Democracia española: una sana envidia

Manfredo Kempff Suárez

La democracia española ha vuelto a ofrecer una lección de lo que es entender y aplicar la constitucionalidad luego de las elecciones del domingo pasado, donde resultó vencedor por mayoría absoluta, en su tercer intento, el derechista líder del Partido Popular (PP), Mariano Rajoy.

El tránsito democrático entre socialistas y conservadores en España, a partir de 1982, ha sido ejemplar. Los debates parlamentarios y algunos enfrentamientos verbales entre los candidatos del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el PP, aunque a veces ácidos, han tenido un nivel respetuoso. La celosa salvaguardia del sistema de derecho en España no ha permitido que ni por un momento se lo ponga en riesgo, más todavía, cuando se produjo el vértigo de aquella aventura del coronel Tejero, allá por 1981, en pleno posfranquismo, que no fue nada divertido.



El PSOE se va del gobierno luego de una gestión muy poco afortunada del presidente Zapatero, que no tuvo la eficiencia esperada, que causó malestar en el ánimo de los españoles, que ha dejado a esa nación en un estado crítico dentro de la Unión Europea. La respuesta inmediata del pueblo fue volver la vista hacia la derecha, hacia el PP, hacia ese partido que durante la administración de José María Aznar había colmado muchas expectativas y que se lo ha reputado de eficaz y serio.

Mariano Rajoy arrasó en los comicios de hace una semana y el PSOE conoció su derrota más severa en esta etapa democrática de más de35 años que vive España. Cae la izquierda y sube la derecha. ¿La derecha?, nos preguntamos los bolivianos. Porque la derecha en Bolivia es algo impronunciable. Aquí, en Bolivia, hasta el centro tiene olorcillo a fascismo. Todos quieren ocupar un lugar a la izquierda en sus diferentes gamas. Pero sí, retorna en España la derecha moderna, liberal, progresista en serio, que alienta la economía de mercado y los valores del individuo, sin caer en posiciones cerradas de un tradicionalismo o conservadurismo a ultranza. Muy lejos de esa derecha decimonónica están Rajoy y el PP.

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Pero la sana envidia que nos produce el cambio español no tiene que ver solamente con que haya ganado la derecha, sino cómo ha ganado y con qué sobriedad ha recibido su triunfo. Es aquí donde salta la diferencia con Bolivia. Un triunfador como Mariano Rajoy, que tiene la mayoría absoluta y que no requiere de alianzas, no es lo mismo que un Evo Morales triunfante, con aplastante mayoría. Rajoy celebra – ¡cómo no! – pero sus primeras palabras son de paz, de unidad, un llamado a todo el país para superar la crisis conjuntamente. Evo Morales gana y amenaza a sus adversarios desde el primer día, se queja con rencor y amargura, acusa desde el Congreso en el momento de su investidura, trazando una línea donde de un lado están los suyos y de otro los enemigos.

Lo primero que hace Mariano Rajoy es llamar a su adversario perdedor, Pérez Rubalcaba, para abrirle la mano franca, para expresarle que todos los españoles son necesarios en la hora actual. Eso se llama señorío. Evo Morales lo primero que hace, a horas de vencer en las últimas elecciones presidenciales, es tratar de encarcelar a su principal contrincante Manfred Reyes Villa, hacer que huya del país tratando de cerrarle las rutas de escape por todas las fronteras. ¡Insólito! ¡Primitivo! Y se procede de igual manera con el empresario y político Samuel Doria Media, a quien el gobierno del MAS trata arteramente de hundirlo, de quebrarle su economía. Los que compitieron con S.E. están ahora con sendos juicios para que se alejen de toda posibilidad de aspirar a rivalizar con él una vez más.

Y no solamente las represalias son contra los adversarios de S.E. por la silla del Palacio, sino contra quienes tuvieron la osadía de haberle llamado a la compostura cuando él era un diputado cocalero desconocido y alentador de bloqueos. Ahí vemos a Jorge Quiroga, Leopoldo Fernández, y el caso patético, abusivo, atrabiliario, de Guillermo Fortún Suárez. En el último caso, el de Fortún, si éste no hubiera lanzado su candidatura a la alcaldía paceña – que además estaba perdida de antemano – el gobierno no se hubiera ocupado de él. Pero fue suficiente que asomara la cabeza para le cayera la guillotina de una justicia morbosa que se campea en el país.

Quiera Dios que el ejemplo de Rajoy como de toda la derecha europea y occidental sirvan de algo en nuestro país. En primer lugar, que les quite las anteojeras a quienes ven en la derecha una tendencia nazi, diabólica, maldita. La derecha democrática es una opción universalmente válida, es la alternativa natural a las sucesivas izquierdas ineficientes e inoperantes. Izquierdas tan incapaces que ahora han degenerado en el populismo que vivimos en Bolivia, como este masismo que sí es totalmente descabellado e insensato, porque, aunque se diga de izquierda, carece de toda doctrina, de programa, y sólo se alimenta de la demagogia, el despilfarro, y la mediocridad.