Rubén Darío Rojo*La Cumbre Rio+20, celebrada el pasado mes de junio, promovió el interesante concepto de la economía verde, que aún no ha sido cabalmente comprendido por la actual administración boliviana.Se trata de un nuevo enfoque que, de acuerdo a cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), podría crear hasta 60 millones de empleos en el mundo durante las próximas dos décadas, ayudando a decenas de millones de trabajadores a salir de la pobreza.Por responsabilidad, debemos pensar por lo tanto en las posibilidades que la aplicación de esta visión y sus herramientas ofrecerían en Bolivia, para la creación de fuentes de trabajo sustentable.El director general de la OIT, Juan Somavia, señala que millones de empleos ya han sido generados en el planeta por esta transformación económica: el sector de la energía renovable emplea actualmente a cerca de 5 millones de personas, más del doble del número de empleos del período 2006-2010.En Estados Unidos, tres millones de trabajadores tienen empleos relacionados con productos y servicios ambientales, mientras que en España hay más de medio millón de empleos en este sector.Somavia agrega que los beneficios netos en términos de empleo total mundial llegan al 2 por ciento. El director de la OIT estima que “en las economías emergentes y en desarrollo es probable que los beneficios sean superiores que en los países industrializados, ya que son países que pueden pasar directamente a la economía verde en lugar de reemplazar la infraestructura obsoleta de uso intensivo de recursos. Brasil acaba de crear casi tres millones de empleos, lo cual representa cerca de 7 por ciento del total del empleo formal”.Según Achim Steiner, director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), “la economía verde puede incluir a millones de personas más, ayudándolos a superar la pobreza y brindando mejores medios de vida para ésta y futuras generaciones. Es un mensaje positivo, lleno de oportunidades frente a los actuales desafíos globales”.Dicho sintéticamente, la clave de la economía verde consiste en promover proyectos que sean intensivos en el uso de mano de obra y que al mismo tiempo impliquen un bajo consumo de carbono.La OIT estima que la mitad de la fuerza laboral mundial pasará por la transición hacia una economía verde, pero que este fenómeno será mucho más visible en ocho sectores: agricultura, silvicultura, pesca, energía, industria manufacturera, reciclaje, construcción y transporte.No se trata, por tanto, como sugieren algunos enfoques antidesarrollistas, de restringir el crecimiento de la economía, de contraerla, sino de impulsar el desarrollo de sectores nuevos, capaces de cumplir con la ecuación arriba mencionada: trabajo intensivo y poco carbono.En palabras de Somavia, “La sostenibilidad ambiental no es una amenaza para el empleo, como a veces se afirma. Al contrario, si es administrada de manera apropiada, puede contribuir con la creación de más y mejores empleos, la reducción de la pobreza y la inclusión social”.¿Cómo impulsar en Bolivia esta nueva economía emergente?Para empezar, podemos investigar qué experiencias de este tipo están en marcha en países de la región, con resultados exitosos. Es el caso de Brasil, que ha puesto en marcha una “bolsa verde”, contribuyendo a la creación de empleo.En otras latitudes, además de los ejemplos mencionados de Estados Unidos y España, la Unión Europea registra 14,6 millones de empleos directos e indirectos en la protección de la biodiversidad y en la rehabilitación de recursos naturales y bosques.Las mujeres podrían figurar entre los principales beneficiarios de la economía verde, con los evidentes beneficios sociales que ello conllevaría.Esta nueva visión merece ser analizada en profundidad, incluyendo el esfuerzo de adaptar sus conceptos a la realidad boliviana.*Presidente de la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara de Diputados