China quiere arrancar de nuevo

Nicholas D. Kristof

Estas son mis predicciones para China: el nuevo líder máximo, Xi Jinping, va a abanderar un resurgimiento de reformas económicas y probablemente cierta relajación política también. El cuerpo de Mao Zedong será retirado de la plaza de Tiananmen durante su mandato y Lui Xiaobo, el escritor ganador del premio Nobel de la Paz en el 2010, será liberado de prisión.

Eso no va a suceder de inmediato –Xi Jinping será nombrado presidente hasta marzo– y yo podría estar completamente equivocado. Pero mi corazonada ahora que regreso a China, mi viejo hogar, es que se avecinan cambios.



Esta es mi defensa de Xi Jinping como reformista.

Primero, lo trae en los genes. Su padre fue Xi Zhongxun, pionero de la reestructuración económica que criticó públicamente la matanza de los manifestantes por la democracia en 1989. La madre de Xi Jinping decidió vivir en Shenzhen, el enclave más capitalista del país.

Xi Jinping es también uno de los primeros dirigentes chinos que envía a un hijo a Estados Unidos a estudiar una licenciatura. Su hija está en primer año en Harvard, como reflejo del interés de sus padres porque aprenda inglés y su admiración por la educación estadounidense.

A Xi Jinping le ayuda el hecho de que los precedentes no son muy altos: él sucedió a Hu Jintao, considerado generalmente en China como un fracaso. Incluso los ministros del gobierno se quejan de que desperdició los diez años de su mandato. Hoy en día existe una exigencia reforzada de cambios.

Hu Jintao, que tiene la costumbre de leer sus discursos, es un robot que se rodeó de otros robots. Uno de tales robots asistentes es Ling Jihua, cuyo hijo de 23 años iba a bordo de un Ferrari, una noche de marzo del año pasado, con dos mujeres semidesnudas de pasajeras. El auto se estrelló en un camino de Pekín; el joven murió al instante y las dos mujeres resultaron heridas. Una de ellas falleció posteriormente.

Ling Jihua temió al escándalo y supuestamente trató de encubrir los hechos. Él fue al forense y, según el testimonio que me dio un funcionario chino, tras observar el cadáver, negó fríamente que se tratara de su hijo. Las siguientes semanas siguió trabajando como si nada hubiera ocurrido. El encubrimiento no dio resultado y el episodio sacó a la luz todo lo que tiene de malo la vieja directiva: la ostentación de una riqueza de origen dudoso, el abuso de poder y la falta de corazón.

Xi Jinping está tratando de demostrar que es diferente. Su primer acto después de haber sido nombrado secretario general del Partido Comunista de China en noviembre pasado fue reproducir la célebre “gira del sur” de Deng Xiaoping en 1992, que revivió las reformas económicas. Él y su equipo también sorprendieron a los funcionarios pidiéndoles que dejaran de leer discursos vacíos en las reuniones.

Otra buena señal: escuché que Wang Yang, un reformista que ha sido jefe del partido en la provincia de Guangdong y que quizá sea el líder más capaz de la China actual, será nombrado viceprimer ministro en marzo.

Los nuevos líderes probablemente preferirían acelerar el cambio económico con el mínimo de relajación política, pero eso es cada vez más difícil conforme China fomenta una clase media con estudios, cosmopolita y confiada en sí misma. Con los años, la mayoría de los vecinos de China –desde Taiwán a Mongolia, pasando por Corea del Sur y Tailandia– se han vuelto democráticos y ahora hasta Birmania está agarrando el paso. ¿Cómo la poderosa China podría estar más atrasada que Birmania?

Desde hace 25 años he visitado periódicamente la aldea ancestral de mi esposa, en la región de Taishan en el sur de China. Al principio, los habitantes eran semianalfabetas y estaban aislados, pero ahora su mundo se ha transformado. En esta ocasión visitamos una granja cuyo dueño, un excampesino, estaba negociando acciones de bolsa por internet en su computadora portátil. Su hija está en la universidad y él mira la televisión de Hong Kong en una pantalla gigante.
Gente como él es cada vez más difícil de controlar o manipular. Además está inquieta por la corrupción de China, que está empeorando. Hace años, un amigo, hijo de un miembro del Politburó, recibía un pago de varios cientos de miles de dólares al año por prestar su nombre a una compañía china, para que esta pudiera conseguir terrenos baratos ante los gobiernos locales. Hoy en día, los familiares de los líderes pueden amasar fortunas de miles de millones de dólares con el tiempo.

Los 70 delegados más ricos ante el Congreso Nacional Popular tienen una fortuna en conjunto de casi 90.000 millones de dólares, informó Bloomberg News. Eso es más de diez veces la fortuna sumada de todos los miembros del Congreso de Estados Unidos.

Claro, hay evidencias que contradicen mi versión optimista. La más inquietante es que las autoridades estén reprimiendo internet. Ese es un gran salto hacia atrás, pero dudo mucho de que se mantenga. En estos momentos se desarrolla un fascinante caso que será una prueba: un alto funcionario de la propaganda censuró un mensaje de Año Nuevo en un importante periódico de Guangdong, y ahora los periodistas exigen públicamente que sea despedido. Siga sintonizado.

Xi Jinping es también más nacionalista que Hu Jintao y me preocupa que el enfrentamiento con Japón por las islas en disputa pudiera salirse de control. En ese caso, cualquier cosa podría suceder.

Con todo, la historia preeminente de nuestros tiempos es el auge de China. En los últimos diez años ese auge cojeó debido al fallido liderazgo de Hu Jintao. Apuesto a que en el decenio del reinado de Xi Jinping, China revivirá de nuevo.

Fuente: El Universo, por Nicholas D. Kristof, periodista norteamericano.