Basura. Ultimátum para cerrar Normandía en tres años

Santa Cruz. El vertedero nunca tuvo un diseño integral y solo se planifica fosa por fosa. Hay problemas en la ejecución del entierro y el lixiviado deja una mancha contaminante de un kilómetro.

Normandía debe cerrarse hasta junio de 2018

EL DEBER, Santa Cruz, Bolivia

imageMastodonte con caspa este es Normandía, un vertedero que debe dejar de operar.



El viento avisa de su presencia a un kilómetro de distancia con una fuerte bofetada que llena los pulmones y que hace que el que va a su encuentro quiera alejarse pronto. Más de cerca, Normandía parece un mastodonte de color naranja recostado sobre la llanura, invadido por insectos amarillos que hurgan entre la caspa multicolor que se acumula en su lomo. Allí, a su lomo, va a parar todo lo que la ciudad desecha, todo lo que ya no sirve y en 20 años, el mastodonte se ha extendido por 20 hectáreas y ha alcanzado la altura de un edificio de ocho pisos, 27 metros.

Ahora, una auditoría ambiental encargada por la Gobernación de Santa Cruz le ha puesto un límite: solo podrá crecer, seguir alimentándose, hasta que el contrato de recojo de basura entre la Alcaldía y Vega Solvi concluya a mediados de 2018. En tres años, la ciudad deberá contar con otro vertedero.

Ayer expusieron los resultados de la auditoría ambiental del vertedero de Normandía, un trabajo realizado por la Consultora América Verde (CAVE) por encargo de la Gobernación y que concluyó que las operaciones del vertedero incumplen al menos dos leyes nacionales, varios decretos que regulan la calidad ambiental y tres normas técnicas bolivianas.

Esto además provoca que su contaminación forme una mancha de entre 1.000 y 1.400 metros a la redonda, siendo el agua, el suelo y el aire los más afectados por su impacto.

Pecado original

El informe de auditoría, que tiene más de 180 páginas, llega a la conclusión de que Normandía no fue el mejor lugar para instalar un vertedero. La calidad de su suelo arenoso hace que sea muy permeable al lixiviado, ese líquido negro y pestilente que produce la basura orgánica al descomponerse, y por ende provoca que las aguas subterráneas se puedan contaminar con mayor facilidad que si el vertedero hubiera sido instalado sobre un suelo arcilloso, más impermeable y adecuado para este tipo de operaciones.

Pero hay otro problema más: el municipio nunca tuvo un diseño general, un proyecto a diseño final del vertedero y dejó esa responsabilidad a cada una de las empresas que a lo largo de 20 años han ganado la licitación del recojo y entierro de la basura de la ciudad. Es decir, cada una de las empresas ha diseñado la parte que iba a ocupar.

Una revisión de la documentación, del acta de nacimiento del vertedero, descubrió que inició operaciones sin contar con licencia ambiental. Es más, hoy ese documento está vencido desde 2013 y solo una parte del depósito de basura, la fosa 7 ampliada, que está en operación, cuenta con la licencia. Sin embargo, no se puede tramitar licencia ambiental mientras dura la auditoría. Los auditores observaron que esta licencia parcial no es suficiente, ya que Normandía no es solo la fosa donde se entierra la basura, sino que además es un complejo que incluye oficinas, caminos, galpones, balanzas, lavaderos y fosas en desuso que deben ser licenciados.

La contaminación

La primera sospecha de los autores de la auditoría es que, por las características del terreno donde está asentado Normandía, el agua subterránea estaba contaminada. Con un nivel freático alto (al excavar el agua comienza a manar a una profundidad de entre dos y dos metros y medio en el área del vertedero), la infiltración del lixiviado en el terreno arenoso-limoso era altamente probable. Al realizar análisis de laboratorio en los fosos que tiene el vertedero, CAVE encontró niveles por encima de lo permitido por la norma boliviana para amonio, cloruros, coliformes fecales y totales, hierro, manganeso, plomo y sodio.

El agua estudiada en los laboratorios de la Universidad Gabriel René Moreno también tenía una conductividad específica mayor a la permitida por la Norma Boliviana 512, que regula este tipo de operaciones. Según los consultores, esto significa que la materia orgánica descompuesta está siendo arrastrada por los lixiviados hacia los acuíferos superficiales del vertedero.

En lo que respecta a las napas profundas (a más de 30 metros por debajo de la superficie), una capa de arcilla natural que la separa de las capas superficiales ha servido como escudo. Sin embargo, en el pozo de 30 metros de profundidad también se encontró un nivel elevado de amonio, lo cual indica, según los auditores, presencia de materia orgánica en el agua. A 113 metros de profundidad la medición de amonio está apenas por encima de lo que permite la norma, por lo que los expertos llegan a la conclusión de que la contaminación apenas comienza.

Fuera del vertedero, a 900 metros, la contaminación de las napas más profundas desaparece y los valores vuelven a la normalidad. No sucede lo mismo con las aguas superficiales. La auditoría llegó a la conclusión de que en las lagunas artificiales que se forman en el vertedero en épocas de lluvia la contaminación es tal que supera los valores asignados al lixiviado.

