Un boliviano fue alumno del Papa Francisco


Historia. En 1966, Jorge Bergoglio fue maestro de literatura y psicología de José Alfredo Otero, quien cursaba el penúltimo año en el colegio jesuita Del Salvador, en Buenos Aires.

imagePágina Siete / La Paz

José Alfredo Otero fue el alumno del papa Francisco, quien le enseñó literatura y psicología en 1966.



“Existen experiencias marcadas con fuego”, dice José Alfredo Otero al recordar a aquel profesor de psicología y literatura cuando cursaba el penúltimo año escolar en las aulas del colegio Del Salvador, en Buenos Aires, Argentina. Aquel profesor era un joven jesuita, cuya personalidad nunca olvidó. Su nombre era Jorge Bergoglio, hoy el papa Francisco .

Al ver saludar al papa Francisco desde el mundialmente famoso balcón del Vaticano, hace poco más de una semana, la alegría que embargó el corazón de Otero superó lo indescriptible y trajo al presente recuerdos de 1966, cuando un joven Jorge Bergoglio, quien siempre vestía una sotana negra impecable, daba clases que inspiraban admiración y respeto, pero también una calidez y cercanía que eran difíciles de ignorar para sus alumnos.

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“No solamente era el profesor de literatura y psicología, sino el regente de nuestro curso. Era el único de los profesores que era jesuita. Tenía 30 años y nosotros 17 -era muy joven-, pero al ver su prestancia, el conocimiento y preparación para sus clases -y esa sotana que no tenía ni una sola arruga- inspiraba respeto en forma natural”, relata Otero.

Humano, justo y creativo

El padre de Otero fue diplomático y mientras estaba destinado en Francia nació José Luis, que luego se criaría en Bolivia hasta los 16 años, edad en la que se mudó a Buenos Aires para cursar los últimos tres años de colegio, una vez más por el trabajo de su padre.

En aquella época adolescente y en un ambiente nuevo, Otero recuerda que durante el segundo año de su llegada al colegio, en la pre-promoción, conoció a Jorge Bergoglio, un hombre que quedaría en su memoria como un recuerdo importante de sus años juveniles.

En las aulas más que centenarias de ese colegio de varones, donde siempre se debía usar corbata y cuyos paralelos no superaban la treintena de alumnos, durante los primeros encuentros Bergoglio era una persona reservada y seria que poco a poco fue demostrando solvencia durante sus clases.

“Por ahí te decía, cuando llegaba el viernes, ‘escriban un cuento. El nombre de este cuento será La reja’. Y nosotros teníamos que inventar toda una historia al respecto. Él estimulaba la creatividad y la imaginación. Por eso no volaba una mosca en su clase, además era una persona justa (‘). Aunque nunca más lo volví a ver, nunca me olvidé de él. Generalmente uno se olvida de los profesores”, añade.

“Truco” y fútbol

Fue con la guía de Bergoglio que leyó a Calderón de la Barca, Lope de Vega y al inmortal Cervantes en Don Quijote de La Mancha y, por supuesto, el clásico Martín Fierro.

Además fue con él que aprendió a hacer resúmenes y síntesis con diagramas y cuadros.

Su aparente solemnidad inicial con el tiempo se traducía en el reflejo de una personalidad sencilla y sobre todo cercana a la realidad de la sociedad.

Las clases en el colegio Del Salvador se extendían desde la mañana hasta la tarde. Después de la hora de almuerzo, los alumnos llegaban antes de las clases y jugaban truco, un juego de cartas con baraja española.

Era en esos momentos cuando el joven jesuita se les unía para participar y mostraba su lado más relajado y hasta bromista.

Las bromas trascendían del juego de cartas al ámbito futbolístico y como Otero era el único extranjero, era más conocido como “el boliviano”. Cuando había un partido de fútbol entre Bolivia y Argentina antes y después del encuentro Otero era el centro de esas bromas.

“Mi acento era distinto, era el único extranjero. Eso marcaba una diferencia en su trato hacía mí, pero si perdía Bolivia en algún partido me embromaba, así poco a poco la relación se convirtió en amistad. Le gustaba saber en qué andabas, te escuchaba, era como un guía y eso que sólo tenía 30 años”, dice Otero.

El presente y el recuerdo

Desde que Bergoglio fue nombrado cardenal, Otero empezó a seguirlo en las noticias. Y después de la renuncia de Benedicto XVI, en él nació “una certeza” de que su profesor de colegio iba a ser el nuevo Papa.

Tal fue su seguridad que hizo un trato con un amigo suyo que es luterano. Decidieron que si Bergoglio era elegido Papa, éste tendría que convertirse a la religión católica. De momento el trato sigue pendiente.

Sobre el presente, Otero piensa que la elección del papa Francisco representa un cambio en la Iglesia, porque es un hombre que está involucrado con la actualidad mundial y también porque es el primer latinoamericano que ha llegado a ser el líder de la Iglesia Católica.

“Es un hombre que no ve desde palco lo que pasa, sino que está en contacto con la gente pobre, con la actualidad. Por ello, yo tenía la certeza de que saldría elegido, todos se reían, nadie me creía”, recuerda sonriendo.

La sencillez del papa Francisco, para Otero, establecerá una gran diferencia con Benedicto XVI, que era un Papa más “de escritorio”, al que parecía que “el mundo le pesaba”.

Por haber sido probablemente el único alumno boliviano en la época de noviciado de Bergoglio, ahora un amigo sacerdote de Otero le ha mencionado, en tono de broma, que va a tener que ir al Vaticano con él. Esto porque como es el ex alumno boliviano del papa Francisco “tiene muñeca y sólo tendrá que tocar la puerta”.

“Era de esos profesores a los que no quieres fallarles (…). Desde ese entonces irradiaba una energía diferente, era muy especial. No creo que ninguna persona que lo haya conocido lo olvide. El conocerlo es simplemente especial”, concluye Otero.