Evo Morales volvió a las andadas con su verborrea, mostrando una vez más que se toma a la chacota las reglas de la democracia y, lo que es peor, a la población boliviana.Según el cocalero, la triplicación de su patrimonio (declarado) desde que llegó al gobierno se debe a que “recibe regalos todos los días”, acotando que esto incluye 500 ponchos cuyo valor sumaría 100.000 dólares.A la desvergüenza se suma la probable confesión de un ilícito, ya que la Ley Marcelo Quiroga Santa Cruz establece que “el servidor público o autoridad que en consideración a su cargo admitiere regalos u otros beneficios, será sancionado con privación de libertad de tres a ocho años y multa de 100 a 250 días”.¿Actuará el nuevo Fiscal General en consecuencia? Lo dudamos.A la polémica sobre el crecimiento de los bienes de Morales y sus absurdas excusas, debe agregarse la proliferación de lujos con los que el mandatario gusta rodearse: un avión presidencial de 38 millones de dólares (con un posible sobreprecio de 12 millones), helicópteros y, en vías de concreción, un nuevo palacio de gobierno y un museo en su propio honor, a construirse en su natal Orinoca.Todo lo cual configura un patrón de conducta signado por el culto a la personalidad, el abuso de la cosa pública y un fasto cuasi-monárquico, muy alejado de los parámetros de la necesaria austeridad republicana.Falta investigar las ganancias del presidente por sus actividades en El Chapare, teniendo en cuenta el extraordinario aumento de precio de la hoja de coca registrado bajo su gobierno…[email protected]