No aceptaré que me discriminen

Elio Pedraza Vargas

elio-pedraza Cuando uno decide escribir sobre un acontecimiento es porque se lo palpa, se lo vive y se lo siente, pero es indudable que cuando nos toca, lo pensamos una y mil veces para exponerse ante el público que nos lee o que me lee.

A veces pareciera que todo es tan normal y que uno solo se dedica a desarrollarse intelectualmente o buscar mejorar económicamente, pero de qué sirve devorar libros y buscar todos los especialistas para mejorar una deficiencia mental leve, en uno de los seres más queridos.



Cuantas veces uno se levanta para culpar o preguntar ¿por qué Dios, por qué? Y cuál es la respuesta con la que nos encontramos y nos conformamos; que son unos ángeles enviados por Él para humanizar al mundo, pero que carga más pesada cuando se tiene que lidiar con ese mundo al que hay que humanizar.

Y se tiene que soportar la mirada atenta y curiosa de muchos que con asombro ven la anormalidad de alguien tan normal o la constante risotada de sus compañeritos que apuntan inocentemente porque no respondió tal como ellos lo hicieron, en fin, son niños al igual que ella.

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Y ver cada día el cansancio de la maestra porque no logró que la pequeña aprendiera la tabla de multiplicar o llegara al número diez escrito literalmente. Y escuchar como los institutos o asociación e incluso fundaciones, toman determinaciones sin comprender a los padres o dejarlos de lado porque no están dentro del proceso de aceptar que sus niños sean el objeto de un estudio para recaudar apoyo internacional.

Que realidad más amarga y dulce, amarga por lo difícil que es hacer comprender al que se considera con el poder de determinar si pasa o no esa pequeña de año y que dulce porque aun inocentemente dice “no me quede a reforzamiento” y se ve la sonrisa de ese Dios, que nos impulsa a seguir, porque el mundo no se termina ahí, la lucha continua.

Y me siento y rebusco en la CPE, en la Declaratoria Universal de los Derechos Humanos, en la Ley de la Educación “Avelino Siñani – Elizardo Pérez”, en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en la Ley 1678 y su Decreto Reglamentario, en los Decretos Supremos que han sido promulgados por los diferentes gobiernos que administraron el estado Plurinacional de Bolivia.

En ninguna parte de nuestro ordenamiento jurídico se entrega a quien tenga discapacidad, que esté a merced de decisiones arbitrarias y prepotentes de quienes por estar coyunturalmente en el cargo de directora o profesora la margine por considerarla no apta para un curso superior.

Hoy, como padres, no escondemos a nuestros niños con discapacidad, más bien buscamos las alternativas para mejorar su desempeño en una vida normal, porque nunca estaremos para siempre con nuestros pequeños y cuando estén solos, quien nos garantiza que lucharán por ellos, si aún ahora con nosotros presente, lo discriminan.

Pero es precisamente por ese el motivo que nos aferramos ha el apoyo de los profesionales de educación especial. Ya que ellos son quienes tienen toda la obligación de orientar a las familias, al maestro y que en ocasiones deben realizan un trabajo individual con el niño o niña dentro o fuera del aula.

Pero ya es tiempo que los cientos de estudios y la capacitación permanente de los educadores, pongan en práctica la flexibilidad de los programas educativos que permita al niño o niña con discapacidad integrarse en cualquier ambiente, que la socialización y la adaptación estén por encima del uno más uno.

Y se tiene que tener la seguridad, que ante cualquier acción discriminatoria, ya no se necesita peregrinar de colegio en colegio escuchando las locas ideas de quienes aún no comprendieron que la igualdad de todos los bolivianos esta en las leyes.

Y que hoy el tiempo llegó, porque se tiene que luchar, porque para nosotros, nuestros niños son la raíz de una hierba que es un anhelo por llegar a Dios, mientas que para los otros, nuestros niños no son más que una raíz, sepultada en la tierra.