Asuntos de fondo

Carlos Herrera*HERRERAOK_thumb2Hay un par de verdades que todo político que llega a la presidencia de la Nación debiera tener claras, si tiene la honesta intención de llevar a su país a un puerto seguro. No son ideas extraídas de la teoría, sino de la experiencia del último siglo de la historia económica humana.La primera es que la mejor forma de controlar los precios es a través de los mercados, nunca por oficio de los Estados. En aquellos países con una economía abierta (donde los productores compiten con poca interferencia del Estado) el mecanismo más eficiente de regulación de precios es la competencia entre los productores, es decir, el mercado. Se opera así una suerte de regulación natural de los precios porque nadie va a pagar más por un producto, si otro productor oferta lo mismo por un precio inferior. Los mercados tienen, además, la virtud de premiar a los que son eficientes, a aquellos que abaratan los costos de sus productos con imaginación y tecnología, de lo que deriva el beneficio de un mejor producto a menor precio para el consumidor.Tienen también la cualidad de asignar los recursos económicos (capital y trabajo) de forma mucho más eficiente que los gobiernos, por la sencilla razón de que lo que determina si una inversión es rentable, lo dice la gente cuando demanda el producto. Se entiende así que la inversión de los recursos fue óptima, cuando aquellos generaron rentabilidad para el inversor.El “precio justo”, entonces, es un asunto que determina mejor el mercado y sin interferir con el derecho de los productores a ganar dinero con el fruto de su inversión y trabajo, pero regulándolo de una forma natural y conveniente para los consumidores y productores.Por el contrario, cuando por ignorancia o dogmatismo ciego se acepta que el Estado se entrometa en la fijación de precios y en la regulación arbitraria de la economía (a título de hacer justicia con las clases empobrecidas) lo que la experiencia muestra es que la economía se estanca, ya que las medidas que adopta suelen ser por lo general negadoras de las ideas de ganancia y acumulación de capital, lo cual más que hacer justicia termina obligando a unos a subsidiar la ineficiencia de otros, o provocan un descenso en la producción, porque nadie está dispuesto a trabajar si no va a ganar dinero. Eso por un lado.La segunda verdad es que no hay posibilidad de construir un país estable y próspero si no se protege el valor de la moneda. Olvidarse de esto y jugar irresponsablemente con algo tan serio como el valor de la moneda, es algo muy grave. Cuidar la moneda quiere decir lo mismo que evitar la inflación, porque aunque técnicamente «inflación» es un fenómeno asociado al aumento de los precios de los bienes y servicios, supone también una devaluación del poder adquisitivo de la moneda, una depreciación de la misma.¿Cómo se origina la inflación? Por el desequilibrio entre la oferta y la demanda de bienes y servicios. Es decir, si hay mucho dinero en la economía y pocos bienes que se ofertan, sobreviene una inflación. Por eso cuando los gobiernos elevan el gasto público, esto es, inundan con dinero la economía (para distribuir la riqueza dicen) hasta niveles que no corresponden con lo que se produce, ello se traduce en una subida inmediata de los bienes (una inflación de precios) debido a que la demanda (el dinero en el bolsillo de la gente) es desproporcionadamente mayor que la oferta normal de bienes y servicios.Como muestra Carlos Alberto Montaner en su libro “La libertad y sus enemigos”, la moneda cumple tres funciones: es una “unidad de cuenta”, es decir, una referencia abstracta para fijar los precios; es un “medio de cambio” es decir, un instrumento para cambiar el trabajo o los ahorros por los bienes y servicios que la gente desea adquirir; y es también, como la cosa más importante, un “depósito de valor”, sirve para acumular los excedentes no consumidos que la gente ha obtenido, o, dicho en otras palabras, representa el ahorro de las personas.De ahí que cuando un gobernante no protege el valor de la moneda, lo que está haciendo es empobrecer a la gente, porque le quita algo que antes tenía. Es simple de verlo, si usted es un asalariado (como la inmensa mayoría nacional) y va a la tienda de la esquina y no puede comprar lo que compraba con los mismos diez pesos de antes, ciertamente que usted se ha empobrecido un poco. Y no sólo su dinero ha perdido capacidad adquisitiva, bien miradas las cosas, también su trabajo ha perdido algo de su valor, porque usted sólo puede comprar lo que gana con su trabajo.La estabilidad del valor de la moneda tiene también otras implicaciones inmediatas, es clave para el desarrollo del comercio, porque la estabilidad de una moneda sana induce la buena marcha del intercambio comercial, ya que las operaciones comerciales complejas suelen tomar tiempo y a nadie le conviene que los acuerdos sufran en el camino intempestivos cambios de valor o de precio. Esta es, entre otras cosas, la razón de la vigencia y la importancia en el comercio mundial de las monedas “duras” (dólar, euro, libras) a las que sostienen casi exclusivamente la confiabilidad del orden económico y productivo de sus países de origen.Y de ahí la lógica de controlar la inflación, porque como se dijo implica un empobrecimiento a gran escala porque liquida los ahorros; debilita los salarios, esto es, devalúa el valor del mismo trabajo; encarece los productos; incide en la producción y por ende en la generación del empleo, y termina minando lo que es la base de la prosperidad de las naciones, su sistema productivo.Una de las mayores responsabilidades de un Presidente debiera ser entonces la preservación del valor de la moneda, un asunto que empieza por entender con lucidez la intrincada relación entre el trabajo en libertad y el fenómeno de la economía de mercado, habida cuenta, además, que solamente una actividad productiva y comercial dinámica, libre de regulaciones e interferencias caprichosas y corporativistas, puede garantizar un aceptable flujo de bienes y servicios, que es la única cosa que combate la inflación, que como se sabe consiste precisamente en un desequilibrio entre la oferta y la demanda. Así que si de pobres y de justicia hablamos, entender esto debería ser lo primero, porque involucra a moros y cristianos.*Abogado