Su teleférico del MAS

María Galindo*gal-1774El pasado miércoles 8 de octubre tenía una conferencia en la UPEA, alrededor de las siete de la noche, y tenía que estar de retorno en la Cinemateca Boliviana para atender el debate diario de 13 horas de rebelión, alrededor de las 9 de la noche.Como además era el día de la proclamación del MAS en El Alto y, prácticamente, la Ceja estaba repleta de puestos de venta de cerveza. Mi única salida para el retorno era la línea roja. Fui sin dudar, llegaba muy rápido caminando casi a trote, tenía en la mano mis tres pesos sueltos. Compro mi pasaje y cuando estoy lista para presentarlo, se me acerca una guardia del mismo teleférico y me indica que no puedo subir porque -según ella- yo estaba ebria.Le explico que no había bebido ni una gota de alcohol que venía de una conferencia en la UPEA, que iba a un debate en la Cinemateca y que, por favor, no me perjudicara. La mujer gritaba: «No no no, usted tiene tufo alcohólico, la vamos a detener”.Empezó a llamar ayuda para detenerme, únicamente por el hecho de ser yo quien soy. Dar explicaciones, enojarme, suplicar era inútil, la mujer había decidido acusarme de ebria sí o sí. Por ello, pensando en mi debate, conociendo la arbitrariedad de la Policía y riéndome de la situación, cual ninja salte la valla y corriendo me metí en una cabina que estaba por partir, así que la guardia no pudo hacer nada.El teleférico, después de arrancar, se detuvo alrededor de tres minutos a medio camino. Yo supuse que lo habían detenido por mí y que alguna sorpresa me esperaría en la siguiente estación. Pensé que era sorprendente que el teleférico se pudiera detener por un acto de abuso de autoridad de una guardia. Qué inútil derroche de energía y qué falta de respeto para quien viaja allí, contando los minutos, como era mi caso.¿No se supone que vamos allí para ahorrar tiempo? Al llegar a la estación del Cementerio, donde yo no debía bajarme, estaba un policía de mayor rango alto y grande, acompañado de un alto funcionario de la estación del cementerio, dispuestos a sacarme de la cabina.Salí voluntariamente de la cabina hecha un fuego de rabia. Les rompí el boleto en la cara, les gritonee por el abuso de poder y me salí corriendo a tomar un taxi hacia la Cinemateca, donde llegue apenas a tiempo.Nuevamente pensé qué desperdicio un policía de alto rango para mí, la peligrosísima María Galindo y el gerente de la estación para mí, ¿no tienen nada mejor que hacer, ningún trabajo más importante que atender?Es cómico porque mi salto fue espectacular, porque ni la guardia ni ninguno de los funcionarios del teleférico esperaban mi huida, pero estoy segura que si hubieran logrado detenerme hubieran hecho de todo para demostrar, sin sustento alguno, que yo estaba borracha, para humillarme, para seguramente retenerme en la Policía por faltamiento a la autoridad.Quizás no había órdenes superiores de retenerme, quizás fueron sólo homofobia, capricho y complejos inferiores que motivaron a la guardia, pero el abuso de poder es así y hoy en Bolivia se ha extendido, desplegado y multiplicado. ¿Tendrá una crítica como yo que caminar con el testamento bajo el brazo?Les confieso que me da pudor contar mi tragicómica anécdota con el teleférico, en una sociedad donde las personas tienen realmente problemas dramáticos y no tienen a dónde ir, una sociedad donde el abuso de poder es generalizado. Por eso todos quieren ser abogados y por eso todos quieren estar a salvo en el partido de Gobierno, en la Policía o en el Ejército o al menos tener un amigo ahí adentro.Me da pudor contar mi pequeña historia en una sociedad donde el Tribunal Electoral le cambia de nombre al país en la papeleta y no pide disculpas, sino que dice que no tiene ninguna importancia. Qué vergüenza contar una historia tan banal en una sociedad donde el Tribunal Electoral no entrega datos oficiales y proclamamos ganadores y perdedores con los datos de encuesta de una empresa privada.*Miembro de Mujeres CreandoPágina Siete – La Paz