La vida nos da sorpresas

Carlos Cordero Carraffa*

CORDERO El conflicto que recorre mayo sobre el tema de pensiones y la demanda de una jubilación digna para todos, constituye el anticipo de lo que será el escenario electoral 2014 y el drama de un país enfrentado al dilema de elegir entre el candidato/presidente y alguien de la oposición política.

La convocatoria realizada a los sindicatos rurales para que, dejando temporalmente sus rentables parcelas exentas de todo tipo de tributos, se movilicen y defiendan tanto al incipiente Estado Plurinacional como al presidente Morales, es una demostración de la reserva política que dispone el MAS para enfrentar las venideras elecciones. Los variopintos sectores sociales que recorrieron calles, bloquearon encrucijadas y caminos del país por tres tensas semanas, constituyen la expresión política de las nuevas clases medias, urbanas, asalariadas desencantadas con el partido y el binomio gubernamental.



La convocatoria realizada a los sindicatos agrarios afines al Gobierno fue calificada por sensatos observadores como irresponsable, pues contenía el riesgo de un enfrentamiento violento entre bolivianos. Dicha voz de alerta y los pedidos de pacificación que hicieron se inspiraron en el triste recuerdo de otras muertes nunca aclaradas y movilizaciones que terminaron en palizas o tragedias por el estilo.

En medio del estruendo de petardos, mientras la sociedad civil mostraba los dientes y lanzaba improperios a los custodios del Palacio, se rubricó con boato y espléndidas sonrisas de ministros triunfantes la ley que habilita al presidente y al vicepresidente como candidatos en las próximas elecciones. La sociedad política aprovechó de manera brillante el redoble de tambores para realizar los últimos ajustes a las reglas de juego que podría facilitarles la anhelada reproducción del poder, pues el partido de Gobierno lo tiene todo excepto tiempo político. Mientras descorchan el champán y levantan las copas, alguien ‘rompe la cadena de mando’ para dar órdenes y suscribir acuerdos, ahora sí, con las nuevas y antiguas clases medias que paralizan varias ciudades e instituciones del país.

Los ciudadanos en las calles, los unos que demandan y los otros que defienden, no son sino actores secundarios del drama principal, del príncipe que está dispuesto a vender su alma al diablo con tal de saciar su angurria de poder. El último acto del eterno drama de la querella por el poder serán las elecciones. El final parece anunciado, pero la vida nos da sorpresas, pues el diablo no duerme y no sabe para quién trabaja.

*Politólogo

El Deber – Santa Cruz