Rolando Schrupp
Pareciera que el 15 de diciembre del 2006 fue ayer y a su vez se siente como si hubiese sido en otra vida. Ya es un lustro de esa reunionsanga a los pies del Cristo Redentor donde todo un pueblo levantó su voz en contra de la tiranía del centralismo secante y colonialista de la geopolítica andina.
Un millón de cambas se sumaron y gritaron su derecho a la autodeterminación, su mandato de tomar las riendas de su destino y de quitarle la mamadera a la burocracia parasitaria andinocentrista; esa tarde unieron sus voces y sus espíritus como el rugido de un león. El sentimiento se llena de mística por esos días cuando soñábamos ponernos los pantalones largos, pero también se llena de bronca al ver las muchas traiciones de los colaboracionistas que por miedo y avaricia han hipotecado el futuro de nuestra nación, sometiéndose al yugo explotador estatal neofascista a cambio de favores y la venta de dos vacas caras.
La bárbara cuenta de muchas traiciones se hace cada vez más larga utilizando el chantaje de la famosa unidad, pero el pueblo es sabio y sabrá cobrar el doble pues tiene la suficiente escuela para saber que no hay mal que dure para siempre y que eventualmente se tendrá que rendir cuentas de lo que sí se hizo y de lo que no. La sabiduría del pueblo tiene muy claro que la única derrota es no seguir peleando, que los procesos terminan y los actores se cambian y que el poder no es impune. Nuestro pueblo sabe que su destino es prometedor, a pesar de los colaboracionistas, a pesar de los colonialistas, a pesar de los cobardes, su voluntad sigue inquebrantable y la esperanza de un futuro mejor nunca podrá ser eclipsada por la mediocridad de algunas colectividades. Este lustro sirvió para lustrar nuestro pueblo.
El Sol de Santa Cruz