El entrenador de San Lorenzo habló en las horas previas al
debut; «No me importa perder 5 a 0 si el equipo va, quiere y
se mata», sostuvo; las últimas historias, imperdibles.
Todas las tardes, recostado en la reposera que espía el establo, detrás de ensayos, tácticas, estrategias, pizarrón, presión alta y pases cortos, se pierde en la lectura. El mundo es su mundo. «Un largo camino hacia la libertad», la majestuosa obra biográfica de Nelson Mandela, lo tiene aprisionado. Atrapado en los mares bravíos buscando libertad. «Ya leí dos libros de este gran hombre. No tengo dudas: Mandela es el personaje del siglo XX. Me sigue asombrando cómo Mandela no tuvo rencores, con todo lo que sufrió», describe, apasionado. Edgardo Bauza, el conductor de San Lorenzo, tiene una pelota en la cabeza, aunque no tanto. «Es necesario desconectarme de esta locura para ser un poco mejor. Juego cuatro días a la semana al tenis. Y acá, también, con algunos colaboradores. No me pidas sutilezas: soy como cuando jugaba al fútbol, le pego con todo a la pelota», asume su condición. El Patón no sólo es un astuto entrenador, es un libro abierto. Horas antes del choque contra Auckland City, por las semifinales del Mundial de Clubes, se relaja en un sillón del soberbio hotel durante una hora con la nacion. «Si en el fútbol no soñás, estás perdido», acepta en un sensorial recorrido que transcurre por todos los estados: análisis, opinión, sentimiento. Hasta se abre un capítulo a la emoción.
-Llegaste al club hace un año. Pasó de todo, Copa Libertadores incluida. ¿Lo podés creer? Sólo un año.
-Yo vivo en un lugar muy lindo en Quito, que da al valle. Y que tiene de fondo la cordillera y los volcanes, que son nevados, maravillosos. Sigue siendo mi casa. Hace un año, sabía que la iba a extrañar, pero todo lo que pasó en San Lorenzo sigue siendo muy fuerte. No entiendo este deporte si uno no sueña con salir campeón. Aunque a veces no se pueda, aunque no dirijas un equipo con grandes posibilidades. Cuando llegué, la presión por ganar la copa era muy grande. La famosa palabra «obsesión». Lo primero que les dije a los jugadores es que para ganar algo, hay que soñarlo. ¿Si yo me veía hace un año acá? Te mentiría si te dijera que sí. Soñé con ganar la Libertadores, aunque fue un camino durísimo. Empezamos a las trompadas y llegamos a un pico de rendimiento. Este presente es hermoso, por eso quiero disfrutarlo, porque la Libertadores no pude disfrutarla. Esto es un momento único, no hay nada arriba.
-¿Se puede disfrutar? ¿Y la responsabilidad, la obligación de ganar?
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-Este grupo siempre me demostró que en momentos difíciles tiene una exigencia muy alta. Cuando en el campeonato anduvimos mal, yo estaba convencido de que íbamos a llegar bien. Están muy enfocados en la importancia que tiene el primer partido. Les dije todo lo que iban a vivir, para que no los sorprendiera este mundo. Saben cómo juega el City, les pasamos los videos, la pelota parada. El disfrute es a la tarde, conocieron a la gente de acá, hay cargadas de los grandes con los chicos, la convivencia es bárbara. Van a ver los caballos, el criadero es enorme.
-Es una locura el mundo FIFA. Un exceso, tal vez.
-La organización podría haber sido un poco mejor. Del hotel para adentro es excelente; de acá para afuera, hay algunas cosas que no están bien. Ya nos quejamos del estado futuro de la cancha, de que va ser un desastre cuando juguemos nosotros después de tres partidos. Otra cosa es que no hay un vestuario en la cancha en donde practicamos. Para cambiarse y descansar o una charla privada.
-Muchos jugadores vienen de muy abajo. Jugadores del ascenso, que la pelearon siempre. ¿Cómo se les transmite este desafío?
-No puedo estar en la cabeza de todos, pero se dan cuenta de que están viviendo un momento único. Algunos quieren minimizarlo, pero todos lo quieren jugar. El choque, el impacto de ver un hotel como éste, por ejemplo, es fuerte. Un jugador dijo: «¡Mirá dónde estamos, mirá lo que es esto!» Están en un momento especial. Mirá, te cuento: en la charla de hoy salió el tema del prestigio, que es lo más caro que tenemos. «Miren para atrás y acuérdense de lo que hicieron para llegar adonde están». Hay que defender el prestigio. Este grupo, ante la adversidad, se agiganta. Pone la cara, va al frente. Cuando dije que tenían que matarnos para sacarnos de la Copa Libertadores, lo hice porque me demostraban eso. Para el mundo, en este primer partido, somos los grandes candidatos si pasamos, y un fracaso si perdemos. Pero el Auckland City no llegó de casualidad. Fue una sorpresa, sí, es la primera vez que pasa dos ruedas.-Te sorprendió. Creías que iba a pasar el equipo argelino.
