Mamá y hermanos de Rosalía sufren dolencias y carencias; “mi esposo no trabaja y hablo con él una vez al mes”

La niña boliviana Rosalía Apaza viajó el pasado 20 de junio a EEUU, para seguir tratamiento médico, tras ser virtualmente destrozada por el ataque de una perra rottweiler en El Alto (La Paz).

“Mi esposo no trabaja y hablo con él una vez al mes”

Los abuelos envían comida a la mamá. La madre no tiene plata para comprar los útiles escolares de sus hijos este año.

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Foto archivo. El padre de Pochita cuida de su hija en Estados Unidos.

Página Siete / El Alto, Bolivia

El padre de Rosalía, Agustín Apaza, quien viajó a Boston (EEUU) el 20 de junio para cuidar a su hija que fue  atacada por una perra rottweiler el 20 de mayo, no tiene papeles para trabajar y se comunica con su esposa y seis hijos una vez cada  mes y medio.

"Su papá está bien preocupado.  Aquí los chicos lo extrañan, eran bien apegados a él. Es difícil comunicarnos”, relata la madre de Rosalía, Regina Pillco.   Una de las actividades que más  extrañan, comenta Elío, de 10 años,    es ir a pasear al parque.  

Antes del incidente, Apaza ganaba al día entre 60 y 80 bolivianos por trabajar de voceador de minibús y 100 cuando era chofer. Ambos ahorraban todo el año para    comprar ropa y  útiles escolares.

Esta gestión será distinta, se lamenta la mamá, pues no cuenta con  dinero.

Pillco agradece a  los profesores de sus hijos, pues desde que Rosalía partió a EEUU fueron comprensibles y colaboraron a los niños otorgándoles algunas fotocopias. "No sé qué voy a hacer este año, de dónde voy a sacar dinero para que vayan a la escuela, tampoco los quiero perjudicar y sacar del colegio”, añade la madre con preocupación.

El anterior año todos los niños bajaron sus calificaciones.  "Les a afectado  verme tan triste y que su hermana y su papá ya no estén con ellos”, agrega.

Otro de los sucesos  que la tienen intranquila es que  en abril debe viajar a la comunidad Taraco, en la provincia Ingavi, donde viven sus suegros para ayudarles a cosechar papa y luego vender en El Alto.

"No sé con quién voy a dejar a mis hijos; mis hermanas ya tienen sus familias, no podrán cuidarlos”, se aflige la madre.

Los padres de su marido la colaboran y le envían alimentos; lo último que recibió fue una bolsa grande de chuño.

La mamá de Pillco ( 70)  no trabaja y vive con el padre (69), quien continúa trabajando como albañil,  pese a  sufrir  dolores de espalda, para cubrir los  gastos de su casa.

Una de las ideas de la madre es ir a vivir al campo, donde nació su esposo, pues allí no sufriría por falta de alimentación.  "En los ríos podemos pescar peces, hay carne de oveja, vaca, chancho; podemos sembrar papa, haba, tener huevo”, complementa.

En la cuenta de  Facebook Fuerza Rosalía, creada por los padrinos de la menor, los  esposos Currier-Tolay , el padre agradece entre lágrimas a quienes ayudaron a la recuperación de su hija.

A su vez, hay  fotos publicadas de la menor. En una de ellas está  junto a su  papá navegando en el  océano Atlántico.

Mamá y hermanos de Rosalía padecen dolencias y carencias

La madre no tiene dinero suficiente para alimentar a sus seis hijos

Página Siete acompañó una tarde a la familia, que vive con 400 bolivianos al mes que la madre gana por tejer mantas a croché y y recoger botellas plásticas.

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Foto Página Siete. La madre de Rosalía, Regina Pillco, lava la ropa de sus seis hijos en el patio de su casa, ubicada en la zona 16 de Febrero.

Todas las mañanas, Regina Pillco, la madre de la niña Rosalía Apaza que fue atacada por un rottweiler el pasado 20 de mayo,  se levanta a las seis para tejer mantas a croché. Con cuidado para no despertar a sus otros seis hijos introduce un puñado de coca en su boca para calmar el dolor de muelas.

Hace un mes el dentista le extrajo un diente, pero el malestar continúa. A falta de dinero y tiempo, la madre prefiere curarse con remedios caseros.

Este medio visitó a la familia la tarde del viernes 3 de enero en su casa ubicada en la zona 16 de Febrero, por la carretera a Laja, y constató que no sólo la madre sufre de dolor de muelas, sino también uno de sus hijos, Santos, de ocho años, quien tiene un pequeño pedazo de papel higiénico cubierto de dentífrico contra su hinchada mejilla para calmar el dolor.

