Con su país aislado, los ingleses no saben si festejar o llorar

La decisión de Cameron de no sumarse al pacto europeo generó sorpresa y desconcierto

La mayoría de los británicos no sabe todavía si celebrar o ponerse a llorar. La decisión del primer ministro David Cameron de convertir al Reino Unido en el aguafiestas de Europa los ha dejado totalmente desconcertados.

Gran Bretaña fue ayer el único de los 27 países miembros de la Unión Europea en no adherir al pacto fiscal intergubernamental. Y esto aquí no se esperaba.

Todos los sectores involucrados creían que el jefe de gobierno conservador regresaría de Bruselas con la satisfacción de haber participado de la cumbre destinada a desterrar el apocalíptico escenario del naufragio del euro y con alguna que otra concesión a favor de la City londinense.



Su retorno con las manos vacías, pero cargado de una dura retórica aislacionista, provocó escozor, halagos y críticas, todo en igual medida.

Cameron defendió su proceder asegurando que no tenía otra opción. «Yo les dije [a los 26 líderes europeos] que no podía llevar este acuerdo ante mi Parlamento y defenderlo exitosamente sin ofrecer al mismo tiempo alguna salvaguarda para nuestro sistema financiero. Pero no me escucharon. Es por eso que ejercí el veto», indicó.

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La explicación fue acompañada por la promesa de que su estrategia no terminará empujando a Gran Bretaña totalmente fuera de la órbita de la UE. «No caben dudas de que esto representa un cambio en nuestra relación, pero en términos de lo que realmente nos importa, es decir, el mercado común, el comercio y las inversiones, todo eso queda como antes -sostuvo-. Ser miembros de la UE nos beneficia. Yo siempre lo he dicho y no he cambiado de opinión.»

Sus socios en el gobierno de coalición no están tan seguros. En las filas liberales demócratas temen que Cameron se deje arrastrar por la euforia del ala euroescéptica de su partido -que ya lo había incitado a ir a Bruselas con el ánimo de un bulldog- para terminar llamando a elecciones anticipadas con la promesa de un divorcio definitivo.

Aun con la prudencia impuesta por su cargo, el viceprimer ministro y líder liberal demócrata, Nick Clegg, lamentó ayer que las demandas «muy razonables» de Cameron hubiesen caído en oídos sordos porque, dijo, «los euroescépticos se equivocan cuando ven razones para el regocijo». «Esto ha creado una Europa a dos velocidades, en la cual Gran Bretaña corre el riesgo de quedar marginada,» añadió.

El líder laborista, Ed Miliband, fue mucho más duro. «El primer ministro manejó la situación espectacularmente mal. Debería haber construido alianzas para evitar quedarse solo. Lo que ha demostrado es que, con él en el timón, el Reino Unido ha perdido influencia», señaló.

El jefe de la oposición denunció también la «obsesión conservadora» por defender los intereses de la City cuando ésta sólo genera un 9% del producto bruto nacional.

Junto con Nueva York, la City londinense alberga a la mayoría de las compañías que operan en fondos de alto riesgo ( hedge funds) , los mismos que la Unión Europea quiere regular.

Hace unas semanas varios medios británicos relevaron que cerca del 50% de las donaciones que el Partido Conservador de Cameron recibió para financiar la última campaña electoral provinieron de firmas e individuos del sector financiero, incluidos varios que operan en hedge funds .

«Si hay algo que aprendimos de la crisis económica es que medidas como el impuesto Tobin sobre las transacciones financieras pueden servir para regular un sector que perdió los estribos. La verdad es que tengo miedo de las consecuencias del veto de Cameron sobre el resto de nuestra economía», advirtió Miliband.

Su temor fue compartido por la eurodiputada liberal demócrata Sharon Bowles, quien advirtió que Gran Bretaña puede ser blanco de «ataques de venganza» de parte del resto de la Unión Europea si su negativa contribuye al descarrilamiento del programa de rescate del euro.

Lejos de considerar el aislamiento británico un peligroso fracaso, la prensa conservadora y un gran número de los habitantes de la «milla cuadrada» ( Square Mile ) financiera se unieron en alabanza de lo que estiman una bendición.

Terry Smith, ejecutivo de la firma de fondos de inversión Tullet Prebon, elogió a Cameron por haber renunciado «a subirse al Titanic antes de que se hunda, porque no hay nada que garantice que el euro vaya a sobrevivir».

En su página web el matutino The Daily Telegraph saludó el «coraje político» y el «golpe de genio» del primer ministro al evitar entrar en un acuerdo «del que nadie saldrá bien parado», mientras el tabloide The Daily Mail celebraba con el titular: «Por fin el primer ministro se pone duro con Europa».

LONDRES VS BRUSELAS

Resistencia . Desde que se firmó el Tratado de Roma (1957), cuando se creó la Comunidad Económica Europea (CEE), empezó la resistencia de Gran Bretaña a sumarse a acuerdos de gran calado «paneuropeo».

Advertencia . En los 60, Charles de Gaulle ya advertía de los problemas que traería a Europa la adhesión británica. Fue necesario esperar a su renuncia, en 1969, para que Londres tuviera perspectivas de unirse a la CEE (se concretó en 1973).

Euroescepticismo . El aislamiento de Gran Bretaña en la cumbre de Bruselas trajo el recuerdo de Margaret Thatcher, que en la cumbre de Fontainebleau (1984) lanzó una apuesta contra los federalistas europeos, que abogaban por los «Estados Unidos de Europa», con políticas monetarias y fiscales unificadas.

Queja . «I want my money back» («quiero que me devuelvan mi dinero») decía Thatcher, en referencia al monto de dinero anual que recibe Londres como devolución por los escasos beneficios que obtiene del programa agrícola PAC.

Euro . Un gran ejemplo de la estrategia de las excepciones británicas se produjo con el Tratado de Maastricht (1992), cuando Londres exigió no ser parte del euro.

Fuente: www.lanacion.com.ar