Un nuevo binomio en la carrera electoral

Erika Brockmann Quiroga*

ERICKA Conviene recordar que, en política, al igual que en el fútbol, lo que no ocurre en mucho tiempo puede dilucidarse en los últimos minutos. Es previsible que la constitución de la CUD desencadene corrientes y dinámicas de adhesión inusitadas y que, contrariamente a las sumas que restan, en este excepcional caso, multipliquen.

El lanzamiento del binomio Samuel Doria Medina y Ernesto Suárez comenzó a mover las aguas empantanadas de un polo opositor fragmentado y dividido. La opinión pública se sorprendió ante la rápida definición política de la alianza preelectoral de dos de las tres fuerzas políticas con relativa presencia orgánica a nivel nacional. Sucedió cuando el escepticismo comenzaba a invadir las filas de una ciudadanía que clamaba por unidad y cuando los indecisos adoptaban definiciones ante el incierto y desalentador panorama de una dispersión irresoluble.



Muchos quisieran que Juan del Granado y los Sin Miedo se suban al carro. Lo hacen conscientes de que, en estos ocho años de Evismo dominante, la bipolaridad que estrangula a terceras fuerzas parece inevitable, aunque, en realidad, lo deseable sería que se configure un multipartidismo moderado más saludable para un país tan diverso como el boliviano.

Hay quienes opinan que la alianza de Unidad Nacional (UN) con el Movimiento Demócrata Social (MDS) refleja mayor coherencia ideológica ubicándolos en el centro derecha de un arco ideológico/programático hoy menos relevante para los electores. Para los críticos, la suma de voluntades políticas es calificada peyorativamente como una juntucha electoral que repetirá la historia de Podemos y de Convergencia Nacional. Los exigentes y puristas no se percatan de que el MAS es la suma de actores con intereses contradictorios y distantes a su discurso oficial, y cuyo pragmatismo lo lleva a cooptar y seducir con el despliegue de obras estrellas, una propaganda efectiva que satura los sentidos y hace de Evo el omnipresente, el imbatible, el imprescindible. En este afán, Santa Cruz y Tarija están en la mira del MAS.

En este punto, corresponde destacar el rol de Rubén Costas no sólo por declinar su candidatura presidencial, sino por dar las señales correctas y oportunas al país y en especial a Santa Cruz donde una abrumadora mayoría aprueba su gestión en la Gobernación. Como Gobernador contribuyó, como debe ser en todo régimen democrático autonómico, con el Gobierno nacional y el municipio en la organización de G 77, pero dijo lo que tenía que decir frente al mundo, al referirse los excesos autoritarios del Gobierno.

Lo hizo, mientras el presidente, entre prebendas y discursos ofendía a una cruceñidad a la que no deja de reprochar por su “desliz separatista”. Rubén y el MDS salieron beneficiados del previo acercamiento a los Sin Miedo, que permitió ablandar la imagen estereotipada que de ellos se proyectó en occidente, y que el MAS se empeña en reforzar, cuando en realidad los Verdes no expresan al conservadurismo más tradicional y secante del oriente ni aquel expresado por las corporaciones sindicales pro gubernistas a lo largo y ancho del país.

Como en todo, la Alianza tendrá sus luces y sombras, esperando que la contribución principista y de Visión de País del Frente Amplio, ahora algo desportillado, le dé coherencia discursiva y programática. Lo cierto, es que el escenario preelectoral comienza a configurarse anunciando una competencia desigual, de dudosa transparencia y favorable a la fórmula presidencial ya en funciones. Sin embargo, conviene recordar que, en política, al igual que en el fútbol, lo que no ocurre en mucho tiempo puede dilucidarse en los últimos minutos. Es previsible que la constitución de la CUD desencadene corrientes y dinámicas de adhesión inusitadas y que, contrariamente a las sumas que restan, en este excepcional caso, multipliquen.

*Psicóloga, cientista política y ex parlamentaria

Los Tiempos – Cochabamba