Moira Sandóval CalvimonteCiertamente, ningún paceño había cuestionado la existencia del Teleférico, por el contrario expresaban orgullo, será por su valor turístico y simbólico -atributos principales- o por la comodidad y confort que brinda.Empero, los datos estadísticos refieren que sus cabinas el primer año -en su auge- transportaron 20 millones de usuarios, y con ello dan cuenta que no tiene gran impacto su incidencia en la vida de los paceños, frente a los más de 100 millones de pasajeros que circularon en el transporte público, por las mismas rutas.Podría entonces, ser cuestionable el costo-beneficio -ecuación indispensable de ser evaluada en cualquier obra que involucre recursos públicos- mediante una auditoría que sea contrastada con las necesidades de la ciudad y de los usuarios del transporte. Dicho diagnóstico debiera ser realizado por funcionarios técnicos, en el marco del artículo 22 de la Ley General del Transporte, que confiere la atribución de planificar y desarrollar el transporte urbano, a los gobiernos autónomos municipales.Al margen de dichas consideraciones legales, se ha visibilizado un rechazo de los vecinos de Miraflores por la ruta diseñada para la línea blanca del Teleférico. Y los motivos del reclamo no son únicamente estéticos o económicos, sino que involucran elementos simbólicos de la historia de Bolivia: el Campo de Marte, los monumentos a Busch y a José de San Martín, situados en plazas que cumplen además, una función social.Diríase entonces, que diseñar ese tramo no ha sido reflexionado por sus proyectistas, en clave de optimizar la inversión de recursos, sincronizado con un plan urbanístico, o atender el requerimiento de la población.De ahí que cabe plantearse la interrogante, sobre la razón por la que Mi Teleférico, que no se halla bajo la tuición municipal ni gubernamental, ni coordina con estas dos instancias -excepto para comunicarles los terrenos de los que desea disponer- sobrepasando las normas vigentes, como la precitada Ley 165, tiene urgencia por imponer un proyecto que además de costoso, es avasallante de la arquitectura urbana, de la Av. Busch y del barrio Miraflores.La explicación podría ser más alarmante y desalentadora que el cuestionamiento mismo sobre el empecinamiento en dicha obra. Y es que el proyecto impulsado por el presidente Evo Morales, con la implementación de ese tramo, estaría cumpliendo varios fines tan nefastos como fútiles (además de perjudicar la arquitectura miraflorina).El primero: al constituir una oferta electoral de rápida ejecución, ayuda a consolidar la idea de la necesidad de la tercera reelección del presidente Morales, que casualmente es el tema instalado por el oficialismo y para lo cual se requeriría una opinión favorable de la población, plasmada en un referéndum previo a una reforma constitucional que habilite dicha pretensión.Así funcionó en octubre: el voto teleférico del ciudadano paceño, por ello su utilización como oferta electoral sigue siendo el más importante de los objetivos para su ejecución.El segundo: Con la justificación del teleférico, se podrían erradicar o relocalizar sitios y monumentos simbólicos de la historia nacional: el monumento a la Revolución y a los héroes de la Guerra del Chaco. Sin duda sería el mejor pretexto para eliminar del imaginario popular una parte fundamental de la historia nacional, con sus respectivas epopeyas, héroes, y sin dar mayores explicaciones al ciudadano. Al fin y al cabo, la historia de la revolución nacional y de la guerra del Chaco, son éxitos “de la derecha” a buen decir en el léxico del revolucionario moderno.Luego quedaría expedito el camino para posicionar una ficticia etapa histórica de “grandes cambios”, donde el teleférico sería el símbolo principal, con la posterior entronización de nuevos monumentos (ya se intentó rebautizar la plaza Murillo) y sin mayor trámite se cambiaría el nombre a aquéllos sitios históricos, de la misma manera que sin consultar a los ciudadanos, municipio y gobernación, se ha ejecutado las rutas del teleférico.El tercero: No es nada despreciable para cualquier autoridad (a quien convenzan de las bondades de dicho proyecto) implementar una mega obra con millonarios recursos, sin procedimientos de fiscalización y control; y sin respetar instancias municipales o departamentales. Una oportunidad así, podría no repetirse en la historia nacional. Entonces, la danza de millones, libres de control previo o posterior, sería un aliciente para optar por esta vía proselitista en pos de un referéndum próximo.Con los beneficios señalados que reportaría el teleférico (al gobierno), se explica y se entiende –aunque no se justifica- la obstinación por imponer ese tramo inviable en lo urbanístico e inútil para la vida del vecino miraflorino y de la ciudad.Va de suyo que esta es una batalla del ciudadano por defender su historia, sus plazas, su barrio, su ciudad, contra la aplanadora de los instrumentos del gobierno en pos de la hegemonía, aparatos ideológicos que nunca imaginó Althusser podría venir en forma de cabinas flotantes, funcionales a los gobiernos con pretensiones vitalicias.Por una disputa menor, sobre el nombre del aeropuerto, se libró una larga batalla en Oruro. Ahora, tienen la palabra los ciudadanos, los vecinos miraflorinos, las autoridades municipales, y la gobernación, quienes deben ser consultados.Al fin y al cabo… ¡eso dicen las leyes!