Brasil se blinda con un escudo de 900.000 km2; narcotráfico y robo de autos: el mayor problema en frontera con Bolivia

Las FFAA brasileñas ‘barrieron’ los límites con Bolivia en 16 días. Con diplomacia, han dejado claro que el barrido de las fronteras tiene un mensaje para Bolivia, Perú y Paraguay.

Brasil se blinda con un escudo de 900.000 km2

Control. Las FFAA brasileñas ‘barrieron’ los límites con Bolivia en 16 días.

Ruy G. D’Alencar. Brasil, El Deber



Brasil puso un candado en sus fronteras en el término de 16 días. Las autoridades civiles, militares y policiales brasileñas, con diplomacia, han dejado claro que el barrido de las fronteras tiene un mensaje para Bolivia, Perú y Paraguay: “(Ágata 3) es un elemento de disuasión que demuestra que el Estado brasileño existe y que actuará. Además de la reducción inmediata de la delincuencia, lo más importante es demostrar la presencia del Estado en la frontera”. Palabras del ministro de Defensa Celso Amorim.

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Durante el operativo, las Fuerzas Armadas de Brasil barrieron un franja de 6.000 km por 150 km de ancho (una superficie de 900.000 km2), en las fronteras con Bolivia, parte de Perú y de Paraguay.

Los militares brasileños mostraron el peso de su artillería en un operativo considerado por su Gobierno como un ejercicio de seguridad. La frontera con Bolivia, esa línea imaginaria que el ministro Celso Amorim subraya como la más grande de sus fronteras (un tercio de sus 17.000 kilómetros de límites), fue rastrillada por 6.500 efectivos de la Armada, el Ejército y la Fuerza Aérea, además de patrullas de la Policía Federal, que dispusieron de 200 vehículos militares, 70 aeronaves entre aviones de caza y helicópteros y 10 navíos de combate.

Narcotráfico, robo de vehículos, tráfico de armas y contrabando, según explican altas autoridades del gigante suramericano, son las presas que persiguen operativos como este, pues afectan a la seguridad interna de la nación que será la capital deportiva del mundo dentro de los próximos  cinco años, en 2014 por el Mundial fútbol y en 2016 por las Olimpiadas.

En el cuartel de operaciones de Campo Grande (Mato Grosso do Sul) se verificó el rigor de la acción conjunta de patrullas de las FFAA y la Policía Federal, en los puestos fronterizos de Corumbá y Lampeao, así como en aguas del río Paraguay a bordo del navío de Paranaiba y sobre los cielos del pantanal brasileño.

“Un ejercicio general de seguridad”, explica el ministro Amorim. “Una demostración de fuerza en la línea que separa el territorio brasileño de sus vecinos”, dice el Cnel. Jefson Borges, una de las cabezas militares que monitorea la intervención desde el Comando del Oeste de Campo Grande.

imageimage Monitor. El Parnaíba del río Paraguay es uno de los 10 navíos de combate que se utilizó para patrullar durante Ágata 3

Se trata de uno de los ejercicios militares de frontera más grandes de la región en tiempos de paz y en los últimos años. “Ágata 3 es producto del Plan Estratégico de Fronteras (PEF) para la seguridad de Brasil, algo que se hace más necesario por la proximidad de importantes eventos deportivos”, dice Edgar Paulo Marcon, secretario regional de la Policía Federal en Mato Grosso do Sul.

En Brasil, las autoridades se esfuerzan por aclarar que no hay ninguna intención bélica en esta movilización, tratándose un ensayo, una cuestión de seguridad frente al crimen.  

El tráfico de drogas y la violencia que conlleva esta actividad son una amenaza que las autoridades de Brasil ven venir desde el horizonte del oeste, desde la Amazonia, el Pantanal y el Chaco, sobre todo desde Bolivia.

En lo que va del año, según datos del Ministerio de Justicia de Brasil, se han incautado en esta frontera alrededor de 95,6 toneladas de marihuana y 15,7 de cocaína, sumando un total de 111,4 toneladas de droga retenida.

Este año hubo dos operativos iguales en otras regiones: Ágata 1, al norte, en la frontera brasileña con Colombia y Perú, donde el bosque espeso de la Amazonia tiene acceso aéreo; y Ágata 2, al sur, donde limita con Paraguay y Argentina. Ágata 3 está dirigido a la frontera viva de Brasil, al centro-oeste, donde parte de Perú, Bolivia y parte de Paraguay tienen un tránsito intenso de personas y de productos. Reconocida por autoridades brasileñas como zona caliente del narcotráfico y del contrabando.

El operativo no es un hecho aislado. Se enmarca dentro del plan de fronteras brasileño (DS 7496 de junio de 2011) y este a su vez en la Estrategia de Defensa Nacional de Brasil (DS 6703 de diciembre de 2008).

Al otro lado de la línea que divide Bolivia y Brasil, durante el operativo, todo se tiñó de camuflado. La gente que vive en las ciudades límite, en los estados de Acre, Amazonas, Rondonia, Mato Grosso y Mato Grosso do Sul, ha visto a diario tropas del Ejército moviéndose como hormigas en vehículos, aviones de caza y helicópteros y en navíos que cortan sus ríos.

