Recuerdos del presente – Humberto Vacaflor Ganam
A un gobierno que presumía de ser representante de los movimientos sociales le correspondía una oposición popular. Los otros debían abstenerse. Y se abstuvieron, con rara inteligencia.
Pues ahora ha surgido la oposición al gobierno del presidente Evo Morales. Está conformada por pueblos originarios del oriente, otros del occidente, cocaleros de La Paz, sindicalistas que no mordieron el anzuelo y otros que, habiéndolo mordido, y degustado, optaron por escupirlo.
La solución a este momento de la política boliviana tenía que ser diferente, como es la situación misma. Y así está ocurriendo.
De todas las opciones que se le abrieron al presidente Morales cuando llegó al cargo, él optó por seguir siendo el cocalero del Chapare. Jamás entendió que, por más molestos con los otros políticos que hubieran estado los bolivianos cuando lo pusieron en la presidencia, era para que fuera el presidente de todos, y no sólo de unos cuantos. Ese concepto no entró nunca en su cerebro.
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La crisis se presenta cuando la coca que él cultivaba en el Chapare se ha convertido en el cáncer que está a punto de acabar con Bolivia. Su mensaje se ha hecho suicida para el resto de los bolivianos.
Ahora ha quedado muy en claro que la coca del Chapare es solamente para el narcotráfico, narcotráfico que trae mafias internacionales que, a su vez, traen violencia, violencia que está matando al país y es una amenaza para los vecinos.
El único cambio importante que él ha traído a Bolivia es que la ha convertido en el paraíso de las mafias del mundo. Y ha provocado que los países vecinos consideren a Bolivia como un cáncer contra el cual están levantando barreras.
Los pueblos originarios del oriente le han dicho que prefieren seguir siendo pobres antes que aceptar a los cocaleros. A eso se limita el debate sobre el TIPNIS.
Los cocaleros de los Yungas han dicho la palabra más clara: si la coca del Chapare sólo sirve para el narcotráfico, es una coca que amenaza a Bolivia. Lo dicen ellos, unos campesinos originarios, no la ONU.
El cálculo de algunos paceños en 2005, cuando decían que era bueno poner al problema en la presidencia con la esperanza de que entienda que no se puede, ha demorado, es cierto, quizá mucho, es cierto, pero era un acierto.
Es que, viéndolo desde este punto del futuro, no se podía esperar otra cosa. Alguien que apostara a que los cultivos ilegales de coca iban a ser el futuro de este país estaba equivocado. ¡Por favor!
Si el susodicho hubiera tomado ese ofrecimiento como un regalo de los dioses y hubiera diseñado un plan para todos los bolivianos, habríamos estado ante el nacimiento de un líder. Pero el personaje no tenía la estatura. Era cualquier cosa. Ni siquiera sabía de qué tamaño es Bolivia.
Pero está pasando. Lo tedioso es que los bolivianos debemos comenzar de cero, otra vez. El círculo eterno: a) ilusión, seguida de b) frustración, que lleva a la c) impaciencia y desemboca en la d) inestabilidad, está nuevamente en acción.
Cuando la historia te ha dado la espalda, sólo te queda partir.