Jorge Siles, el intelectual conservador

Gonzalo Mendieta RomeroMENDIETAHa muerto Jorge Siles, el único de los hijos de Hernando Siles entregados a la vida pública que no ocupó la presidencia como su padre. Siles Salinas fue un pensador y, en esa dimensión, el más interesante de los tres hermanos.Jorge Siles era un hombre honesto de maneras suaves. Paradójicamente hizo política contra la generación (Céspedes, Montenegro) que debutó con su padre. Fue un conservador enfrentado a la revolución nacional, a la cual admitía méritos con avaricie. Siles fue además militante de la Falange Socialista Boliviana (FSB). En el canon de nuestro tiempo eso serviría para tildarlo de fascista (y hacerlo sería en general un despiste).Siles pasó sus primeros años en Chile, donde su padre era embajador. Por conservador y por la época, no por fascista, Siles Salinas siguió el destino de la juventud chilena del Partido Conservador, que fundó con bríos la Falange Nacional. La pubertad volvió después a casa: la Falange chilena se rebautizó como Democracia Cristiana, un partido conservador aggiornado con tintes «progres”.De hecho, Siles estuvo entre los que intentaron una conversión igual acá, en los años 60, cuando FSB lideró la Comunidad Demócrata Cristiana y atrajo, por ejemplo, a Marcelo Quiroga como candidato a diputado (de ahí la leyenda de un Marcelo «falangista”).El sello conservador de Siles quizá fue inducido por su experiencia de niño, cuando su casa fue tomada por la revuelta y el intento de reelección de su padre acabó sin la suerte de otros. En su libro Ante la Historia, Jorge Siles imparte su pesimismo por la rebelión social, al repasar la sombría mirada de Tucídides hacia la guerra civil de la isla de Córcira. Para Siles, Occidente aprendió pronto el costo de romper el orden tradicional: Robespierre era sólo un tardío modelo de una tentación repetida.Siles compartía línea con otro de estirpe contrarrevolucionaria -su amigo y sucesor en la dirección del periódico Última Hora-, Jorge Canelas. Éste, socarrón, sostenía que el voto universal no precisaba de una revolución.En los años 50, Siles escribió La Aventura y el Orden, libro que Zavaleta destacara como arquetipo del pensamiento señorial. Y pese a la mala prensa de este título, para Siles el orden no tenía rasgo antiindígena, como sí ocurrió con varios en FSB. Por el contrario, asignándole méritos ajenos, de su entorno conservador surgió la Historia de la rebelión de Túpac Katari, escrita por su primera esposa, la chilena María Eugenia del Valle.Siles fue presidente en Bolivia del Instituto de Cultura Hispánica, entidad del franquismo, ansioso de influjo en estos lares. Pero el conservadurismo de Jorge Siles tenía fuentes universales, no franquistas: Leo Strauss (apreciado por Siles antes de su fama, a raíz de sus discípulos gringos), Vico y Edmund Burke. Este escritor y político inglés, célebre en su resistencia al espíritu de 1789 y en el vaticinio de lo que le esperaba, fue el autor de la definición: «La sociedad es una alianza no sólo entre los que viven, sino entre ellos, los que están muertos y los que están por nacer.”Por las muertes violentas de 1959, Siles publicó una famosa carta a su hermano (y presidente) Hernán -usada por sus detractores-, aunque la relación con él nunca se quebró. Pese a ser un hombre de paz, Siles Salinas no censuró igualmente los abusos de Banzer, del que fue rector de la UMSA.En el último gobierno de Paz, Siles fue cónsul en Chile, en la negociación del «Enfoque Fresco” (frase de Bedregal, que ejercía el papel de teórico que todo Gobierno que se precie ha de tener). Siles publicó una instructiva memoria de esa misión. Un ensayo quizá explicaría por qué el conservadurismo que Paz Estenssoro encarnó a su modo necesitó de formas revolucionarias para ser exitoso. Pero en los años 80 fue Paz el que se acercó a las ideas de Siles Salinas.Conocí en sus últimos años a Jorge Siles y escuché con privilegio su testimonio histórico. Era un pensador de talla, bondadoso y creyente, no exento por eso de realismo y, acaso, de la frialdad del intelectual. Sus opciones nunca fueron mayoritarias. Fue uno de esos casos en los que, a contrapelo del eslogan, el rebelde no es guerrillero, sino simplemente conservador.Página Siete – La Paz