Dilma y la reelección

Dilma-Rousseff-007Eduardo Posada CarbóHace un par de años Brasil se proyectaba como país modelo. Estable, con una economía en crecimiento, nuevas clases medias y aspiraciones de liderazgo internacional.Hoy dominan las imágenes de protesta contra el gobierno de Dilma Rousseff. Su popularidad está por el suelo. Escándalos de corrupción y contracción económica alimentan el descontento. El futuro de Rousseff –reelegida hace poco– y hasta del sistema político del país están en juego.Dilma no está sola en el escenario de presidentes latinoamericanos rodeados de impopularidad.Como señaló Armando Montenegro, ese “fantasma” recorre los palacios presidenciales de la región (El Espectador, 15/8/15). Montenegro atribuye el problema en buena parte al comportamiento económico, tras la caída de los precios de exportación de productos básicos. Pero anota otras causas, mientras advierte la necesidad de distinguir unos de otros.Una columna de Bello en The Economist (25/7/15) sugeriría prestar también atención a una institución que puede estar minando la gobernabilidad regional: la reelección.El mosaico presidencial, incluidos aspirantes, se ha llenado de caras viejas, con pocas excepciones. Basta mirar a Chile, donde Lagos y Piñera se perfilan como futuros candidatos para reemplazar a Bachelet, reelegida hace poco. ¿Y está pensando Lula suceder a Dilma, y ser elegido por tercera vez en Brasil?Bello –por lo general sagaz en sus análisis– acude, sin embargo, al argumento ‘culturalista’ más común en la literatura para explicar los problemas regionales: “la tradición del caudillo y del culto a los líderes”. Los latinoamericanos tenderían a aferrarse a sus mayores, a los ancianos de la tribu, como parte de su personalidad histórica, ¿única en el planeta?Bello alcanza a referirse a los Clinton y Bush, en los Estados Unidos. Podría añadir Kennedy. Y a dinastías locales en el Congreso y en las administraciones locales: Richard J. Daley fue elegido cinco veces alcalde de Chicago –su padre gobernó antes la misma ciudad por 21 años–.¿Y qué decir de Europa?La familia Papandreu (padre e hijo gobernantes) dominó la política griega por décadas. Kohl, Thatcher, Blair, González y Mitterrand parecían en sus momentos pegados al poder en sus respectivos países, fuesen o no latinos, nórdicos o mediterráneos.Merkel ha estado en el parlamento alemán desde 1990. Jeremy Corbyn, quizás el futuro líder del partido laborista, ha sido parlamentario desde 1983. Su mentor, Tony Benn, parecía haber nacido en una curul –47 años en el parlamento, de origen aristocrático, su padre y su abuelo fueron también parlamentarios–.‘Los líderes latinoamericanos necesitan saber cuándo retirarse’, dice el titular de Bello en The Economist. De acuerdo. Pero la frase es doblemente equívoca. Primero, su mensaje no es aplicable exclusivamente a la región. Segundo, muy pocos, poquísimos políticos en el mundo han “sabido” cuándo retirarse. Suelen hacerlo forzados por las circunstancias, o por las instituciones que les impiden entronizarse en el poder.A pesar de la debilidad del argumento ‘culturalista’, Bello acierta en señalar los serios problemas que pueden estar causando tantas caras gastadas en las presidencias latinoamericanas. La rotación en el poder oxigena las democracias. La reelección, por lo general, las asfixia.Es posible que la reforma que permitió la reelección consecutiva de Fernando Henrique Cardoso les hubiese ayudado a los brasileños a salir de la grave crisis de los 80 y enrumbarse hacia la estabilidad. Hoy, en Brasil como en muchos otros países, es una institución que desinstitucionaliza. Tendrían que salir de ella. Como se ha hecho en Colombia.El Tiempo – Bogotá