‘Zelotes regime, sicariatum regime’

Erick Fajardo Pozo*

FAJARDO Tras leer la crónica periodística del sobrecogedor testimonio de los activistas del movimiento autonomista, implicados por el gobierno de Evo Morales en el caso “terrorismo”, mi noción de violencia política adquirió nueva dimensión y mi memoria no pudo menos que evocar una frase en latín cuya traducción literal sería “gobierno de extremistas, gobierno de asesinos”.

La frase es del historiador judeo-romano Tito Flavio Josefo (37-101 d.C.), que definió así el periodo del “terror” que una secta ultranacionalista proto sionista llamada “zelotas” (del hebreo “celos”), desató en la Judea del periodo de la ocupación romana, paradójicamente a la par del surgimiento y desarrollo del movimiento jesucristiano.



Tito Flavio, filósofo tildado de traidor por el judaísmo que apostaba por la insurrección militar contra el yugo de Roma, retrató en sus crónicas a los zelotas como un grupo extremista dedicado a la eliminación de romanos y de civiles judíos que comulgaban con la ocupación para “disuadir” al resto de la comunidad hebrea de cualquier simpatía por el imperio.

Entre los zelotas destacaba por su crueldad un grupo de verdugos denominados por Roma como “sicarios” (del latín “sica”, o daga), asesinos infiltrados en sinagogas, asambleas o prisiones para apuñalar a los objetivos políticos de su movimiento y de entonces que la etimología del sicariato está ligada al asesinato político.

Estas precisiones históricas, en apariencia ociosas, cobran sentido tras leer el testimonio del activista cruceño Alejandro Santiesteban, sobre cómo el Ministerio de Gobierno empleó sicarios para intentar eliminarlo en más de una ocasión, durante su confinamiento de cuatro años –sin sentencia ni debido proceso– en la cárcel de San Pedro; o cómo un coronel de Policía le advirtió que reportar los intentos de asesinarlo podrían provocar que su madre sea “atropellada”.

Los escabrosos paralelos del relato de Santiesteban con el sistema judicial y carcelario turco de “Expreso de medianoche”, (Oliver Stone, 1978), no son tan espeluznantes como la abstracción de la relación entre el régimen del terror de zelotas y sicarios en la Judea protocristiana y el “modus regenti” del régimen boliviano de los “cazabobos” y (García Linera dixit) “la FAL bajo el poncho”.

Ayudará a clarificar paralelos decir que los historiadores contemporáneos encuentran en el movimiento zelota y su sicariato, el primer antecedente del terrorismo o brazo armado de la lucha política, entendido como sembrar el terror para disuadir a la población civil de adoptar posturas ideológicas “inconvenientes” o contrarias a la lucha política por la vía armada.

Un historiador y un profeta testimonian con su legado la intolerancia extremista de la que fueron capaces los zelotes: uno es Flavio Josefo, proscrito y exiliado, y el otro Jesús de Nazareth, entregado a Roma a cambio de la liberación de su más célebre sicario: Barrabás.

Acorralado en el flanco de la corrupción y la violación de derechos humanos el régimen Morales-García Linera experimenta el “síndrome de Masada”, la paranoia del cerco, y ha empezado a atar sus cabos sueltos.

Su método es, en esencia, el de siempre: sembrar terror, esta vez desde el estado. El escarmiento público por la vía del asesinato político de sus enemigos. Si nuestra incapacidad de tolerar tal violencia nos empujara a la negación, y a dudar del testimonio de Santiesteban, bastará volcar la memoria a la ejecución, instruida desde Caracas, de Rózsa, Magyarosi y Dwyer en un céntrico hotel de Santa Cruz.

*Escritor y exiliado político

El Día – Santa Cruz