El Gran Hermano en versión criolla

Carlos Federico Valverde BravoCVB_thumb1Distraído, a ratos molesto y hasta con un poquito de asco, pude ver el grotesco espectáculo discursivo del vicepresidente Álvaro García Linera, usando el Parlamento como escenario para la puesta en escena de un show que le sirvió para reintentar manipular la historia reciente del país, con medias verdades (que, al fin de cuentas, son mentiras absolutas) en la cada vez más evidente intención de distorsionar el pasado para “controlar el presente y dominar el futuro”. Vi al vicepresidente poniendo en escena El Gran Hermano (el libro de Orwell, 1984). Como en el libro, el mandatario se ocupó de usar los medios masivos del Estado para ‘golpear’, principalmente, a Samuel Doria Medina, como si este fuera la figura excluyente y representativa de su inventada ‘antipatria’.“Traidores a la patria”, dijo García Linera en más de una oportunidad para dar mayor peso a sus acusaciones; sabe el hombre cuánto pesa una acusación de este calibre en la mente de un pueblo patriotero como el nuestro, aun cuando él mismo conoce que tal figura no entra en la “proposición acusatoria” contra una veintena de políticos en la reciente historia de la democracia boliviana. Ya usó el mismo discurso para ‘escenificar’ las acusaciones de separatismo que, desde el poder, usaron contra los cruceños en la primera parte del Gobierno; acusación que nunca entró en consideración en el proceso que el mismo Gobierno amañó.Para quien escribe, queda claro que Doria Medina no es el objetivo del ‘vice’; es evidente que su valor o peso específico en la política no es tan importante como para dedicarle tantos minutos. Doria Medina es importante en la medida en que sirva para representar lo que el vicepresidente quiere lograr: este presente relatado por el poder (el relato político no se construye sin poder), distorsionando de tal manera el pasado que se logre fijar en la memoria del boliviano de hoy que “todo lo anterior al proceso no sirve porque es la expresión de intereses personales por encima del interés ‘patrio’”. Imponer un relato para distraer los enormes problemas que parecen venir; preparar un escenario ‘distractivo’ parece ser la consigna del momento y no hay duda de que García Linera es, hoy, el mejor intérprete que tiene el Gobierno, entiéndase: el poder.El Deber – Santa Cruz