‘Humanadas’ contra las mujeres

Mujer-BoliviaMario Saucedo Wichtendahl

Andrea Dworkin, activista feminista norteamericana, dijo: “Los hombres que quieren apoyar a las mujeres en nuestra lucha por la igualdad y justicia deben entender que no es terriblemente importante para nosotras que ellos aprendan a llorar; es importante para nosotras que ellos paren los crímenes de violencia contra nosotras”

El ser humano del siglo XXI igual que los habitantes de este planeta hace 10.000 años tienen los mismos genes. Nuestros cuerpos están diseñados de tal manera que tengamos algo de tensión y violencia en ellos. Estamos hechos para escapar de las fieras salvajes y para pelear defendiendo nuestro territorio.



Las fieras salvajes de ahora, viven en lugares alejados de los humanos, en áreas protegidas y muchas de ellas encerradas en zoológicos. Nuestro territorio, llámese casa, bienes, nuestro espacio privado está, o debería estar, protegido por leyes inventadas por nosotros los humanos.

No he estudiado el Genoma Humano, y tampoco conozco a un experto para preguntarle; pero me atrevo a decir que los hombres debemos tener el gen del Desprecio. Si no es así, no veo cómo se pueda explicar el mal que hacemos los hombres a las mujeres. No usé la palabra ‘barbaridades’ (que hacemos) por no ofender a los bárbaros, tampoco usé la palabra ‘salvajadas’ por no faltarle el respeto a los animales salvajes. A lo nuestro le voy a llamar ‘Humanadas’ que sólo las puede cometer un ser que tiene el gen del Desprecio.

Si echamos un vistazo rápido a la historia de las ‘Humanadas’ contra la mujer, salta a la vista el Paraíso Terrenal que menciona la Biblia donde Adán vivía con Eva que se dejó tentar con la serpiente, le dio a probar la fruta prohibida a Adán, cometiendo el pecado original; y cuando Dios enfurecido los interpeló Adán contestó, fue ella. A raíz de la cobardía de Adán, según Génesis 3:16 Dios le dijo a Eva: “Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces, con dolor darás a luz a tus hijos, y tu deseo será para tu marido”. Podemos ver también la cantidad de mujeres quemadas en la hoguera acusadas de ser brujas, las ‘Vírgenes’ sacrificadas a los dioses – acá cerca de donde vivimos – hace poco más de 500 años, y las mujeres apedreadas hasta morir allá en Medio Oriente en pleno siglo XXI. Estas son, entre tantas otras, algunas ‘Humanadas’ tenebrosas.

98 mujeres han muerto de forma violenta en toda Bolivia en lo que va del 2014. Agosto no ha terminado todavía o sea que, con una mujer asesinada cada día y medio, podemos superar fácilmente las 100 en 8 meses. Deberíamos ser tan efectivos, en otras cosas.

Se han ido – para siempre – de 98 hogares bolivianos hijas, hermanas, madres, y no existe nada, absolutamente nada que traiga de vuelta a esas hijas, hermanas, madres.

A todas ellas, las mataron hombres.

Existen otros feroces enemigos de las mujeres, los depravados, psicópatas, depredadores. Y si estos humanos que aparte de su trastorno, al igual que muchos otros ciudadanos para desgracia de nuestro país, tienen a su cómodo alcance ilimitada cantidad de drogas, de alcohol, del morbo (interés malsano) que a veces los medios de comunicación utilizan para aumentar sus ratings, gozan de fácil acceso a dinero mal habido, a tener de cómplices y/o coimear autoridades, y a saber que la cárcel es otro barrio donde vivir; entonces estos verdugos son alguien contra quienes las mujeres no tienen chance de armar una defensa, tomar medidas, enfrentar a tiempo, porque cuando las atacan… Ya es tarde.

La señora Dworkin nos pide a los hombres “paren los crímenes de violencia contra nosotras”

Si de verdad los hombres queremos parar esa violencia… ¿Aplicamos las leyes? ¿Esas leyes inventadas por los humanos que dicen proteger y sólo sirven para castigar?

Un paraguas, por ejemplo, me protege. Lo abro cuando llueve y no me mojo. Esa es la idea.

