Arsovi Zapata, se ganó un prestigió golpe a golpe

El boxeador boliviano comienza a ser reconocido en Argentina. Su última pelea fue transmitida por la televisión de ese país y recibió elogios de los especialistas.

imageEmmanuel Quispe – Buenos Aires, EL DEBER

Este boliviano que radica en Argentina siempre muestra la tricolor nacional después de cada combate. Sale vestido de indio en cada pelea.



El ring de la vida dejó su cuerpo curtido de dolor, pero ni en el peor de los momentos perdió la dignidad ni la fe como aliados. Se abrió camino a los golpes en un territorio ajeno, donde aún paga el derecho de piso, y todavía con un destino cruel dándole ganchos que lo hacen besar la lona, Arsovi Zapata Vásquez siempre se levantó. Porque un campeón de la vida no puede renunciar al anhelo por el que tanto luchó.

Quiero ir a Bolivia y ser campeón, es un sueño que tuve desde que empecé, porque nunca más pude regresar y siempre quise llegar. Sé que lo voy a conseguir”, confía de arranque este orureño criado en Cochabamba, ciudad que dejó a los 14 años y hoy, con 30 primaveras, ha encontrado la madurez bien lejos, en Buenos Aires, donde le contó su historia a EL DEBER.

Mano de piedra

El muchacho federado en Argentina es el número uno entre los superwélter de Bolivia, tras su victoria ante José Zajak en la Federación Argentina de Boxeo (FAB) el mes pasado, la tercera desde su debut profesional en 2009. “Creo que nunca un boliviano había ganado en la FAB y estoy contento de ser el primero”, destaca Zapata, cuyo récord consta además de dos empates y seis derrotas.

Con entradas dignas de un personaje de lucha libre, el radicado en el barrio de González Catán, en el conurbano bonaerense, acapara todas las miradas cuando salta a escena. Luciendo un pantaloncito verde, de vivos rojos y amarillos, y una peculiar corona de plumas se ha ganado cierta simpatía. Ya no percibe ese clima hostil de la primera época cuando escuchaba agravios o lo chiflaban por el mero hecho de ser boliviano. “Ahora muchos se sacaron fotos conmigo, sentí el cariño de la gente y por primera vez me sentí local”, se anima.

Hasta Osvaldo Príncipi, el prestigioso periodista de boxeo, le pidió una foto cuando lo conoció hace un año y lo ha recomendado a organizadores de veladas por el atractivo que aporta dentro y fuera del ring. “Lo de las plumas se le ocurrió a mi profesor. Al ver que era fuerte me propuso hacer algo para llamar la atención y aunque al principio me daba un poco de vergüenza -señala sonriente-, me gustó y resultó”. Pero necesitaba un alias que se potencie con el atuendo y lo sugirió mamá Rosa: “‘Rumi Maki’ es ‘Mano de Piedra’ en quechua. No soy famoso como él (por la gloria panameña Roberto Durán), ¡pero pego fuerte, eh!”.

Carne de cañón

Sus estadísticas no lo favorecen, están a la vista, pero también es cierto que Zapata ha tenido que lidiar con jurados que no lo han sabido reconocer con sus fallos. “Como soy boliviano varias veces fui muy visitante (sic). Me han robado peleas siempre por fallo dividido y me molestaba mucho el tema”, apunta.

Pero supo canalizar a favor su desventaja. Consciente de ella, la usó como un aliciente que le sirvió de empuje para ir al frente y dejar en un rincón su costado introvertido. Lo hizo más aguerrido para salir a ganar desde el inicio: “Abajo del ring puedo ser una persona tranquila, humilde y respetuosa, pero arriba soy un tigre, un indio, que quiere ganar”.

Y es que en reiteradas ocasiones admite haberse sentido menospreciado por “portación de documentos”, que muchos lo veían como una suerte de carne de cañón para ser arrollado por el favorito en las apuestas. Claro, hasta que les hizo cambiar a varios aquel preconcepto luego de buenos rendimientos ante rivales de categoría: “Empaté, perdí y gané, pero siempre dejando una buena imagen; ahora saben que soy duro, que pueden perder, y por eso muchos no quieren pelear conmigo, me lo dijo mi entrenador”.

Adrián ‘Chucky’ Verón, uno de los wélter locales con mejor proyección, lo padeció a mediados de este año, al punto de que por varios pasajes del combate apeló a excesivos amarres que le valieron un descuento de puntaje. “Aunque Verón es un gran boxeador, está invicto y es la ‘estrellita’ de acá, esa noche yo le gané. Yo busco la pelea en internet y no aparece, pese a ser grabada por TyC Sports”, dice Zapata, cuyo pedido de revancha le fue negado.

