Los nuevos socios cubanos de Obama, mis viejos carceleros

ARMANDOArmando Valladares*Rosa María Payá pide una copia del informe de la autopsia de su padre, quien quería, antes de ser asesinado por matones de Castro, elecciones libres. Estas son peticiones simples que los que vivimos en libertad disfrutamos sin problema. Pero no en Cuba.Pedir derechos fundamentales del hombre en Cuba es pedir la intimidación, el encarcelamiento, la tortura y la muerte. Esto persiste a pesar de las ideas fantasiosas que los estadounidenses puedan tener sobre el calentamiento de relaciones con la dictadura más antigua del mundo. Así que es una tragedia que nuestro propio secretario de Estado haya ido a Cuba el 14 de agosto y no pudiera hacer la más simple de las peticiones para los cubanos: libertad de expresión y de religión.Miles de cubanos han muerto luchando por estos derechos que los estadounidenses tan libremente disfrutar. El derecho a construir una iglesia y predicar sin temor a sufrir hostigamiento y la grabación secreta por gamberros del gobierno. El derecho a protestar sin preguntarse si sus amigos serán acarreados, para nunca para ser vistos o escuchados de nuevo. El derecho a criticar a sus líderes del gobierno en las páginas de opinión de un periódico sin temor a ser transportados a punta de pistola en la noche.Experimenté esto último en Cuba no por lo que dije, sino por lo que yo no diría: “Estoy con Fidel”. Pasé ocho de mis siguientes 22 años en las cárceles de Castro desnudos y en régimen de aislamiento porque me negué a usar un uniforme de la prisión. Yo era un objetor de conciencia, y el régimen quería que se me marcara como un criminal común.Los gritos finales de mis amigos en el paredón que llegaban a través de la ventana de mi celda, cuando tuve una, se convirtieron en una especie de estribillo para el régimen de Castro, hasta que el gobierno se dio cuenta que amordazarlos y silenciarlos antes de que murieran enviaba un mensaje más poderoso. Vi innumerables amigos torturados y ejecutados por protestar contra un gobierno que aún aplasta al pueblo de Cuba bajo su bota. Un régimen que nuestro gobierno está tratando como un socio de negociación.La apertura de la embajada de Estados Unidos, el viernes 14 de agosto, fue poco más que una fanfarria para aplacar a los periodistas y diplomáticos complacientes en la arena internacional. Se excluyó a los disidentes. Aunque muchos disidentes caminan por las calles de Cuba, son mantenidos lejos de la mirada pública, erigiendo un tipo diferente de prisión. Es una prisión que encierra la verdad en una caja, para proteger la imagen cuidadosamente elaborada de que los hermanos Castro son razonables.El propósito es legitimar su dictadura, que no ha celebrado elecciones en 50 años y se basa en la sangre de los ex presos como yo; como Antonio González Rodiles; como Marta Beatriz Roque; como Héctor Maseda; como el padre de Rosa María Payá, Oswaldo, quien murió en un accidente de coche sospechoso en 2012; y al igual que todos los disidentes que aún sufren en Cuba que se mantuvieron lejos de las celebraciones del viernes.Como dijo el senador cubanoamericano Marco Rubio, cuando escribió al secretario de Estado John Kerry, el 11 de agosto, pidiendo que los disidentes sean invitados a la ceremonia de la embajada: “Los disidentes, entre muchos otros, y no la familia Castro, son los representantes legítimos del pueblo cubano”.Durante décadas, muchos han protestado por la posición del gobierno cubano de que los derechos provienen del Estado, que son un regalo de Fidel que él rápidamente puede revocar. América se funda en el principio de que los derechos vienen de Dios, que preceden al Estado, y no pueden ser usurpados. Si Estados Unidos comienza a ceder ese principio, será la firma de su propio certificado de defunción.Pasé 22 años en la cárcel por el principio de que lo que no decimos -en mi caso, no usar el uniforme del Estado- puede contar tanto como lo que decimos. Nuestro gobierno, si va a pararse en los principios sobre los que se fundaron los Estados Unidos, tiene la obligación de decir la verdad y demandar del régimen de Castro los derechos que al pueblo cubano le corresponden por su propia humanidad. Pero dejar de hacerlo es como decir, sin decir: “Estamos con Fidel.”*Autor de “Contra toda esperanza”, publicado por primera vez en 1986. De 1987 a 1990 se desempeñó como embajador de Estados Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.The Wall Street Journal