Saúl Paniagua FloresEl 27 de agosto de 2014, La Paz recibía a los representantes de 17 países y 190 delegaciones de movimientos de izquierda, socialistas, comunistas y progresistas para inaugurar el 20.º Foro de Sao Paulo, que fue fundado en 1990 por el Partido de los Trabajadores (PT), del expresidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva. Aquel mismo día empezaban los encendidos discursos de izquierda en ese foro; sin embargo, las noticias de Brasil sobre el resultado de las encuestas de los candidatos para la Presidencia pronosticaban la derrota de Dilma Rousseff en la segunda vuelta con un 43,7% en favor de Marina Silva.No ajeno a ello, coincidiendo en la misma fecha, YPFB y Petrobras celebraban en Bolivia un inédito ‘contrato nuevo’ en el que la estatal brasileña se comprometía, hasta el 30 de agosto de 2014, a pagar $us 334 millones a YPFB (de los $us 434 millones que podrían llegar a $us 596 millones) por la venta de “componentes nobles de gas de mayor valor agregado”. El presidente de Bolivia dijo: “Saludo este acuerdo”. Al mes, el 5 de octubre de 2014, Dilma Rousseff ganaba en la primera vuelta con el 41,59%. En los primeros meses de su nueva gestión, los 200 millones de brasileños son testigos del mayor escándalo de Petrobras, de sobornos a políticos y de partidos como el PT, al que se le acusa de haber recibido $us 200 millones.Y ahora, el juez José Jorge, del Tribunal de Cuentas del Tribunal de Brasil (TCU), a instancias del Ministerio Público de ese país, investiga por qué Petrobras pagó a YPFB –hasta el 30 de agosto de 2014– la suma de $us 334 millones por la “extracción teórica de combustible sin ninguna utilidad”. En Bolivia, ya pasaron también las alegorías del tercer mandato y no se recuerdan las arengas del Foro de Sao Paulo de agosto pasado. ¿Será que el juez José Jorge está desentrañando la trama de lo que puede ser el mayor escándalo de corrupción que podría colocar de cabeza a varios países, como el mapa que dibuja el Foro de Sao Paulo? Brasil y su empresa estrella Petrobras están en la mira del mundo, que podría echar al traste la confianza pública en políticos por el despilfarro de fondos públicosEl Deber – Santa Cruz