Cuando la demagogia empieza a desvestirse

Roberto Ortiz Ortiz

RORTIZ Ocho años han pasado -y al parecer seguirán pasando- desde que el Jefe Máximo de las federaciones de cocaleros del trópico, Evo Morales, es inquilino de la casa presidencial boliviana junto a su partido político el Movimiento al Socialismo. Son ocho años de decisiones gubernamentales que han afectado –la sociedad, la economía y la justicia- para bien o para mal a nuestro país.

Paradójicamente las decisiones que ha tomado el gobierno contradicen muchas de las propuestas que ellos mismos planteaban e incluso muchas de las instancias que ellos utilizaban antes de llegar al poder.



Evo Morales, al igual que todo político de ‘socialista’, ha obviado las ideas en las cuales se basó hace aproximadamente 8 años para –demagógicamente- captar militantes. Y así, hoy en día ha optado por una toma de decisiones objetivas para dirigirse a lo que –considero, con la posibilidad de equivocarme- podría ser su meta; una perpetuación en el poder además de un exuberante enriquecimiento económico.

La primera de estas exitosas ideas proselitistas era la de preservar la madre tierra y promover la inserción social de los -500 años reprimidos- indígenas de todo el país. Morales demostró -contrariando su ideología- con la construcción de la carretera del TIPNIS y la intervención a la Octava Marcha de Indígenas que lo que realmente y objetivamente le importa, son los indígenas de occidente por el mero hecho de ser una cantidad significativa de votantes, una base social muy dura y además una fuente económica muy rentable por el cultivo de Coca y sus derivados.

La segunda idea prometía al pueblo boliviano acabar con la burguesía mercantilista, clasista y oligárquica. Morales nuevamente demostró con un par de nacionalizaciones, persecuciones políticas, cuotas de mercado, entrega de tierras y arreglos constitucionales, que lo que en verdad planeaba era el surgimiento de una nueva burguesía indígena, a diferencia de que esta nueva burguesía obedece solo un color, una idea y un líder.

La tercera idea planteaba, no entregarle nuestros recursos naturales -el gas- al imperio americano por medio de Chile, lo cual en el 2003 sirvió de piedra angular para la construcción y el fortalecimiento de su partido político. Hoy en día Bolivia vende gas a Chile, Argentina y Brasil, para financiar los subsidios y dadivas del estado de bienestar. Sin siquiera importar el desabastecimiento que esto podría ocasionar al mercado interno a largo plazo.

Todo el discurso ha sido siempre un sofisma, un plan y una estrategia. El socialismo del siglo XXI, el de la escuela de Chávez y el que Evo Morales ejerce, no es el camino hacia un país desarrollado y libre, sino más bien, el caminar deliberado de una minoría en el poder hacia el comunismo.