Rubén D. Atahuichi López
Al terminar ayer su discurso la presidenta interina del Estado, Gabriela Montaño, el alcalde de Santa Cruz, Percy Fernández, hizo una mueca de rechazo a lo que había terminado de escuchar, y quería compartir esa sensación con el gobernador Rubén Costas. Ante la indiferencia de éste, la autoridad municipal tuvo que inhibirse y resignarse de protestar a dúo.
Quizás puede entenderse como subjetiva la mueca, pero en la sesión de honor del sábado también se mostró esa escena, entonces Fernández y Montaño propiciaron un bochornoso acto que comenzó con una broma de la senadora. “Voy a tratar de ser breve, ya que el señor Alcalde le pegó largo”, dijo la mujer al comenzar su alocución. El burgomaestre se guardó las ganas de gritarle en pleno acto y tuvo que mascullar las palabras hasta el final del discurso de la legisladora. “Se tragó el discurso, atrevida”, replicó micrófono abierto, aunque sin el aparato siguió también vociferando. “¡Qué me reclamás que mi discurso ha sido largo, si vos te has comido mi discurso, quejona!”, siguió la autoridad, según contó a El Deber el presidente del Concejo Municipal, Saúl Ávalos.
El impasse tuvo su precedente en la ausencia de Costas a la sesión de honor, cita de la que tampoco participaron miembros del Comité pro Santa Cruz y el presidente de la brigada parlamentaria de Santa Cruz, Moisés Salces. Para variar, el viernes, la brigada parlamentaria se partió en dos, una en el patio del Club Social 24 de Septiembre, con Costas, y otra en el hotel La Pascana, con miembros del Movimiento Al Socialismo (MAS).
Ni Costas ni Fernández se hablan, y Montaño tuvo que asistir a los actos de celebración de los 202 años de la revolución de Santa Cruz en un ambiente muy tenso, como nunca. La situación era previsible desde mucho antes, desde la discordia que había entre la Alcaldía y la Gobernación por la transición de hospitales o la crisis que evitó que el Concejo Municipal, suspensiones y juicios de por medio, sesionara por casi dos meses.
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Sin embargo, como reflexionara la analista Helena Argirakis, quien dijo que Santa Cruz sufre “una secuencia del decantamiento de las élites” (Animal Político de La Razón, 02.09.2012), las actitudes percibidas durante la efeméride cruceña son el corolario de la crisis política que comenzó en septiembre de 2008, cuando esos líderes regionales creyeron/permitieron, de manera equivocada, que la toma del poder debía sustentarse con la toma de las instituciones.
También, en mi humilde criterio, fue la razón de esta dispersión (y cuando se jodió ese liderazgo), que, si bien fue motivada por la expansión y provocación del MAS, fue seguida con otra serie de salidas en el —diríamos— “proceso cruceño”. A decir: Costas no pudo aglutinar fuerzas a su alrededor en las elecciones de abril de 2010 y, al contrario, sufrió desmarques de esenciales cuadros como Juan Carlos Urenda, antes, y Germán Antelo, hace poco.
Ahora, sin Fernández (que con cariño solía llamarle “prefectulis”), el Gobernador parece capitular en su proyección política y habla de adecuar el estatuto cruceño a la Constitución; propiciar un pacto fiscal (que fue difícil en la Ley Marco de Autonomías) e inaugurar la “segunda revolución del patujú”, como dijo ayer, sin haber terminado el primer intento.
Su alocución, poco encendida, lo dice todo, y el escaso respaldo popular (el 20 de julio no pudo reunir mucha gente en su mitin) lo devela como tal. Así, Costas expresa la crisis de liderazgo regional, que no pudo reinventarse tras el discurso de las autonomías.
La Razón – La Paz