La madre recuerda que entre noviembre y diciembre le sangraba la nariz, sufría de dolores fuertes de cabeza y calambres constantes en las manos que le impedían hacer los labores del hogar. "En las noches no podía dormir de la preocupación, me levantaba llorando y trataba de que mis hijos no me vean así”, dice Pillco cabizbaja.

Su salud  ha mejorado tras tomar pastillas de complejo B que le recetó el galeno del centro médico ubicado en la zona Villa El Carmen para tranquilizar los nervios.

El hijo menor, Jonathan, de tres años, se recupera de un resfrío que le duró dos semanas. La madre preocupada por la tos del niño lo abriga con un gorro de lana mientras le da de amamantar.

Otra de las hijas que también se encuentra delicada de salud es Belinda, de siete años, quien sufre de sangrados constantes por la nariz. La niña recordó que en el desfile de su colegio "la sangre no paraba de bajarme, mis profesores se han asustado, hemos ido al médico y me dijeron que me tienen que soldar una vena”, dice la menor, quien tiene las pestañas largas y curvas, al igual que su padre, según comenta la mamá.

Esta semana Pillco terminará de tejer una manta café hecha de lana alpandina de un metro y medio de largo. Cada una de ellas la vende por pedido a 200 bolivianos y termina en aproximadamente dos semanas. Como el dinero no le alcanza, indica la madre, en las noches recoge botellas de plástico para cambiarlas por dinero con la ayuda de sus hijos mayores.

En épocas de clases, la madre alistaba a las siete de la mañana el desayuno, que consiste en un té con una marraqueta o una sarna.

La mayoría de las mañanas la mamá debe lavar la ropa de sus retoños en cuatro baldes grandes, donde la  remojan con un poco de detergente. Muchas de las prendas  están embarradas porque juegan en el patio de tierra de su casa, que está con varios charcos debido a la época de lluvia.

Después de secar la ropa, la madre se dirige a cocinar con las manos congeladas por el frío alteño. La cocina es un pequeño cuarto de adobe, donde ella guarda alimentos que fueron donados cuando Rosalía viajó a Boston (EEUU) el 20 de junio junto a su padre, Agustín Apaza.

"Me hago sobrar, tengo que racionar para dar de comer a mis hijos. Verduras y frutas no comemos mucho, cuando hay platita compramos pollo”, indica. Pillco separa las sobras del almuerzo en una olla y prepara una sopa para dar de comer a Shadow, el perro negro con café que los acompaña desde hace cuatro años y  gusta de  jugar con los niños persiguiendo una pelota  en la calle de su casa.

Entre juego y juego, no faltan las peleas de hermanos; algunas veces llegan a los golpes y llantos.  La mamá debe atender a cada uno de ellos, alzando la voz: "invítale el jugo a tu hermano, deja la escoba en su lugar”.

En Navidad la progenitora  preparó  una chocolatada y juntos comieron  un  panetón que les regaló una periodista de televisión. Los niños recuerdan con una sonrisa en el rostro que en Año Nuevo comieron pollo al spiedo.

Cuando oscurece, los miembros del hogar  que desean hacer sus necesidades deben dirigirse a un basural ubicado al frente de la casa, debido a que no cuentan con alcantarillado, a diferencia de los vecinos de la zona.

La familia de Rosalía no posee  un  lugar propio donde vivir, el terreno que habitan tiene otros dueños y sólo lo   cuidan. Pillco comenta que no tiene una buena relación con algunos vecinos y desea trasladarse.

Los siete duermen en tres camas en un cuarto de adobe con piso de tierra, donde hay  dos muebles rotos con ropas que sobresalen de los cajones y pequeños zapatos embarrados en el piso. Un  olor a  humedad y orina  se apodera del espacio que es iluminado de forma tenue por   un foco cubierto con periódico.  Ya está por anochecer y la periodista encargada de la crónica en el hogar  de Rosalía debe irse.

Más  información

Incidente. La niña fue atacada por una perra  rottweiler el 20 de mayo, en El Alto, y quedó con lesiones severas en la piel del rostro y extremidades. Además, tenía desgarrado casi el 75% del cuero cabelludo.

Atención. Tras un mes en el Hospital del Niño de La Paz fue llevada al Boston Children’s Hospital (Hospital de Niños de Boston).

Ayuda. En junio, los esposos Currier-Tolay llegaron a Bolivia para llevar a la pequeña al Hospital de Niños de Boston, para que allí sea intervenida quirúrgicamente.