¿Presidentes-redentores?

Manfredo Kempff Suárez

manfredokempff21_thumb La visita de S.E. a la Asamblea General de Naciones Unidas y sus declaraciones sobre la legalidad constitucional que tendría para habilitarse como candidato a un tercer período presidencial el 2014 – siempre que sea necesario y que el pueblo se lo pida y lo convenza – ha despejado cualquier duda que boliviano alguno tuviera respecto a su indisimulable deseo de ir a la re-reelección. S.E. no lo ha afirmado todavía oficialmente, pero lo dice en concentraciones campesinas y de trabajadores dentro del país y lo repite en conferencias y entrevistas de prensa en el exterior.

No sabemos si S.E. no puede ser más claro en sus expresiones orales con los periodistas cuando se refiere a la re-reelección o si es una inteligente estrategia de la Bolivia del “cambio” no dejarse entender para confundir a propósito a la gente. El asunto es que a Patricia Janiot en CNN le hizo una explicación de por qué podría volver a ser candidato, como si frente a él estuviera una de sus fieles “bartolinas”, que le entienden hasta lo que no dice. Pero, descifrando ese dialecto criptográfico, quedó en claro que tiene abiertas las puertas hacia un tercer período presidencial.



Esto coincide, como anillo al dedo, con la nota escrita el 23 de septiembre pasado, en O Estado de Sao Paulo, por el politólogo Sergio Fausto, director ejecutivo del Instituto Fernando Henrique Cardoso, quien brillantemente señala que existe en algunos países de la región, una tendencia a la supresión de las restricciones constitucionales para producir reelecciones sucesivas. Dice Sergio Fausto que se ha impuesto una idea-fuerza de que esas naciones precisan de presidentes-redentores que deben mantenerse en el poder hasta que su misión esté concluida. Es decir, según el politólogo brasileño, que estamos frente a un mesianismo que, a nuestro juicio, es ridículo y peligroso porque sus mentores presiden administraciones ineficientes.

Los ejemplos de Hugo Chávez, que trata de hacerse reelegir por tercera vez, cuando desconociendo el resultado de un referéndum “arrancó la reelección sin límites del Congreso”; la confirmación de Rafael Correa de que buscará un tercer mandato aunque ya gobernó un período con la anterior Constitución y la actual permite una reelección y queda en evidencia la trampa; la misma actitud de Evo Morales para terciar a un tercer mandato, alegando como una burla para tontos que el primero no cuenta por pertenecer a la era republicana; y lo que pueda suceder con una eventual postulación de Cristina Kirchner en octubre del 2015, hacen ver, según Sergio Fausto, que nos encontramos ante un “trazo común” entre estos líderes, miembros de una “misma familia política”, que a partir de una “lectura maniquea de la Historia” se creen predestinados a redimir a sus naciones de desgracias seculares.

Por el otro lado están países como Chile, Uruguay, Perú, Colombia y el propio Brasil, que, a decir del politólogo, se diferencian de los anteriores regímenes por la ausencia de “bases políticas y culturales para la articulación de una narrativa política épica de permanente enfrentamiento entre dos bloques políticos opuestos”. En estos países que no recurren a la prórroga en el poder ni a la burla constitucional, no se estigmatiza a los adversarios como “enemigos del pueblo y de la nación”, y se salvan de ese modo la cultura e instituciones democráticas. Ni el presidente Piñera, ni el ex – tupamaro Mujica, ni el otrora populista Humala, ni Santos por supuesto, ni la ex – guerrillera Rousseff, caminan por sendas tan peligrosas como quienes no piensan rendirse al “fetichismo institucional”, cínica expresión que significa no someterse al juego limpio que requiere una democracia sana.

Así que en Bolivia estamos lucidos con esta fiebre contagiosa de los presidentes-redentores, peligrosamente antidemocráticos, sujetos a una historia épica maniquea “groseramente falsa”. Y está a la vista que vamos destino de una nueva candidatura de S.E. con todo lo que significa la ventaja desvergonzada que va desde el manejo de recursos del Estado, la subordinación del Órgano Electoral, la persecución o apresamiento de opositores, la intimidación contra los medios de comunicación que aún no se han rendido al oficialismo, y el azuzamiento a que se somete a cocaleros y organizaciones sociales para que la gente de las ciudades y el campo no manifiesten libremente sus opiniones.

Pero naturalmente que no todo está en manos del Gobierno ni es su culpa en esta peliaguda cuestión, sino también, para mayor desgracia, hay una oposición incapaz, acobardada y desunida, convencida por el MAS de que los pactos políticos son un pecado, que vive en medio de permanentes rencores y donde alguno de sus jefes no tendría el menor empacho de echarle una mano a S.E. si éste sólo le diera una satisfacción que complazca su ego personal.