Las cincuenta sombras alrededor de Groux

Agustín Echalar Ascarrunzint-54053La intempestiva destitución del ministro de Culturas, y lo poco transparente de las explicaciones dadas por el Primer Mandatario, pueden llevar a grandes especulaciones.Si pensamos que Su Excelencia pasó por alto, o mejor dicho defendió y blindó al tal Calvimontes, quien hizo declaraciones que contravenían, no sólo las leyes del país, sino a su propio juramento hipocrático -y que en circunstancias normales hubieran puesto en riesgo a todo el Gobierno hace menos de dos meses -, lo mínimo que se puede inferir es que don Pablo Groux hubiera hecho algo tan horrendo, tan inaceptable, que el hermano Presidente decidió echarlo con un puntapié.En primera instancia, y si seguimos el libreto oficial, este hecho podría cubrir de una oscura sombra a la figura de Groux, quien se ha ganado el respeto y la simpatía de la comunidad artística de Bolivia. Individuos relacionados a la cultura se han apresurado a enviarle muestras de simpatía y de agradecimiento, porque durante su gestión se sintieron apoyados.Si de sombras hablamos, como en toda acción humana, la gestión de Groux tuvo muchas luces, pero también algunos claroscuros, algunos  pequeños, casi intrascendentes. Llamar, por ejemplo, a los premios nacionales de cultura del Estado, Eduardo Abaroa, que más que un homenaje al principal héroe civil boliviano, es un despropósito, le da, para empezar, un tufillo  y un direccionamiento patriotero a la actividad cultural nacional.Otras sombras son más intensas. Me refiero, específicamente, a la que proyectará sobre la plaza Murillo ese monstruo de edificio, que, fundado sobre la megalomanía, el egocentrismo y la terquedad del núcleo de poder, se está construyendo exactamente al frente del Ministerio de Culturas. El silencio de Groux lo hace cómplice de ese atentado contra el patrimonio y contra la armonía urbana del centro antiguo de La Paz.Ahora bien, más que las sombras de Groux, las que podemos observar con este acontecimiento son las del régimen. Tenemos un Presidente que tolera y apaña la violación de derechos fundamentales de personas portadoras de VIH, pero que se torna intolerante con un ministro que habría cometido un error que, aparentemente, fue, en el peor de los casos, un acto de indisciplina. Pero esta vez, cual amo en un juego sadomasoquista, cree que éste debe ser disciplinado, castigado y, en última instancia, humillado.Por el otro lado, las sombras no pueden ser tomadas muy en serio, y es que a veces  distorsionan la realidad. Lo sabe cualquier niño que ha jugado con sus manos, proyectando ante una pared la imagen de un lobo. ¿Cometió el exministro un terrible error o algo peor? O simplemente se trató de una rabieta, como la de los baños de Uyuni, que le costó la pega al ministro Quispe.Las formas en esta destitución no han sido las mejores. Una renuncia y un acto de posesión más discreto del reemplazante hubiera sido una secuencia más decorosa. Llamó la atención que el Vicepresidente no estuviera presente. ¿Estaba don Álvaro de viaje? ¿O fue una cierta solidaridad familiar la que hizo que se abstuviera de participar del evento?  El ambiente en Palacio parece enrarecido.Pablo Groux actuó con dignidad, no participó del acto en que fue investido su sucesor, así se evitó de un bochorno similar al que fue sometido el ya mencionado exministro Quispe; y escribió en su cuenta de Twiter una escueta y respetuosa despedida.Un ministro es un funcionario del Estado, no es un empleado privado del Presidente. La gente tiene derecho a conocer el motivo de su despido, de lo contrario quedará una sombra de sospecha de que el ministro hubiese cometido una falta peor de la que eventualmente fue. O, caso contrario, se podrá creer que el Primer Mandatario actuó muy injustamente. Prender la Luz, dar transparencia, liberará al Gobierno de esas sombras distorsionadoras.Página Siete – La Paz