Emilio Martínez*El “giro a la izquierda” fue la consigna electoral del sector más votado del Frente Amplio, que ha logrado alrededor de un 60% de las bancas del oficialismo.Se trata de una nueva correlación de fuerzas donde los moderados del FA tendrán menos poder para contener o balancear los desbordes del ala radical o populista del bloque.Este es un dato no menor de cara a la segunda vuelta, planteada para el 30 de noviembre. A pesar de que el candidato gobiernista, Tabaré Vázquez, puede ser adscrito a los sectores moderados, en caso de ser electo presidente la mayor parte de su grupo parlamentario estaría en manos de tupamaros y comunistas.El cuadro se agrava por el hecho de que su vicepresidente Raúl Sendic también pertenece a esa ala del Frente, y a que la avanzada edad y estado de salud de Vázquez obligan a no descartar la hipótesis de una eventual sucesión constitucional en algún momento de su mandato. De hecho, Sendic es un admirador del chavismo y en caso de hacerse con la primera magistratura podría encaminar al Uruguay hacia la versión dura de la izquierda regional.Advertir, sin estridencias pero con claridad, sobre el riesgo del “giro a la izquierda” debería ser una de las tareas fundamentales a asumir en el mes y poco que resta para el ballotage, por quienes están comprometidos con la preservación de la solidez y calidad del sistema democrático uruguayo, algo que exige impedir toda deriva hacia el populismo.El otro gran desafío de la oposición pasa por abrir un diálogo ideológico y programático con sectores de centroizquierda que no acompañarían la visión del giro hacia el radicalismo: 1) el socialdemócrata Partido Independiente, 2) el ala batllista del Partido Colorado que no acompañó a Bordaberry y originó una contracción electoral en esa fuerza, y 3) el electorado más moderado del propio Frente Amplio, que puede no ser consciente de lo que implicaría en la práctica un “chavismo a la uruguaya”.*Escritor y analista político