Un deseo

“Para conocer mejor donde nací y conozcan quien soy, que nunca eché para atrás mi país y siempre lo tuve en el corazón. Volver a Bolivia es un sueño que me gustaría vivirlo”, proyecta con ilusión el ‘Rumi Maki’ más cuando acaba de obtener el permiso oficial de la FAB para combatir fuera de Argentina y ahora solo aguarda un guiño de la Federación Boliviana de Boxeo para tener una contienda en su tierra.

“Yo estoy ranqueado primero allá. Aunque hay otros en la lista, están aparentemente inactivos, así que quiero llegar para pelear y hacer todo lo necesario para tener el título de campeón”, sostiene Zapata, para quien si de espejos se trata, Jennifer Salinas es alguien con la que se siente identificado a pleno: “Es algo parecida nuestra historia. Jennifer es una gran boxeadora y es como yo, nunca dejó de ser boliviana y llevamos ese sentimiento en el corazón. Ahora es ‘La Reina de Bolivia’, como le escuché decir a principio, y ojalá yo también pueda llegar allá para ser campeón”.

De hecho, existió un acercamiento el año pasado entre la campeona mundial supergallo de la FMB y el técnico del boliviano, Luis Alegre, en vísperas de la noche de Salinas en el Tahuichi, pero el contacto se diluyó, por lo que Zapata confiesa que “me gustaría hablar con ella y tener la posibilidad de pelear en un evento suyo”.

A puro sacrificio ha salido adelante. Sin patrocinadores se le ha hecho cuesta arriba su andar en el ring, por eso tiene la premisa de reunirse en breve con el cónsul boliviano en Argentina para lograr apoyo: “No nos falta, ni tampoco nos sobra nada, pero siempre uno aspira a más y me gustaría reunirme con autoridades, gente de la colectividad y también llegar a Bolivia para sentirme más acompañado porque, al final, uno los está representando”.

Cada amanecer es un desafío para el boxeador, cuya jornada inicia a las cuatro de la madrugada para manejar su radiotaxi, su único ingreso económico, y se las arregla para llegar a horario a los entrenamientos: “Quisiera dedicarme al deporte a tiempo completo, pero al tener familia se dificulta y desearía tener una ayuda. Es una disciplina que requiere descanso, buena alimentación, vitaminas, y a veces uno se bajonea. Ojalá que siendo campeón se abran puertas y llegue ese apoyo para rendir mejor y dejar lo más alto a Bolivia en el boxeo”.

Golpe fuerte

Queda poco para que se cumpla un año del golpe más fuerte que recibió Zapata: el fallecimiento de su señora. “Fue algo duro, muy feo”, atina a decir mientras la resolana de la tarde lo ilumina. Por entonces, la madre de sus dos pequeñas hijas era internada a raíz de una aparente infección, pero análisis posteriores determinarían que era producto de una enfermedad terminal avanzada.

La noticia no le dio tiempo a Zapata más que para cumplir la última voluntad de su mujer: viajar a su pueblo natal, en Paraguay. Allí pasarían sus días finales, pero luego sucedería algo más, no menos difícil que darle el adiós a su compañera: “No me voy a borrar de la mente esa mañana que desperté, les di un beso en la frente a mis hijas y me tuve que volver solo a Argentina”. Así, con un semblante de tristeza, revive en su mente esa circunstancia de impotencia en la que la familia de su señora se quedaba con sus hijas.

“Al no tener a mi mujer ni mis hijas pensaba que el mundo se acababa”. Y es que transcurrieron seis meses hasta que pudo volver a verlas, apelando a distintas instancias judiciales, y con la ayuda fundamental de su entrenador, Luis Alegre, y su sicólogo, el Dr. Marcelo Sánchez: “Gracias al boxeo recuperé a mis hijas porque ellos me contuvieron y, además, consiguieron una abogada que se movió mucho cuando yo no tenía trabajo ni manera de pagarle”.

Hoy, el taxista, el boxeador, el padre, recobró con sus hijas aquel espíritu de superación, tratando de rehacer su vida y afrontando cada día, sabiendo que en el cielo tiene tres ángeles: “Siempre le agradezco a mi mujer, mi hermano y su hija, que también fallecieron, por las cosas buenas que me pasan, porque creo que la persona que está a mi lado, María, tal vez me la mandó ella, porque me hace mucho bien”. Y subrayó: “Después de todo lo que me pasó, recuperar mi carrera deportiva fue muy difícil, pero estoy fortalecido para lograr mi sueño de ser campeón”.