“Estoy agradecido con las FFAA y resentido con la cúpula”, afirma suboficial Gil tras 357 días de encierro

El militar boliviano fue liberado ayer, tras 357 días de encierro. En su casa guardará detención domiciliaria tras exigir en 2014 la descolonización de la institución castrense.

Gil: “Estoy agradecido con las FFAA y resentido con la cúpula”

Ayer dejó el Estado Mayor y lo trasladaron a su casa, donde guardará detención domiciliaria tras exigir en 2014 la descolonización de la institución castrense.

image



El suboficial retirado, junto a su familia, después de su salida del Estado Mayor del Ejército.

Página Siete / La Paz

Cuando por fin lo vio comenzaron a salir las lágrimas. Hizo fila detrás de algunos familiares para abrazarlo y decirle «hijo”, con la voz ahogada. Lo visitaba en su casa después de 357 días, en los que estuvo encerrado en el Estado Mayor del Ejército. «Tranquila mamá”, le contestó él, uno de los pocos que no lloró. 

  Luego, Johnny Gil Leniz, el suboficial retirado de las Fuerzas Armadas, se sentó a la mesa comedor al lado de su abogado, César Rojas, y comenzó: «Me voy agradecido con mi institución que me cobijó como 25 años; pero un poco resentido con esa cúpula militar que desde hace 204 años, cuando nació nuestro glorioso  Ejército, arrastra la discriminación y el racismo”.

Él ya no es parte de esa «gloriosa” institución, y para mantener a su familia trabajará de auditor, profesión que adquirió en la UMSA y que ahora pretende desempeñar desde su domicilio, donde permanecerá recluido.

La travesía para sacar a Gil de su celda comenzó el lunes, o mucho antes, cuando su defensa interpuso la primera de nueve acciones de libertad que los jueces militares evadieron como pudieron.

  Después de exigir junto con sus camaradas la descolonización de las Fuerzas Armadas y la adecuación de su ley orgánica a la Constitución, fue acusado de incurrir en rebelión, sedición y motín. Por esto, lo encerraron el 15 de mayo de 2014.

Pero el 30 de abril, ante la última acción de libertad, algo cambió en los jueces militares y resolvieron la cesación a la detención preventiva de Gil.

El 4 de mayo  su familia pagó los 20.000 bolivianos de fianza, presentó los dos garantes y condujo a los militares para que verifiquen si él tenía, efectivamente, un lugar donde guardar detención domiciliaria. Pero los trámites, los ires y venires, retrasaron la salida del suboficial hasta la mañana de ayer, cuando salió la autorización para su excarcelamiento.  

A las 10:30, sus familiares se apostaron al ingreso del Estado Mayor y detrás de ellos llegaron los medios con sus cámaras, micrófonos y grabadoras. Entonces, un jefe de la Policía Militar (PM) salió con la noticia de que allí no estaba Gil, que se lo llevaron en un coche horas antes.

«¡¿Dónde está?! ¡Yo no me muevo de aquí hasta que me lo saquen, no me importa que me maten!”, advirtió Roberta Leniz, su madre.

Los PM sólo la detuvieron cuando Roberta junto a su hija,  llenas de impotencia, atravesaron la segunda puerta para ingresar al Gran Cuartel. Varios camarógrafos fueron expulsados porque encendieron sus cámaras para filmar lo que ocurría. Y cerraron las puertas metálicas en sus narices.

En realidad Gil no salió a ningún lado. Lo único que quería el jefe militar era que se fuera la prensa. En repetidas ocasiones habló con los familiares llorosos para decirles que de que lo sacaban lo sacaban, pero no delante de los medios.

  Todo fue coordinado. Salió primero un coche de la PM a toda velocidad, con la sirena encendida. Todos pensaron que allí iba Gil, pero aparentemente estaba en un coche parecido a un minibús que salió tras ese vehículo, rápido, rumbo a Pampahasi.  

Doña Roberta, que al parecer no tenía miedo de enfrentarse a todos los PM con tal de encontrar a su hijo, fue una de las últimas en llegar al departamento de Gil. Atravesó la sala y la barrera de  camarógrafos que se formó en torno al suboficial para abrazarlo y dejar que él le dijera: «Tranquila mamá”.

Después Gil se metió en la cocina junto a su esposa, cerca de un pato de madera que tenía escrito «Mi dulce hogar”.

Suboficial Gil deja celda militar luego de 357 días

FFAA. El efectivo ahora tiene arresto domiciliario.

La Razón / La Paz

imageRegocijo. El exsuboficial Jhonny Gil tras el reencuentro con sus familiares, en su casa de Pampahasi. Alejandra Rocabado.

Tras permanecer 357 días en una celda militar, el exsuboficial de Ejército Jhonny Gil fue trasladado ayer a su domicilio, para que guarde detención domiciliaria y se defienda del juicio que se le sigue por pedir la descolonización de las Fuerzas Armadas (FFAA).

Gil permaneció en una carceleta de la Policía Militar del Estado Mayor desde el 15 de mayo de 2014, luego de participar, entre marzo y abril del mismo año, en una inédita movilización de los efectivos de baja graduación de las FFAA. Por ello también fueron aprehendidos dos efectivos de la Fuerza Aérea Boliviana (FAB), los suboficiales Franklin Colque y Freddy Sucojayo, quienes aún siguen detenidos en una celda castrense de El Alto desde julio.

“Me siento muy fortalecido, es casi un año que estuve detenido, desde el 15 de mayo, todo por pedir igualdad de oportunidades, que no haya más discriminación y racismo en una institución fundamental de la patria”, declaró Gil a los periodistas con la voz entrecortada. Aseguró que, pese a la detención preventiva, continuará con la lucha para acabar con la diferencia de clases sociales que existe en la institución militar.

Vocero. “Todavía no terminó acá el proceso, solo es el inicio y estoy dispuesto a asumirlo. Por eso me tienen que demostrar que fui el promotor de esta movilización, ya que solo era el vocero de mis camaradas que han propuesto la modificación en la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas (LOFA)”, sostuvo Gil.

Informó que en enero fue dado de baja definitivamente de las FFAA y no apeló esa determinación, pese a que ya cumplió 25 años de servicio. Ahora se dedicará a su profesión de auditor, adelantó. Añadió que no tiene resentimiento contra la institución castrense, pero sí en contra de la cúpula que maneja las FFAA.

Gil también pidió a sus camaradas de la FAB, Colque y Sucojayo, que tengan fuerzas, ya que aún siguen privados de su libertad. “Les pido que tengan mucha fortaleza y que Dios los siga cobijando, porque la justicia divina es más grande que la terrenal”, dijo.

César Rojas, abogado del exuniformado, anunció que el proceso contra su cliente continúa, pese a que está lleno de vicios de nulidad. Denunció que el juicio está suspendido nueve meses, motivo por el cual se presentará una acción de actividad procesal defectuosa, con la que se pedirá la nulidad de obrados. Agregó que sigue un proceso penal a dos militares del tribunal por vulnerar derechos.