Despreciar-odiar-despilfarrar-involucionar

Iván Arias Durán*

ivan-arias-duran En general la historia boliviana se mueve en un círculo vicioso que lejos de permitirnos avanzar nos destruye y encierra en la miseria del no ser. Este círculo esta signado por la ruta del Desprecio (nada de lo avanzado en el pasado sirve), luego Odio (desencadenamos procesos de confrontación entre supuestos culpables y liberadores), le sigue el Despilfarro (votar ingentes cantidades de dinero para mostrar que estamos refundando la patria) para terminar en la Involución (llegar al punto del Desprecio, pues, cambia nada cambia). La aplicación estratégica de este círculo perverso se ha manifestado más que nunca durante este último quinquenio. Por ello, los bolis, vemos estupefactos cómo, hoy, el tan pregonado “cambio” termina repitiendo recetas antes vilipendiadas: atracción de inversiones privadas, desarrollismo a ultranza, fondomonetarismo que obliga a sincerar las finanzas públicas y clasismo antes que etnicismo.

Hace años recibí esta carta de un amigo y compañero de lucha que cambió mi vida y guió el norte de mis actos. Si en la vida de una persona se podría resumir la historia de un país, en esta carta podemos ver el futuro que estamos construyendo y lo que nos queda si a tiempo no cambiamos de actitud. La resumo para usted amable lector: “Finalizaban los años setenta; empezaba la “U”; mi formación secundaria, como sabes, paso entre una estricta educación académica, formación en la teología de la liberación y marxismo. Así, mientras bebía del cáliz de Cristo con unción, asimilaba, con pasión, la historia desde el marxismo y el leninismo. Jesús era mi fortaleza espiritual y el Che me convocaba a la acción transformadora. Ya en la UMSA, solté todas mis energías revolucionarias en ella, en las minas, las fábricas y villas. En la clase obrera predestinada a la liberación encontraba a Cristo hecho hermano lo que me impulsaba con mística a no desmayar en la búsqueda de la sociedad socialista sin pobres ni ricos, sin explotados ni explotadores: el paraíso en la tierra que se daría gracias a la dictadura democrática del proletariado.



En noviembre del 79, un loco militar dio su golpe de Estado: en tres días mataron a más de 80 personas. En la ladera donde resistíamos a las hordas fascistas, al “Cachito”, con el que estábamos, en una zanja, escondiéndonos de las patrullas, al levantarse para ver si las mismas habían ya pasado, le llegó una bala en pleno pecho que lo mató instantáneamente. Te acuerdas? Por primera vez vi la muerte a mi lado. Juré venganza, por lo que, en el futuro, a militar y burgués que viera lo mataría como a perro. Desde la vitalidad, impotencia y dolor juvenil, el odio se apodero de mí.

El 80, vino el golpe de los narcos. Resistimos en los barrios y centros mineros, pero más pudo el poder de los tanques. Caímos presos. Fuimos vilmente torturados y tú baleado, pero sobrevivimos. Interpreté que eso era una señal para, a nombre del proletariado, cumplir la tarea de llevar hasta sus últimas consecuencias el odio y lucha de clases como principio y método para extirpar de la patria a los opresores y sus lacayos.

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Vino la democracia, festejamos y con el lema “ahora es cuando” aprovechamos para llegar al socialismo, buscar y matar a nuestros torturadores. El desprecio por el otro y las ganas de destruirlo marcaron mi forma de vida. En esa búsqueda jodí la vida de cuanto “tira” (soplón) descubrí. Jamás pillé al “tira” que nos había torturado. En el ínterin murió el mito obrero y vino el 21060. Luego cayó el muro de Berlín, desenmascarando al socialismo real. Quedé sin rumbo, pero con mucho odio. La vida ya no era tan fácil, pues ya nada era solo blanco o negro, derecha o izquierda. Todo se había complejizado. Y en vez de asumir fuertes dosis de ubicatex, preferí huir a través de la joda, el alcohol y las mujeres. En pocos años, ya es 1992, he destruido mis sueños de justicia social y el paraíso buscado se ha vuelto mi infierno. Solo he “asesinado” en vida a los seres más queridos: mis padres, mis hijos, mi esposa, mis amigos. El odio está acabando con mi existencia y ahora, alcohólico y cagao, solo me queda la mano, el apoyo, la presencia y los cuidados de una puta con la que me junté: su padre había sido un “tira”… Negro, por qué en su momento no me atreví a perdonar? A perdonarme? Por que deje que el odio envenene mi ser? Por que deje que el circulo maldito del desprecio, odio y despilfarro me carcoma el alma sin permitirme mirar hacia adelante? Viví? Te confieso que no!. Y es que, como dijo Yibran Kalil: “Usé el odio como un arma para defenderme. Si hubiera sido valiente, jamás hubiera necesitado esa clase de arma.”Negro, hermano, sal de ese círculo maldito, no te dejes envolver: rómpelo y mira adelante porque pa´ eso Dios nos ha puesto los ojos adelante y no atrás!”

*Ciudadano de la República de Bolivia

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