El mundo del cine está cambiando mucho, y lo va a hacer aun más en los próximos años. Una de las películas que va a pegar fuerte estas navidades es la tercera entrega del Hobbit, la saga de película de Peter Jackson que precede al Señor de los Anillos. Unas películas que no guardan demasiadas similitudes de estilo con sus predecesoras y, en buena parte, se debe a su formato.
Es posible que no haya tenido tanta repercusión en estos años, pero el Hobbit se ha estado proyectando desde la primera entrega y en un número reducido de salas en un formato de 48 fotogramas por segundo. Esto supone que en un segundo, caben el doble de fotogramas que en sistema de proyección tradicional español, que es de 24 fps.
Este nuevo formato cosechó muchas críticas en la primera entrega de la pelñicula, pues había muchas cosas por pulir y el efecto resultante no quedaba exactamente como se esperaba que quedase un largometraje de estas características. Sin embargo, aunque al principio choca, es mucho mejor en cuanto a que nos permite apreciar más detalles y de forma más clara que con la versión tradicional de fotogramas. Es más real, y cuesta asimilarlo.
Sin embargo, durante las tres películas, el formato ha mejorado y ahora está más maduro que al principio. Las expresiones de los personajes animados son más perfectas, el fondo de la imagen durante los travellings ya no se difumina y el contraste en general, es mejor.
Sin embargo, aunque es mejor, uno de los grandes problemas radica en el coste final, ya que no todas las salas están adaptadas para soportar esta velocidad de proyección. Se espera que las secuelas de Avatar lleguen a alcanzar los 60 fps, algo increíble para el visionado cinematográfico. A partir de 70 fps, nos olvidaríamos totalmente de la pantalla, y sería como una prolongación de lo que vemos en la vida real.
Fuente: actualidadgadget.com