La Policía Federal desplazada en las ciudades, la Policía Rodoviara en los caminos, ambas apoyadas por los aparatos de inteligencia, y a su vez en coordinación con las FFAA.

Los puestos de control de Corumbá, Guajara-Mirín y Brasileia, lucen revestidos de soldados armados que inspeccionan cada vehículo que cruza desde Bolivia.

El resultado: se incautaron 10 vehículos ligeros indocumentados, 27 motocicletas y cinco buses y camiones (uno de ellos cargado con alrededor de 10 toneladas de explosivos), además de ocho embarcaciones. La lista de material capturado incluye 467.871 reales en efectivo ($us 265.000), 17,8 kilos de pasta base de cocaína, más de 600 kilos de marihuana y 34 armas.

En resumen, un megaoperativo que consiguió reducir el 85% de la actividad delictiva en la frontera con Bolivia, de acuerdo con Wantumir Yacini, secretario de Justicia y Seguridad del Estado de Mato Grosso do Sul.

El tráfico de narcóticos fue ahogado y muy poco de esa carga clandestina llegó a cruzar la raya que divide a los dos países. Como resultado, informó el Gobierno de Brasil, el costo de la pasta base de cocaína aumentó un 60% en Cáceres y 65% en Oro. El precio de la marihuana aumentó 100% en Cuiabá y Campo Grande.

Una vez cerrada la operación Ágata 3, el resto de las tareas de control quedan en manos de la Policía Federal.

Una operación comandada a control remoto

Campo Grande, 9:00 horas del lunes. El Comando Militar del Oeste abre sus puertas y deja ver el interior de la base de control de Ágata 3. El lugar tiene la categoría de absoluta reserva militar y antes de nuestro ingreso, ni siquiera oficiales de rango están autorizados para entrar.

Hay una docena de oficiales de Ejército, navales y de la Fuerza Aérea, encerrados en un salón amplio. Desde ahí se monitorea en imágenes, con audio y en tiempo real todo lo que está sucediendo en los 6.977 kilómetros de largo que abarca el rastrillaje de fronteras con Bolivia, parte de Perú y de Paraguay.

“Nuestro poder de fuego es muy superior al que tienen las organizaciones criminales, esta operación es sencilla”, dice uno de los coroneles que comanda la acción. De fondo se ven dos tableros gigantes que dibujan la frontera con Bolivia, con puntos amarillos y rojos marcados y otros que se mueven.

Desde ese salón se decide qué acciones tomar, sea por aire, ríos o tierra. Las tres fuerzas se mueven al unísono y tienen el apoyo de la Policía y de la justicia. Todo se coordina.

Un día después, un helicóptero militar nos llevará desde Campo Grande hacia la región del Pantanal brasileño para hacer un reconocimiento en el terreno de operaciones de Corumbá. La tripulación reporta a Campo Grande lo que ve, cada 15 minutos.

Un navío de combate llamado Parnaíba espera en las aguas tranquilas del río Paraguay. La embarcación, que es una reliquia acondicionada que data de la Segunda Guerra Mundial, alberga a 70 hombres de la marina y está munida de cinco ametralladoras pesadas y de dos cañones. 

Allí el comandante del monitor, Wagner Goulart, nos va a decir que tienen una escuadra de inspección encargada de abordar embarcaciones irregulares y notificarlas o detenerlas, según el caso. Desde la embarcación se emite informes a Campo Grande cada hora.

Para un mejor despliegue, tienen el apoyo de helicópteros de la Fuerza Aérea, que rastrean desde el cielo elementos raros en aguas brasileñas.

Más tarde, un oficial de Ejército nos recogerá del puesto naval de Corumbá para llevarnos hasta los puestos de control terretre de Lampeao (camino a Campo Grande) y de ingreso a Corumbá. En cada puesto, hay 30 uniformados bien armados, que revisan uno por uno a los pasajeros que vienen del lado boliviano. Bolsos, maletas, cajones, todo se revisa con ayuda de perros antinarcóticos. Esa ha sido la metodología de control que se aplicó en toda la frontera en 16 días.

     Para saber  

Tres oficiales de enlace del Ejército, Armada y Fuerza Aérea de Bolivia acompañaron las acciones de la Operación Ágata 3, en las proximidades de Guajará-Mirim. La presencia de veedores de las FFAA bolivianas en el operativo, para Brasil, representa el interés de Bolivia en cooperar en la lucha contra el crimen en la frontera.

Para la vigilancia del espacio aéreo, la Fuerza Aérea brasileña utilizó aviones de caza A-1, F-5EM y A-29 Super Tucano en las ciudades de Tabatinga, Campo Grande, Cuiabá, Vilhena y Porto Velho, apoyados por aviones de alerta temprana E-99, equipados con radares para aeronaves de baja altura.

Para apoyar las actividades terrestres y fluviales, se utilizaron aviones de transporte C-130 Hércules, C-105 Amazonas,  C-97 Brasilia, C-98 Caravan y C-95 Bandeirante.

