Carlos Federico Valverde BravoEn sociología se denomina con el término anomia a la falta de normas o a la incapacidad de la estructura social de proveer a ciertos individuos lo necesario para lograr las metas de la sociedad. Pues bien, creo que el inmisericorde bloqueo al que nos sometieron unos cuantos activistas barriales, a fin de lograr sus objetivos particulares (“a los del centro no les va a hacer mal oler malos olores por tres días”, expresaron), en desmedro no solo de ‘oler bien o mal’, sino de la salud pública, explica por sí lo que ocurre con nuestra sociedad.En Santa Cruz no hay una norma que prohíba el bloqueo de calles, rutas u oficinas; eso en lo general. En lo particular, debiera estar ‘expresamente prohibido’ impedir el paso a hospitales, vertedero de basura o áreas estratégicas de beneficio colectivo; no solo que notamos la inexistencia de norma, sino que no hay una ‘estructura social que provea’ a los ciudadanos la posibilidad de garantizarles el cuidado de su salud y su seguridad física y emocional. Cuando una autoridad no actúa, consideramos que cae en lo que se llama desidia, que es un término que hace referencia a la negligencia o la inercia. Si en un ciudadano común la desidia es considerada una de las actitudes más negativas que puede tener el ser humano, en el caso del bloqueo a Normandía, el comandante de la Policía departamental y el fiscal de distrito, seguramente esperando órdenes políticas, incurrieron en desidia; fueron negligentes y mostraron un evidente desinterés por el problema presentado a ellos por la alcaldesa. El fiscal llegó a decir que “es muy cómodo para la Alcaldía querer solucionarlo penalmente”.Probablemente, la figura sea simplemente una consideración subjetiva que, si bien, puede no ser un delito, de ser ‘puntillosos’ seguramente encontraremos que pudo haber un concurso de ellos como atentados a la salud pública y atentar contra el derecho al trabajo y a la libre locomoción. Sabrán las autoridades municipales si reclaman más compromiso de quienes dependen de ‘lo nacional’. Como ciudadano, me siento con el derecho de hacerlo, sin olvidar, por supuesto, que ya llegará el tiempo de pedir cuentas al municipio y a Vega Solvi por el permanente mal trabajo que hacen cotidianamente. Cada cosa en su lugar y en su tiempo.El Deber – Santa Cruz