Esta contaminación llega a los canales de drenaje internos y externos, donde se ha encontrado una elevada cantidad de materia orgánica, por encima de lo permitido por la Ley de Medio Ambientes para aguas aptas para el consumo humano bajo tratamiento.

Otro de los hallazgos del estudio es que dentro de los predios de Normandía la contaminación del aire con malos olores y partículas suspendidas es alta, pero que gracias a los fuertes vientos esta contaminación baja a niveles medios en el área de influencia directa de normandía, es decir, donde están asentadas las urbanizaciones.

Sin embargo, cuando vuelca sur, Villa Paraíso se convierte en un infierno. No es el frío lo que molesta a Tatiana, madre de tres hijos, sino el mal olor. Dice que cuando la pestilencia golpea, sus hijos se llenan de puchichis y una especie de pitaí en medio del surazo. Ella y los médicos que han visto a sus hijos le echan la culpa al vertedero.

Doña Lidia vive hace 14 años en Villa Paraíso. Compró un lote de 360 m2 a la comunidad guaraní que habita la zona y vio cómo el monte se comenzó a poblar rápidamente. Además de la piel, Lidia, de mediana edad, con lentes dorados y las manos sumergidas sobre el agua jabonosa, dice que Normandía ataca el estómago, que el mal olor se convierte en gastritis, que varias de sus vecinas han muerto luego de que ese dolor se hace crónico. La auditoría concluye que no se ha podido demostrar afectaciones directas a la salud de los vecinos, aunque sí reconoce riesgos potenciales, como la proliferación de vectores.

Operación deficiente

Durante la auditoría, los profesionales de CAVE no lograron evidenciar la existencia de un sistema de gestión ambiental para el vertedero ni por parte de Emacruz ni por parte de la empresa Vega Solvi. Esto implica que Normandía trabaja sin procesos y procedimientos sistematizados.

Como prueba de ello, el texto indica que la fosa ampliada 7, donde actualmente se realiza el entierro sanitario, obtuvo una licencia ambiental con un área de trabajo y cantidad de residuos que ha sido abundantemente sobrepasada. A ello se suma que no cuenta con una licencia para residuos peligrosos y que la basura hospitalaria es desechada en la misma fosa que la casera. Además, la auditoría observa algunos puntos de incumplimiento de contrato con Vega Solvi, como la falta de acreditación de maquinaria cero kilómetro o que la planta procesadora de basura no ha sido instalada y es un galpón en desuso.

A ello se suma infraestructura deficiente, como caminos llenos de baches, comedores y área de descanso del personal que no cumplen con las normas laborales ni sanitarias y falta de infraestructura para que los trabajadores se protejan del sol y de la lluvia. Es más, se evidenció que algunas casetas habían sido edificadas con basura.

Otro aspecto notado por los profesionales es la forma en que se está enterrando la basura. Por el tipo de terreno donde está asentado Normandía, no se debió trabajar con un sistema de trincheras, es decir, no se debió excavar en el suelo para rellenar, sino que se debió utilizar un sistema de terrazas para proteger el suelo. Tampoco quedaron conformes con los materiales que se utilizan para el entierro. Observaron que en la fosa 7 existen filtraciones de lixiviado por las paredes, debido en parte porque algunos taludes no tienen la inclinación adecuada y en parte porque el grosor de la arcilla que sella la fosa no es el adecuado.

Otro aspecto criticado es que los trabajos diarios no son cubiertos al concluir la labor. Y si se lo hace, se utiliza arena y no arcilla. Cuando se lo hace, se coloca una capa de 15 centímetros de arena, cuando deberían ser 30 cm de arcilla. Una de las fallas más contaminantes detectadas fueron las lagunas de lixiviados. La auditoría concluye que tienen una eficiencia del 50% y que más que planta de tratamiento son un depósito. Esto termina por contaminar el suelo y el agua, más aún si se considera que los canales no están revestidos.

Fin de ciclo

Y todo esto se sabía. Es más, en una parte de la auditoría se señala que las observaciones son casi las mismas realizadas en un anterior estudio y que no fueron subsanadas a tiempo. Indica que la vida útil del vertedero concluye a mediados de 2018, por lo que la Alcaldía debe empezar a hacer estudios a diseño final para dotar a la urbe de un vertedero que sirva por los próximos 30 años. Además, recomienda cambiar el paradigma de recolección y entierro por uno de tratamiento de residuos sólidos, recuperando el valor económico de la basura y afectando menos al medioambiente

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Tatiana tiene tres hijos que se llenan de puchichis y pitaí cada vez que el viento del sur trae los olores de Normandía hasta su barrio

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Lidia lava su ropa fuera de su casa. Sospecha que el agua se está llevando a sus vecinas. Sin embargo, esta es provista por una cooperativa.

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Los niños juegan sobre una pila de escombros aledaña a la cancha de Villa Paraíso, el barrio asentado a las faldas de la montaña Normandía.

FOTOS: FUAD LANDÍVAR.