Lecciones y desafíos poselectorales

Norah Soruco de SalvatierranorahEl pueblo habló. Con su voto señaló los caminos, el de las instituciones públicas y el de las organizaciones políticas. En una campaña breve pero amplia en proselitismo electoral, los resultados no han sido los esperados para quienes se sentían favoritos y así los electores, sin dejar de establecer que una drástica ruptura de lo actual puede no ser aconsejable, dieron cabida a la oposición, que es portadora de serios cuestionamientos al presente estado de cosas. El pueblo dijo con su voto que no está de acuerdo con el poder total y le puso contrapesos que señalen límites, reorienten el rumbo y combatan la arbitrariedad, la corrupción y la visión miope. Dijo también que está caduca la ‘mentalidad feudal’ de la política, de quienes se creen y actúan como si fueran dueños de vidas y haciendas, y que esas expresiones merecen sanción.Que la gestión es importante, pero insuficiente, cuando no se tiene la capacidad de innovar según el avance de las sociedades, que los pivotes de anteriores campañas, cuando se cumplen, deben integrarse a la rutina para abrir mente y voluntad a nuevas ideas y nuevas concepciones. Que las alianzas por hegemonía prebendal, aunque se las oculte, se las presiente, se las desnuda y, por cierto, se las rechaza; y, por último, que la acumulación política no existe si las conductas desvirtúan el discurso o si la improvisación electoralista muestra candidatos oportunistas episódicos y, por tanto, el electorado también los castiga. Son lecciones que se traducen en los desafíos poselectorales para autoridades, organizaciones políticas y patrocinadores. Exigen que cambien las conductas abusivas y soberbias y se adopte la autocrítica y la receptividad para el diseño de la nueva gestión, y también dice a los opositores que sean constructivos, sin complicidad ni impunidad, y que en su futuro desempeño cumplan a cabalidad el rol que se les encomienda, si quieren tener futuro.En suma, estas han sido unas elecciones demostrativas de que los pueblos ya se han apropiado de las autonomías, como concepción irrebatible de su derecho a gobernarse y administrar sus recursos sin tutelajes.El Deber – Santa Cruz