Democracia basura

María Galindo

Estoy convencida de que en las próximas elecciones de octubre no nos estamos jugando nada y que los únicos que se están jugando ventajas y privilegios son los candidatos y candidatas que accederán a cierto minúsculo y parasitario espacio de poder.



Los problemas de la democracia boliviana no son la limpieza de las elecciones, ni el abuso del uso de los medios de comunicación por parte del partido de Gobierno, ni el abuso de Doria Medina de su fortuna para hacernos comer su cara de entrada, segundo y postre hasta la náusea.

Los problemas de la democracia boliviana no son la evidente y descarada parcialización del Tribunal Supremo Electoral, ni la amistad de Pinto con García Linera, ni la dirección de la campaña del MAS por parte de Wálter Chávez, ni la mediocridad de periodistas funcionales, que ni siquiera por vergüenza preparan y formulan preguntas al menos incómodas para candidatos y candidatas.

Los problemas de la democracia boliviana actual no son el padrón electoral y las posibilidades de que los muertos voten en estas próximas elecciones.

Estamos en una democracia basura porque las mujeres que deciden abortar arriesgan sus vidas para poder hacerlo y no tienen libertad de decisión, ni de consciencia  ni de elección.

Los problemas de la democracia boliviana son el Servicio Militar Obligatorio y que ningún joven boliviano tenga el derecho de disentir del uso de las armas y de cuestionar el concepto de hombre, basado en el de soldado dispuesto a matar o morir.

Los problemas de la democracia boliviana es que seguimos siendo una sociedad expulsora de mano de obra barata. Estoy en la ciudad de Sao Paulo, donde la migración de bolivianos y bolivianas hambrientos, que no se consideran explotados y explotadas, sino que se consideran suertudos por poder ahorrar 3.000 dólares al año, gracias a jornadas interminables de trabajo esclavo.

Los problemas de la democracia boliviana no se resuelven con el voto, porque senadores y diputados y Presidente y Vicepresidente acceden a una forma de representación que no tiene un sustento aceptable, ético, político, ideológico, ni legítimo.

No es legítimo que se resuelva la suerte de un país con un programa propagandístico que luego no se respetará. No es legítimo que se resuelva la suerte de un país después de saturar la vida de la gente de propaganda, donde lo que se ofrece es una discusión superficial que banaliza todo.

Y no me digan que es mejor esta democracia basura que la dictadura, porque si bien es cierto, al mismo tiempo y después de más de 30 años de democracia  esa respuesta es frustrante y justificatoria.

Ésta es una democracia basura porque el voto mismo es una basura, con la cual los elegidos y las elegidas se van a burlar, les servirá para acceder a un puesto, pero a nosotros y nosotras votar no nos sirve para nada. Nuestra voluntad no cuenta sino para sumar votos, no para transformar ni para decidir, ni para controlar  ni para nada. El voto es la máxima expresión de la nulificación del y de la votante.

¿Si no tendrían nuestro voto cómo se justificarían en su poder?

En esta democracia basura ni la voluntad colectiva importa  ni la voluntad individual cuenta.

Los votos, que son una raya en un papel, no alcanzan para expresar voluntad alguna.

Votar, por tanto, alcanza más que para hacer un acto de expresión de voluntad, para hacer un acto de legitimación. Votar es una forma de resignarse a que no queda otra alternativa. Es un acto de simpatía, pero no decisión.

Puede también ser un acto de antipatía, pero no decisión. Por eso, en las fallidas elecciones judiciales, la gente se negó a votar usando la papeleta para burlarse del acto mismo, para escribir frases, pensamiento o, inclusive, letras de canciones.

Las elecciones, así como están planteadas, representan un escenario para elegir cuál de las mafias preferimos que  acceda  al usufructo de los privilegios de la administración del Estado, y eso no es sino democracia basura.  Basura como toda la propaganda electoral, basura como aquel pedazo de papel en el que señalaremos, bolivianas y bolivianos, con una rayita, la resignación histórica de no tener alternativa.

 

María Galindo es miembro de Mujeres Creando.

Las elecciones,    así como están planteadas, representan un escenario para elegir cuál de las mafias preferimos que  acceda  al usufructo.

Fuente: paginasiete.bo