Ágata 3 fue coordinada por el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas (EMCFA), como  parte del Plan Estratégico de Fronteras (PEF) puesto en marcha en junio pasado por la Presidenta Dilma Rousseff. El plan es coordinado por el Vicepresidente Michel Temer.

Narcotráfico y robo de autos son el mayor problema para Brasil

Frontera. Militares brasileños realizaron el operativo Ágata 3 en el límite con Bolivia.

imageVigilancia. Militares brasileños revisan equipajes de pasajeros bolivianos que ingresan a su territorio en Corumbá. Fue el martes 6. Foto: Eduardo Schwartzberg.

La Razón / Miguel A. Melendres / Campo grande, Brasil

Autoridades brasileñas coincidieron en sostener que los delitos transfronterizos más comunes en el límite de Brasil-Bolivia son el narcotráfico y el contrabando de autos robados. El Operativo Ágata 3, que movilizó a 6.500 soldados en la línea divisoria, mermó esas labores ilícitas, dijeron.

El problema serio que tenemos, además del narcotráfico, es el robo de vehículos, que son cambiados por estupefacientes en Bolivia”, evidenció esta semana en Campo Grande el superintendente Regional de la Policía Federal, Édgar Paolo Marcom. Señaló que el tráfico de drogas acarrea otros delitos, además del robo de automóviles, aspecto que preocupa a su país por la ola de criminalidad.

La misma percepción la tiene el secretario de Justicia y Seguridad de Estado de Mato Grosso do Sul, Wantuir Yacini. “En la frontera con Bolivia, lo que más nos está dando trabajo es el tráfico de cocaína y el robo de vehículos automotores de Brasil que son internados en Bolivia. A muchos de ellos se los cambia por droga en territorio boliviano”, manifestó.

Al margen de esa percepción, reconocen que disminuyeron las actividades ilícitas en la frontera.

La Inteligencia brasileña, por otra parte, evidenció que tras el operativo el precio de la droga aumentó considerablemente en el mercado. El martes, Yacini informó además de que la actividad del narcotráfico mermó en un 85% producto de los operativos conjuntos fronterizos Ágata 3.No obstante, Yacini advierte que esta actividad solamente se ha paralizado y que la droga es almacenada en alguna región de Bolivia hasta que pase el control.

El coronel de la Fuerza Aérea Brasileña, Jefson Borgues, manifestó que el empleo de 70 aeronaves de su país surtió efecto en la frontera y calificó el operativo como “simple” porque los criminales no han intentado enfrentarse al poderío militar.

“La operación, en términos militares, es muy simple. Nuestro poder de fuego es muy grande contra las organizaciones criminales. No hemos tenido grandes dificultades porque no pasa por la cabeza de ellos enfrentarnos”, aseveró.

Ágata. Con la anuencia de su presidenta Dilma Rousseff, Brasil empezó a implementar desde agosto el Plan Estratégico de Fronteras. A través de esta operación movilizó a 6.500 efectivos militares de la Fuerza Aérea, la Marina y el Ejército, además de otras organizaciones de represión al delito estatales y regionales del país vecino en los 17.000 kilómetros de frontera que tiene con 10 países, incluido Bolivia.

Las movilizaciones fronterizas que son comandadas por el vicepresidente brasileño, Michel Temer, y los ministros de Defensa, Celso Amorim, y de Justicia, Eduardo Cardozo, se iniciaron en el norte de Brasil (Ágata 1), en el sur (Ágata 2) y desde el 22 de noviembre, en el centro de la frontera brasileña que colinda con Bolivia (Ágata 3), con el objetivo de combatir los delitos fronterizos.

Fue el mismo Amorim quien manifestó que, aunque “no hay nada en particular con ningún país vecino”, había mucha preocupación con la criminalidad registrada en Brasil, por causa del contrabando y del tráfico ilícito de drogas desde Bolivia.

“Estamos hablando con Bolivia para hacer ejercicios conjuntos que permitan a los dos países hacer un trabajo en frontera”, declaró el ministro Amorim.

En el transcurso de la última semana, autoridades brasileñas hicieron conocer las acciones que su gobierno lleva adelante dentro de sus fronteras y demostraron la capacidad organizativa que tienen para trabajar en forma integrada.

La Razón participó de los operativos terrestre, aéreo y de la Marina en el Comando Militar del Oeste, donde tiene su centro de operaciones el Ágata 3 en Campo Grande.

Constató los trabajos en el río Paraguay (frontera con Argentina) del buque monitor Parnaíba, el más antiguo de la Armada; las acciones de control de vehículos por el Ejército en Corumbá (frontera con Bolivia); además del monitoreo de todos los vuelos por parte de la Fuerza Aérea, en Campo Grande.

Grandes eventos

La preocupación de Brasil por la ola delincuencial en su territorio crece, por la proximidad del mundial de Fútbol 2014 y de las Olimpiadas 2016 que organizan. Las autoridades quieren tener el control de la gente que transita en su frontera, dice Paolo Marcom, autoridad de Campo Grande.