Evo y la nada

evito El presidente cocalero acaba de aseverar que los partidos de oposición “no representan nada”. Curiosa declaración que una vez más reafirma su escasa y nula convicción democrática, toda vez que el sistema de libertades exige el respeto a las minorías, así como una serie de equilibrios y contrapesos que suponen la pluralidad de opiniones, el derecho a la disidencia y la alternancia.

En cambio, lo que vemos en Evo Morales es la utópica pretensión de encarnar a aquella voluntad general de la que hablaba Rousseau, ambición ciertamente más cercana del totalitarismo que de la democracia republicana.

Al identificar la oposición con la “nada” lo que se busca es invisibilizar toda alternativa, algo que el vicepresidente García Linera también procura hacer al decir que “no existen otros proyectos” que no sea el del MAS.



Se trata de sofismas, con los cuales se apunta a implantar la idea errónea y terrible de que la hegemonía unipartidaria es el único destino posible para Bolivia.

No será la primera vez que un gobernante con inclinaciones autoritarias diga “yo o el caos”, o en este caso “Evo o la nada”. El mecanismo es la negación del Otro, un camino seguro hacia el despotismo como una y mil veces ha demostrado la Historia.

Sólo mediante el diálogo con el Otro y a través del reconocimiento mutuo entre quienes disienten puede construirse democracia, algo que parece estar muy lejos de la concepción política del dúo Morales-Linera.

Lo paradójico del asunto es que este hiper-caudillismo lleva al país hacia la nada institucional, mediante la devastación de los límites liberales a la omnipresencia del Estado…

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