Todo vale al buscar poder

Carlos Toranzo Rocaint-41349La política que era una palabra importante en la vida del país está devaluada. Ahora se ve con duda a la política, se la mira de reojo y, a veces, se trata con desprecio a los políticos.La política dejó de ser una labor de servicio público, de entrega a la comunidad para buscar mejores días para la población. Ahora la política es simplemente un trampolín que usan muchos para obtener poder, para mantenerlo o para retenerlo.Si la gente está en el desempleo, se le aconseja que se meta en la «política” para tener acceso a un puesto en las administraciones públicas, ya sean del nivel central o de los gobiernos subnacionales.Si antes había ideales por los cuales combatir, valores por los cuales luchar, ahora mucha gente abdicó de esos valores y entró en la lógica del pragmatismo, que significa utilizar a la política para buscar poder y para lograr enriquecimiento, muchas veces ilícito.En el pasado había que quemarse las pestañas, estudiar mucho para acceder a la administración pública, para hacer una carrera administrativa y apoyar al país desde la profesión.Ahora es cuestión de buscar el carnet de militante -antes pasaba eso también, pero con menos intensidad-, es época de ligarse a un sindicato o a un movimiento social para obtener el empleo público.Muchos jóvenes que entienden el pragmatismo de la época hacen eso, buscan el carnet de la militancia y con él obtienen un puesto en la administración pública. Si tienen que pijchar coca y ponerse morral originario, lo hacen para cuidar el empleo.Pero, todo lo anterior es nada frente al pragmatismo -la palabra es suave- de muchos políticos, candidatos, jefes de campaña, que sin la menor vergüenza se pasan de un partido político a otro, pero en especial, se van al carro ganador, esgrimiendo argumentos pueriles que no logran disminuir las violaciones éticas que cometen al jugar de pasa pasas.Pero, no habría esta fuga, cambios de camiseta, si ellos no fueran propiciados, impulsados por los propios partidos, en especial por aquel que, en su momento, decía que iba a hacer una revolución ética, que buscaba cuidar los valores de la política y que se iba a convertir en fenómeno ético nunca visto, muy diferente de las costumbres instaladas por la partidocracia caduca del pasado. No, no hay tal, lo que prima ahora es la lógica del poder, de retenerlo, por eso no importan para nada las violaciones de la ética.Qué importa ahora que un anciano de manos largas acose a mujeres de su entorno y que se convierta en masista con tal de retener el poder de la Alcaldía cruceña, junto a todas las prebendas que debe administrar. No sonroja a nadie que una cruceña jefa de campaña de un partido de oposición se pase al carro del MAS, haciendo una «autocrítica” patética, en la que dice que se equivocó al incitar a la violencia, y ¿ahora opta por el camino de la paz?Tampoco hiere a nadie que un dirigente de los sin miedo, exministro caído en desgracia por mostrar en público sus partes pudendas, retorne al MAS indicando que se equivocó de camino al entrar al MSM y que no deseaba seguir en ese partido si no le daban una buena candidatura.Genera poco estupor que una dirigente de las esposas de los policías cambie de camiseta a los pocos días de haber jurado por un partido, renuncie a él porque no le dieron un buen puesto en las candidaturas.Y qué le importa a la ética cuando algunos expolicías que candidatearon para la oposición, ahora se autocritiquen y digan que se acercarán al MAS para servir mejor a la patria.Y tampoco llama la atención que algunas ex-misses, de ésas que nunca hicieron política, ahora se suban al carro del proceso de cambio, cuando lo que más les disgusta son los olores de los sectores populares.Tampoco llama la atención que otros, por temor al poder, sean cooptados para las labores que interesan al proceso de cambio para fortalecer su poder.¿Podemos inculcar valores a nuestros hijos y nietos, cuando hablar de ética parece remitirse a algo pasado de moda? Pero, a pesar de que el poder es una topadora de los valores, creemos en la importancia de éstos para el desarrollo sano del país, de toda su gente y de nosotros mismos.Página Siete – La Paz