Las venas abiertas de la cocaína

Fernando Tibúrcio Peña*

VejaGrafico2012 La droga debe tener un lugar cautivo en la agenda

Creo que el ex guerrillero y ahora vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera se disparó un tiro en su propio pie y, de paso, en el del presidente Evo Morales, al acusarme de haber dado una entrevista para una red de televisión boliviana sobre el efecto de los psicotrópicos.



En la parte que me toca, mi único pecado fue haber abordado un asunto que no gustó a Linera, porque hablar de psicotrópicos en un narcoestado como Bolivia es igual a hablar de sogas en la casa del ahorcado.

Según el último informe de la Oficina de las Naciones Unidas sobre las Drogas y el Crimen (UNODC), el país tiene 25.300 hectáreas de coca, el doble de lo que sería necesario para cubrir el consumo legal, particularmente de la práctica del acullico, la costumbre tradicional de mascar hojas de la planta.

El Brasil, que antes era primordialmente ruta de tránsito, se transformó en menos de una década en el mayor consumidor de cocaína producida al otro lado de nuestra frontera de más de tres mil quilómetros con Bolivia.

Hoy, de cada cien brasileros universitarios tres usan cocaína, según la Secretaría Nacional de Políticas sobre Drogas. La prevalencia de choferes que conducen bajo el efecto de la droga es 4,5 veces mayor aquí que en Europa.

Los 42 millones de brasileros, en las cuentas de Dilma Rousseff, que ascendieron a la clase media, ahora tienen dinero para comprar televisores de pantalla plana y sobres con cocaína “made in Bolivia”. Evo democratizó la producción. El nuevo Brasil democratizó el consumo.

Nos quedamos en silencio cuando Evo Morales anunció el mes pasado que apoyaría la legalización de millares de catos de coca en la región del Chapare, su principal reducto electoral. Actitud injustificable la nuestra. Presionar a Evo a cambiar de idea era apenas una cuestión de realpolitik, toda vez que la economía boliviana depende fuertemente del dinero del gas natural exportado al Brasil a precios por encima de los fijados en el mercado internacional.

El problema es que tenemos gente por aquí padeciendo el mismo mal que Evo y Linera. Gente que continúa comportándose como si “Las venas abiertas de América Latina” todavía fuese su libro de cabecera. Si el propio Eduardo Galeano reconoció que escribir el “Almanaque Fontoura” de la izquierda festiva fue un error, quedaba la esperanza de que hubiésemos madurado lo suficiente para que no aceptáramos pasivamente la bomba de tiempo colocada en nuestra juventud.

No podemos más figurar como compañeros de ruta de los insensatos. Por los efectos perversos que la cocaína -y sobre todo de su forma barata, el crack- trae para la sociedad brasilera, en especial para los más nuevos, debe tener un lugar cautivo en la agenda de las elecciones presidenciales de octubre el debate sobre cómo convivir con una vecina que se ha vuelto inconveniente. El tema de la cocaína necesita ser tratado con seriedad y responsabilidad. No puede quedar restringido al “submundo de la política”, usando la expresión feliz de uno de los candidatos.

*Abogado

O Globo – Brasil

Traducción: eju!

Link al artículo original en portugués