La experiencia de pedirle a alguien una cita cuando se es adolescente es suficientemente dura de por sí. Pero para Paul Schofield, no reconocer a la chica que le gustaba la hacía peor aún.
Para Schofield, de 63 años, el momento en que pasó por tal confusión fue la primera señal de alerta de que sufría prosopagnosia, un trastorno que dificulta el reconocimiento de rostros.
Se trata de una enfermedad, explica Schofield, que todavía le hace sentir vergüenza y dificulta su integración social.
Ahora se dispone a participar en la investigación de la Universidad de Bournemouth y espera que así podrá finalmente entender las causas.
El recuerdo del momento en el que se dio cuenta que tenía un problema cuando cursaba la secundaria permanece fijo en su memoria.
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«Conocí a una chica y me gustaba bastante. La llamé a su casa para pedirle una cita. Cuando llegué a recogerla, le pregunté a quien me abrió ¿está Loretta? Y era Loretta, no la reconocí», relata.
Y como señala el propio Schofield, «la prosopagnosia te impide ser más lanzado, a la gente no le gusta no ser reconocida».
Triángulo
Los investigadores esperan que una prueba en la que grabarán los movimientos de los ojos de los afectados arrojará resultados que ayudarán a reconocer el origen de la confusión que les impide reconocer a miembros de su propia familia.
A veces, quienes sufen del trastorno pueden llegar a experimentar dificultades en identificar su propio rostro.
«Es absolutamente específico a los rostros. Saben lo que es una cara, conocen su configuración básica pero no son capaces de identificar a individuos concretos, sin importar cuán cercanos que sean», explica Sarah Bate, de la Universidad Bournemouth.
Los investigadores estiman que una de cada 50 personas del Reino Unido sufren de alguna forma de prosopangnosia.
El estudio consistirá en poner a quienes la sufren ante diversos rostros durante cinco segundos, tiempo en que se graban sus movimientos de los ojos mientras procesan lo que ven.
Cuando se hace con quienes no tienen problemas de reconocimiento, la prueba muestra que miran a las caras con un patrón triangular entre ojos, nariz y boca.
Se cree que quienes padecen la prosopagnosia, no forman ese triángulo.
Posiblemente, se hereda «Schofield se concentra en indicadores menos individuales, y lo hace casi de forma inversa», explica Bate.
Tras las pruebas, Schofield comentó que descubrió que miraba más a la boca que a los ojos. «Mientras que en mi cabeza creía que estaba mirando mucho a los ojos».
«También descubrimos que estaba mirando en un campo de visión más amplio, a las orejas y la frente».
No hay cura para algo que podría ser hereditario. Quienes la sufren, tratan de recordar información que no es facial, como la voz o el corte de pelo.
Fuente: bbc