiva su producción, cae la producción retornando el precio a su nivel anterior. Este proceso en realidad es más complejo porque otros hechos intervienen en el proceso. El comercio entre regiones permite que el precio de un bien no suba si llega ese bien de otro lugar, o no baje si ese bien puede moverse a otro lugar. A este proceso de denomina equilibrio natural de los mercados. En la medida que se amplían espacialmente las relaciones de intercambio hasta alcanzar la totalidad mundial, lo que hoy se denomina “globalización”, el proceso esencialmente seguiría siendo el mismo, si en el mundo prevaleciese el libre comercio mundial, lo que no existe. En la realidad, los gobiernos de los Estados ponen trabas al comercio mundial bajo el justificativo de la defensa de sus industrias nacionales y de fuentes de empleo para su gente.
Adicionalmente, en la vida de las sociedades están presentes las actividades del estado que afectan el comportamiento de los mercados a través de los impuestos y del gasto público. Cuando el estado realiza gastos incrementa la demanda agregada de bienes y servicios, producidos internamente o importados, con lo que afecta el precio de los mismos, y de toda la cadena de los bienes demandados por él. Para financiar sus gastos el estado debe aplicar impuestos o debe endeudarse. Al aplicar impuestos, por lo general, genera el incremento de precios de los bienes de los bienes sujetos al impuesto, y cuando se endeuda afecta el comportamiento de la tasa de interés y del precio de las deudas.
La presencia del estado en los mercados afecta a los mismos, desincentiva el desarrollo de aquellos que son afectados por los impuestos e incentiva a los que se benefician del gasto público. La presencia del estado modifica la estructura de la oferta productiva y de las importaciones.
Históricamente se tienen ejemplos de ello. Europa se caracteriza por incentivar permanente y “defender” a su sector agropecuario, logrando en muchos casos convertir ciertos lugares en importantes productores de bienes agrícolas que desplazan la producción agropecuaria de países económicamente menos desarrollados. ¿Cuál el costo de esto? Enorme gasto público y subvenciones, financiados con deuda pública, e impedimento del desarrollo agropecuario en zonas más aptas para ello, por ejemplo, del África.
En la visión nacionalista se considera, por tanto, que es buena política de estado todo aquello que pueda beneficiar al país en cuestión, aunque esto afecte negativamente a otros. El estado debe dirigir su gasto público y sus políticas para desarrollar el aparato productivo nacional para lo cual se deben decidir e implementar políticas de fomento, de incentivo y de apoyo. ¿Qué parte del aparato productivo? Todo, no es posible. ¿Por qué un sector y no otro? No falta el romántico planteamiento que dice que estas políticas deben ser “consensuadas” entre el estado y la sociedad y deben ser sostenibles en el tiempo porque sus frutos se alcanzan en el largo plazo, lo cual es cierto. Pero quienes hacen estos planteamientos no se percatan que en toda sociedad los intereses económicos son diversos y hasta divergentes. Una política de incentivo para cierto sector y cierta actividad económica puede no ser de interés de otra, incluso puede ser opuesta para sus legítimos intereses. Por esta razón, no hay políticas consensuadas con la sociedad.
La experiencia mundial, en particular la asiática, por ejemplo, donde con mayor claridad se ha dado el éxito de las políticas de fomento al desarrollo industrial, indica que las políticas de fomento de largo aliento y sostenibles en el tiempo sólo son posibles cuando se tienen gobiernos autoritarios, también de larga data. Ejemplo, China. Adicionalmente, hay que destacar que estos éxitos se debieron al hecho de que las políticas favorecieron a grandes empresas y no a pequeñas, respondiendo al criterio económico de que las inversiones son más productivas y rentables en grandes proyectos de inversión que en pequeños. También se olvida que el verdadero éxito de los países asiáticos estuvo en que pudieron abrir mercados en el mundo desarrollado, exportaron su producción, vendiéndola a precios altamente competitivos, lo que fue posible gracias a la previa acumulación de capital, eficiencia de sus empresarios, de sus trabajadores y al uso de la tecnología. La verdadera explicación del éxito de los países asiáticos está en que se integraron a la globalización económica vendiendo y comprando, en el mundo, siguiendo las señales del mercado, que son los precios, más que a las políticas de fomento e incentivo a ciertos sectores.
*Miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas