Palabra empeñada

Recuerdos del presente – Humberto Vacaflor Ganam

Siempre que aludo a la situación de Somalia, el Estado fallido del África, ese que dejó de existir en 1991, quedo en deuda con quienes quieren saber cómo son los habitantes de ese país que no pudo ser.

¿Cómo son los habitantes de ese territorio donde el Estado se disolvió después de 30 años de haberlo intentado, desde 1959?



Las crónicas de la prensa europea, siempre en relación con los piratas somalíes que fatigan el océano Índico, aluden a la situación económica y al caos que reina en ese territorio.

Los antiguos griegos, los romanos, e incluso los asiáticos, mandaban a buscar mirra hasta ese territorio ubicado en el cuerno del África para usarlo en sus ceremonias religiosas. Estaba pendiente el hallazgo del khat, esa droga estimulante con efectos idénticos a la coca andina que habría de añadir un elemento alucinógeno a la muerte del Estado somalí en 1991.

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Graham Green aporta a la comprensión de lo que es esa sociedad.

“La nación somalí está estructurada en base a la ley consuetudinaria. Esto es excepcional, porque casi todas las naciones en el mundo se organizan en base a la ley legislada. El apego de los somalíes a su ley consuetudinaria es por la simple razón de que ellos piensan que es mejor que la ley legislada.”

Está aludiendo a una situación parecida a los “usos y costumbres” o a la “justicia comunitaria” y todas las ideas que los apresurados ideólogos del “cambio” boliviano incluyeron en la constitución antes de abandonar el proyecto por considerarlo muy complicado, sobre todo si va a depender de quienes producen la materia prima de la droga.

“La ley consuetudinaria somalí consiste en un compuesto de leyes tribales e instituciones. Cada tribu somalí, y hay más de 40, tiene su propia ley consuetudinaria… Hay algunas diferencias entre los varios cuerpos de ley… En las cuestiones esenciales, en relación a la vida, la libertad y la propiedad, las leyes de las diversas tribus tienden a ser casi las mismas”.

La opinión de Graham Green es desconcertante por las similitudes que se descubren con la situación boliviana.

Lo que me faltaba para tener un panorama más completo sobre Somalia era la vivencia de alguien que hubiera estado allí, que supiera cómo son los somalíes, esos ciudadanos que viven sin tener un Estado, ocupando un territorio “libre” en todos los sentidos, “libre” de todo. Allí todo vale. Cada quien vive de lo que más le gusta, desde el tráfico de mujeres, de armas, de droga, o asaltar a los barcos que pasan cerca de sus costas. Han llegado a vender seguros contra asaltos a las empresas navieras.

Mi sobrino estuvo allí. Trabajó muy cerca de Somalia y me ofreció el testimonio que yo estaba necesitando. Los somalíes son conocidos en el África por no cumplir con la palabra empeñada. Pueden decir si y no casi al mismo tiempo. Pueden promulgar leyes en un sentido y de inmediato propiciar movimientos para contrarrestarlas. Gente sin honor.

Para hacer un Estado se necesita algunas cosas, comenzando por un territorio, pero lo esencial es que su gente, y sobre todo sus dirigentes, tengan sentido del honor.