Pero, las leyes son como las señales de tránsito en la carretera: ‘Velocidad Máxima 80 kilómetros por hora’. Si no hay un policía cerca, le metemos a 120; y ¿cuál señal?

Además, las leyes están escritas de tal manera que cualquier abogado las manipula de acuerdo al beneficio de su cliente.

Sra. Dworkin, me parece que las leyes no nos van a ayudar.

Apelemos a la Justicia entonces, a esa mujer con los ojos vendados que sujeta la balanza. Qué ironía.

Pero en nuestro país la justicia ha dejado de ser ciega, y se ha vuelto sorda. Antes, para dictar sentencia escuchaba, y no veía. Ahora, si ve algo que le conviene, deja de escuchar.

Existe, cómo consuelo para muchos, otro tipo de justicia. Esa justicia que según dicen manda a decir Dios en la biblia de ‘Ojo por Ojo’, ‘Diente por Diente’. Imagino que también podría aplicarse a hija por hija, hermana por hermana, madre por madre. Pero eso no es justicia, es un intercambio. Un intercambio terrible y peligroso.

Vamos mal señora Dworkin. Vamos mal en nuestro afán de cumplir con su pedido.

Podemos protestar con marchas, vigilias, ayunos etc. Eso sólo nos servirá para escuchar discursos, promesas y ofertas que nunca se cumplirán.

Podemos también pintar mensajes de protesta en las paredes, escribir artículos como éste, o enviar mensajes por las redes sociales. Eso se borra rápido.

Podemos enojarnos, sufrir, llorar… pero ya escuchamos lo que pide la señora Dworkin.

Entonces, empecemos a calmar al gen del Desprecio a la mujer. Digo calmar porque no podemos eliminarlo, está en nosotros desde siempre, y ahí se va a quedar.

Del desprecio han de haber nacido varias frases populares como estas: ‘porque te quiero, te aporreo’. ‘Te odio, porque te amé’. No estoy de acuerdo. Lo opuesto al amor – no es el odio – es la indiferencia.

El odio, que va del brazo con el desprecio, es esa profunda, constante, intensa emoción de sentir hostilidad, rabia, y rivalidad contra una persona, contra un grupo, o algo en particular. El odio no es un estado emocional temporal, es cultivado, es una actitud alimentada por el tiempo, por las situaciones, por lo que nos rodea. El odio, decía Freud, es el estado del ego que desea destruir las causas de nuestra desdicha. Y a eso habría que añadirle nuestra envidia, rencor, nuestra desgracia. ¿Suena conocido todo esto?

Dejemos de odiar, de despreciar, para que se acabe el odio y el desprecio. Empecemos por casa respetando a la mujer. Obliguemos – aunque sea a chicotazos – a que nuestros hijos varones respeten a la mujer. Seamos más machos de lo que nos creemos y denunciemos al abusador. Y si las autoridades, desde el policía de la esquina, hasta el presidente de la República no están de acuerdo en defender a la mujer que los parió, que se vayan.

Disculpe señora Dworkin, eso tampoco va a funcionar, gracias a que un aspirante a senador en las próximas elecciones, por el partido político que nos gobierna – MAS – el señor Ciro Zabala, acaba de proponer “Enseñar a las mujeres a comportarse para no ser objetos, y que sea atractivo el objeto para producir muchos de los conflictos”.

He ahí el fruto de la campaña interminable del gobierno actual de volver atrás, a cómo era antes, al tiempo de las piedras preñadas, cuando el reloj giraba al revés; y bastaba con leer las arrugas en la frente de un anciano para adquirir sabiduría.

Si este candidato imbécil sale con su gusto, Bolivia será otro lugar sombrío donde:

LA MUJER SIGUE TENIENDO LA CULPA.

Una mujer muerta de forma violenta, sea quien ella fuere, es demasiado.

Una mujer sexualmente ultrajada, sea quien ella fuere, es demasiado.

Una mujer abusada físicamente, sea quien ella fuere, es demasiado.

Una mujer maltratada psicológicamente, sea quien ella fuere, es demasiado.

Una mujer desvirtuada por alguien con el afán de ganar dinero, sea quien ella fuere, es demasiado.

Una mujer marginada cualquiera sea la razón, sea quien ella fuere, es demasiado.

Pongámonos los pantalones carajo.

Protejamos al SER QUE DA LA VIDA.