Mi amigo García Linera

adolfo-mier-diezAdolfo MierLa soberbia, que resulta ser una especie de roncha en la mente y en la piel de quienes gozan del poder, ha sido una plaga en todos los que han soplado la velita en el Parlamento. En el momento de decir “¡sí, juro!” y posesionarse como capos de algún cargo público, sufren un cambio brusco. Hoy, ayer y siempre, es una historia repetida con gente de la derecha o de la izquierda.Estas cosas decepcionan, molestan y preocupan, pero también nos hacen recordar a gente macanuda. Una de esas personas, a quien aprecio enormemente y admiro, es sin duda alguna García Linera. Lo conozco desde hace tiempo y soy uno de los afortunados de contar con su amistad y consejos. Es hombre de gran talento y sensibilidad social. Trabajador por excelencia. No tiene horarios ni de entrada ni de salida. Tiene responsabilidades, trabajo y mucha gente que depende de él. A veces mantenemos conversaciones que no solo ocupan el campo de la política, sino de las cosas gratas que nos da la vida. Cuando conversamos eventualmente, el tema es la Llajta. Coincidimos en su hermoso clima, en sus floridos jardines, en su excelente comida y, obviamente, en el deseo de que siga progresando, añorando las épocas de El Prado tranquilo y del ‘río Rocha turbión’.Tiene una personalidad muy jovial, es dicharachero y lo estimo mucho, a más de ser una persona agradecida con él, porque me enteré que hace un par de años, cuando en la feria del libro de Cochabamba vendí un solo ejemplar de Qué libro de Mier, el que lo compró había sido él. Lo que más aprecio es su enorme vocación de servicio. Una vez estuve en un trance un tanto difícil, ¿y quién apareció? Él, mi amigo García Linera. Es mi médico y acudo a él las veces que puedo para ver si no se me aflojaron los tornillos. Se llama Mauricio, neurólogo. Me parece que es muy diferente a su hermano, el jacobino que afirma que mentir es un derecho y que las ONG son buenas cuando están en manos de la izquierda. Pero ese es otro cuento. Lo rescatable es Mauricio García Linera, mi médico.El Deber – Santa Cruz