-Totalmente. El orden defensivo es tremendo. Juegan 4-1-4-1. No le hicieron goles. Setif le llegó dos veces. No tiene jerarquía individual, pero sale jugando de abajo, arriesga.
-Vos mencionaste la palabra «fracaso». Si San Lorenzo no gana, sabés que esa calificación va a surgir.
-Obviamente que sí. Sería un fracaso si el equipo juega mal y no lo intenta. Si corre, mete. Yo les digo: «A mí no me importa perder 5 a 0 si el equipo va, quiere y se mata». Si así nos comemos cinco, saludaremos al rival y listo. Si la actitud es mala, me duele mucho. Si demuestran eso, me molesta. Estoy convencido de que no va a ser un fracaso, sea cual sea el resultado, porque se van a matar.
-¿Qué quiere decir, exactamente, «a este equipo hay que matarlo para sacarlo del camino»?
-Que lo tienen que superar desde lo futbolístico, corriendo, metiendo, algo que es casi imposible que suceda. Nos pueden ganar, sí. Pero en actitud, no creo.
-Real Madrid es arrollador. Falta un paso, pero mete miedo.
-Está entre los cuatro mejores equipos del mundo con mayor desequilibrio individual. Con Barcelona, Bayern Munich y Paris Saint Germain y, tal vez, Manchester City. Tiene tanto poder que puede ganar 4 a 1, como el otro día, sin jugar bien. Ojalá que nos toque jugar la final, por la historia del club, por el fútbol argentino. Estoy contento de que River ganó la Sudamericana, dos equipos argentinos lograron los títulos internacionales. Eso le hace bien al fútbol argentino. No me voy a volver loco con Real Madrid.
-Todavía no firmaste la renovación. ¿Es para preocuparse?
-Me llamaron de todos lados, pero las selecciones las dejé a partir de 2016. El año que viene quiero estar en un club y San Lorenzo tiene la prioridad. No firmamos por una formalidad, está casi todo arreglado. Hay que agregarle a este plantel tres o cuatro jugadores. Es excluyente. Se viene el torneo, la Copa Argentina, la Libertadores, la Recopa y la Interamericana, que se va a volver a jugar. Van a ser entre 65 y 70 partidos. Se fueron siete jugadores, no sólo Piatti y Correa.
-¿Cuáles son los nombres influyentes en esta etapa? ¿Con cuáles descansás tranquilo?
-El equipo se acomodó jugando de una forma, con un patrón, una estructura, en la que Ortigoza y Mercier fueron dos ejes fundamentales. Y no siempre jugando bien, con otras figuras.
Estira las piernas, no mira el reloj. La noche invita a la reflexión en un oasis de serenidad: no vuela una mosca. Afuera hace frío y llovizna. Adentro, dos cafés se evaporan en silencio. Bauza posa para las fotos con cara de recio, de tipo invulnerable. Se quiebra, sin embargo. Hombre duro, llora sin lágrimas.
-¿Sentís que saldaste una deuda con el fútbol argentino con la Libertadores?
-Y, no había salido campeón. Salí segundo con 43 puntos, a uno de River. Y perdí en el 98 la Conmebol con Santos. Era una deuda pendiente, una de las cosas que puse en la balanza para volver. Era un desafío, llegamos a un equipo campeón. Acepté esta parada porque era una asignatura pendiente; logramos el objetivo en cinco meses, muy rápido. Fue hermoso.
-¿Te paran en la calle aún hoy agradeciéndote por la Libertadores?
-Terrible. Me pasaron cosas que jamás imaginé. El otro día, una familia, matrimonio y dos hijos adolescentes, me frenan en la calle. El padre se arrodilla en la vereda, de frente a mí, y me dice: «No sabe lo que es para nosotros esto». Y yo le decía: «Párese, no haga papelones». Lloraba. El hincha me lo agradece de por vida, lo siento (se emociona).
Y sigue. Cambia de tema, sin cambiarlo: «Es una vorágine. Te cuento algo: el equipo antes de la final estaba ansioso, paralizado. Jugó un primer tiempo de m…, no veía la hora de que terminara y gritarles qué carajo les pasaba. Estaban parados. «¿Qué pasa? ¿Tienen miedo?», les decía. Gentiletti me gritaba: «¡Patón, no puedo dar un pase a cinco metros»! Les dije: «Muchachos, llegamos hasta acá. ¿Qué les pasa, tienen miedo de ganar? ¡Suéltense!» El segundo tiempo estuvo controlado. Después, el festejo y todo lo demás, no te das cuenta de nada».
Fuente: canchallena.lanacion.com.ar