Álvaro sigue preso


María Galindo*

maria_galindo En un proceso como el boliviano, donde las personalidades de Evo Morales y Álvaro García tienen un peso fundamental debido a la ausencia de discusión ideológica real, debido a la ausencia de participación real de las organizaciones sociales, debido a la caudillización del proceso, debido al hecho de que se ha ido paulatinamente eliminando a compañeros y compañeras que aportaban con críticas y discusiones.

En un proceso así el devenir afectivo y psicológico de ambos va adquiriendo un peso peligroso para lo que vivimos a nivel social.



En ese contexto quisiera compartir públicamente con ustedes mis sensaciones de piel en el reciente reencuentro con el Vicepresidente, un hecho que se dio después de más de 10 años de no habernos vuelto a ver de igual a igual y cara a cara.

Para llegar a él atravesé la puerta de la Vicepresidencia, la del ascensor, la de la sala de movimientos sociales y, por último, la puerta de su despacho. Esas puertas que siempre estuvieron ahí para proteger a quienes gobernaban este país, utilizando las mediaciones burguesas como prolongación de su estatus, están hoy ahí intactas y me sirven como simple metáfora para explicar lo que percibí.

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Como cuando tenemos un chocolate envuelto en capas y más capas de papel, así percibí al Vicepresidente, mediado por un circuito palaciego que le impide percibir la realidad de lo que viene aconteciendo en el país.

La Vicepresidencia es una suerte de escondite de la realidad social. Es una especie de muro protector de la realidad. Todo eso es rutina y no hay por qué darle ningún peso ideológico; los salones, los espejos, los muebles y floreros, todos los neoliberales que gobernaron este país tuvieron eso como prolongación natural de su origen de clase. Álvaro se deja envolver por el mismo tipo de aparato y es muy evidente que ese aparato le gusta y lo disfruta, como cualquier señor burgués.

Un hombre encerrado en su palacio gubernamental, un hombre que de haberse convertido, gracias a la confianza popular, en un intermediario de los sueños de la revuelta de octubre de 2003, ha pasado a convertirse en la víctima de esa intermediación, se ha convertido en un hombre mediado por la piel de los lujos del poder, de los carros de seguridad y del aparato gubernamental. Cuando salí de la Vicepresidencia, la primera palabra que me dije a mí misma fue: qué pena, Álvaro sigue preso.

La segunda percepción fuerte que tuve es su seguridad absoluta en el espacio de poder que ocupa; nadie lo destronará, él será el próximo Vicepresidente. Esa seguridad que puede ser simple aplicación de sentido común, en el caso de Álvaro es certeza de que el lugar le pertenece, de que es un elegido que está por encima de los demás, que es un llamado de su destino.

Eso cambia el sentido mismo del ejercicio de ese cargo, no hay evaluación, crítica o peligro que cobre sentido alguno a los ojos de su conciencia. Tan seguro está del lugar que ocupa, que uno de sus compromisos conmigo es para enero del próximo año, como los reyes que se saben llamados a reinar perpetuamente.

La tercera percepción es la del autoengaño. El Vicepresidente es un hábil argumentador, es un hombre que organiza cualquier dato de manera lógica para argumentar cualquier cosa. En ese contexto mis críticas chocaban contra una barrera argumentativa, que más que sólida, por su profundidad o sentido, se convertía en una barrera que lo impermeabilizaba de toda crítica.

No está abierto a la crítica. Menosprecia la crítica y no hay crítica que acepte ni que le interese genuinamente. En ese contexto, nuestra discusión, si bien fue intensa, al mismo tiempo fue relativamente hueca, porque estaba predestinada a no tener ninguna consecuencia real.

Tiene argumentos para todo, es cierto, pero lo único que no logró responderme es ¿para qué está en el Estado? Me regodeo únicamente de haber logrado, con esta barricada sorpresiva y circunstancial, remover la discusión ideológica, y que conste que se la arranqué al Vicepresidente de las solapas de su elegante traje.

*Miembro de Mujeres Creando

Página Siete – La Paz