Argucias asfixiantes del TIPNIS

Winston Estremadoiro

WINSTON_thumb Caramba que había costado soltar el hueso. Qué mejor ejemplo que el gobierno cocalero matando varios pájaros de un tiro en el TIPNIS.

Con el lanzazo mortal de la carretera al Beni, sin estudio ambiental ni consulta a indígenas; tal vez con las “coimisiones” por delante de una constructora brasileña matrera en gajes corruptos. Con la legitimación de hecho de la penetración cocalera: solo en la punta de lanza que ya invade el área protegida hay unos 60 sindicatos de colonos. Con la tala de medio millón de árboles, dizque con manchón millonario de mara, caoba, o como quieran llamar a la madera cuyo nombre hace brillar los ojos de codicia a chinos y japoneses. Con el negocio de vender tierras a miles de colonos adicionales, que organizados en sindicatos y centrales daría sustento al régimen cocalero. Con el vamos a petroleras, que hallando algún bolsón de gas natural o petróleo devuelvan la petulancia triunfalista para alardear y ocultar el fracaso nacionalizador de hidrocarburos.



Los marchistas del TIPNIS despertaron la conciencia de los bolivianos con su humildad y estoicismo. Al sentimiento de que somos diversos, que todos contamos, y que el norte es la unidad en la diversidad. A que la wiphala andina tiene su contraparte amazónica en la bandera blanca con flor de patujú en diagonal.

Para el régimen plurinacional, sin embargo, era demasiado hueso para soltar a una marcha de indígenas que se creyeron el cuento de las 36 nacionalidades, cuando la que en verdad pisa fuerte es la aymara, disfrazada de “quechuaymara”. Su gobierno lanzó su conocida “estrategia envolvente” para desdecir lo dicho y deshacer lo hecho. Hoy conjeturo cuáles serían algunos de sus componentes.

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Si hubiese que poner nombre a la argucia gubernamental, sería “Operación Intangibilidad”. Usa como medio de agresión la intangible o inmaterial de la reserva natural a preservar. Ignora equilibrios culturales y ecológicos de selvas e indígenas cazadores, pescadores y recolectores. Soslaya las acciones autosustentables en una reserva natural que así la hollaran, la preservaran; como el turismo ecológico.

Por el lado de la republiqueta cocalera, como la ignorante reina decapitada que recomendó que la plebe hambrienta de París comiese torta en vez de pan, se usa la intangibilidad del TIPNIS con criterio de perro del hortelano. Si la reserva natural no ha de ser para los cocaleros, pues que los indígenas coman masaco de plátano del monte y charque de animales silvestres cazados con arco y flecha. Se inicia el bloqueo de artículos de primera necesidad, como si los indígenas no conocieran de sal y azúcar; no supieran de velas y fósforos y lampiones; ignorasen de la aspirina para los resfríos de sus críos.

Los cocaleros aplican una censura más a la libertad de expresión al no dejar entrar a la zona a reporteros y camarógrafos, quizá para no dejar salir a la luz desmanes gubernamentales, porque lo que no se ve, no se siente. Dejaron sin efecto la caza controlada de saurios y los ingresos que significaban, quizá porque poco entienden de la explotación sustentable de los recursos del monte.

Por el lado paceño, que los accesos al TIPNIS por el noroeste lo son, botaron al bebé con el agua de baño al poner trabas a turistas aventureros de miles de dólares, cuando lo correcto era ajustar clavijas para que empresas de turismo, con salvaguardias ecológicas del caso, sean socias, no patrones, de lugareños indígenas organizados en tamaño negocio.

Por el lado beniano, el comodín indigenista encandiló a los humildes con abanicos de plumas de parabas en armazón de tacuara en San Ignacio de Moxos, parloteando su tesis revesera de que el concepto de intangibilidad implica que ni sus habitantes originarios toquen el TIPNIS. Por supuesto, logra adhesiones a la reactivación del lanzazo de la carretera que atraviese, y destruya, el TIPNIS.

Marean la perdiz con millonadas de inversiones, como si la gente fuera estúpida y no se acordase de que en 2010 eran 4.000 millones de dólares de proyectos que prometió el Vicepresidente. Ahora son 3.000 millones de inversión anunciados por un funcionario de menor rango, quizá para evitar el inteligente careo del periodista que preguntaría al letrado qué pasó con los 4.000 millones del año pasado. García Linera tendría que salir por la tangente acusando a la prensa de acoso reaccionario, para no revelar la triste realidad de un porcentaje minúsculo de ejecución, de tanto incapaz, pero adulón, al mando de las empresas estatales.

Contaba una amiga que de los veintidós parques nacionales, dos son los únicos autosustentables –que hacen cuadrar gastos con ingresos del turismo ecológico–: la Reserva Natural Eduardo Abaroa de los lagos multicolores en el sur potosino, y la maravilla natural del Parque Nacional Madidi, que desciende desde los refugios de alpacas en Ulla-Ulla hasta las selvas tupidas cercanas a Puerto Heath. Pero los chilenos que entran por San Pedro de Atacama están aprovechando gratis de nuestras bellezas naturales, reclamé. No es cierto, pagan cien dólares por persona, contraatacó. El Parque Madidi, al calor de famosos visitantes, hasta tiene una fundación que se encarga de recaudar dineros para resguardos, guardaparques y equipos.

Refuerza mi postura de que el turismo ecológico, autogestionario y autosustentable, es quizá la única esperanza para el TIPNIS. La iniciativa no será gubernamental, sino vendrá del apoyo internacional.

ANF